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En un libro de extraordinario interés, Mirad lo que he visto, Gonzalo Cruz, que se mueve en el pelotón de cabeza del foto periodismo español, ha publicado sus memorias. El autor ha resumido, en centenares de fotografías, más de 50 años de experiencia profesional. El mundo de la política, la cultura, las artes, las letras, el espectáculo, el deporte, la canción, la vida social desfila por las páginas de este libro singular sobre el que he reflexionado en un prólogo que voy a resumir para los lectores de El Cultural.

Jill Abramson ha declarado que consideró siempre el periodismo “como una religión”. Y no se equivoca la gran periodista americana. Como es la verdad la que nos hace libres, los profesionales del periodismo aprenden enseguida que frente a las tentaciones trampolín para saltar a la empresa o a la política, frente a la seducción económica de los lobbies, frente a los miedos inevitables ante los que mandan, el periodismo exige una vocación profunda capaz de superar los acosos que desde las más diversas instancias sociales asaltan a los profesionales de la comunicación.

La convulsión de las nuevas tecnologías no conseguirá desvirtuar el periodismo profundo. Ya ocurrió con la aparición de la radio. También cuando la televisión se enseñoreó en los hogares. Ahora crepita internet y obliga a planteamientos nuevos. Pero los vehículos de la información no alteran la verdad del periodismo, cuando el profesional pega su nariz al suelo de la noticia, la persigue como un sabueso, la contrasta una vez descubierta y la lanza luego al vuelo como un pájaro a través de los medios al uso desde la maravilla incógnita de la agencia de noticias a la explosión universal de internet.

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Gonzalo Cruz es uno de los nombres relevantes del periodismo español de las últimas décadas. Su prestigio se ha hecho inmenso. Por su cámara han desfilado los grandes acontecimientos y también los personajes decisivos de la política, la economía, el deporte y la cultura. Es Gonzalo Cruz un fotoperiodista consciente del alcance de su profesión. Para él, la fotografía es una cosa mental. Hay periodismo en lo que hace. Hay arte. Hay intencionalidad.

El presente del periodismo es el teléfono móvil. También el futuro. Todo lo demás parece irrelevante. El teléfono celular se está convirtiendo ya en ordenador y tablet. Aumentará un poco su tamaño, no demasiado, con el fin de que se lleve con facilidad en el bolsillo. Y en él se concentrarán las conversaciones, los mensajes, el correo electrónico, el movimiento de las cuentas corrientes, la consulta en Google, muchas de las funciones del ordenador… Y la lectura de periódicos.

El desarrollo del móvil, según la consultora Chetan Sharma, marca el futuro y provocará más cambios en una década de los que se han producido en un siglo. Parece un milagro. Pero en el móvil lo llevamos todo: la posibilidad de hablar con nuestro interlocutor en cualquier parte del mundo viéndole la cara, la actividad del ordenador, la lectura de nuestro periódico favorito, la audición de la emisora de radio preferida y la visión del canal de televisión que más nos complazca. Y, además, cualquier libro de actualidad. Y las fotografías de Gonzalo Cruz. Y la traducción en voz a cualquier idioma. Es el fin dela torre de Babel.

Ante el desafío de las nuevas tecnologías, el periodista debe responder con más periodismo. Ninguna técnica podrá sustituir el trabajo del profesional del periodismo. Por eso es necesario acentuar su formación en las Facultades de Ciencias de la Comunicación y en la práctica de las redacciones. El bache económico que ahora padecen las empresas se superará cuando el mercado, sobre todo el publicitario, se adapte a la nueva situación, al galope desbocado de los hallazgos tecnológicos que han zarandeado la galaxia de Gutenberg y han hecho realidad la aldea global de McLuhan. El desarrollo dela técnica continuará en el futuro, pero la función del periodista, como administrador del derecho de los ciudadanos a la información, permanecerá igual que siempre.

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