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El vertido de Aznalcóllar (Sevilla), del que se cumplirán 22 años el próximo 25 de abril, es uno de los mayores accidentes mineros del mundo. La fractura de una balsa derramó 4,5 millones de metros cúbicos de lodos tóxicos sobre unas 5.000 hectáreas de suelos agrícolas, la superficie equivalente a casi cuatro veces la ciudad de Cádiz. Un estudio de las Universidades de Granada y Almería reveló que, pese a los trabajos de regeneración y tras más de dos décadas, una parte de la zona afectada (un 7%), la más próxima a la mina, mantiene elevados niveles de acidez y metales pesados como arsénico, plomo, cobre y cinc. Una reciente investigación de las universidades de Granada, Elche y Tokio ha descubierto un arma contra esta contaminación: la utilización de compost generado con gusanos, desechos orgánicos e inorgánicos así como microorganismos para que la propia tierra se regenere. Es una especie de inmunoterapia aplicada a la tierra.

“Hay cosas no resueltas”, resalta Francisco José Martín, que encabeza la investigación por parte del grupo del Departamento de Edafología y Química Agrícola de la Universidad de Granada (UGR). Y para resolverlas se han fijado en la propia naturaleza. “Se trata de la utilización de residuos orgánicos e inorgánicos procedentes de actividades humanas, principalmente de la agricultura y la industria extractiva, para fabricar un «vermicompost» con la acción de gusanos y microorganismos”, explica el investigador.

«La idea no es introducir de forma masiva elementos de forma artificial para recrear el suelo, sino activarlo para que empiece a ser colonizado por especies vegetales. El resto lo hace la naturaleza”, comenta Martín, autor principal de la investigación publicada en Chemosphere.

El vermicompost, de uso generalizado en la agricultura y conocido como «humus de lombriz», consigue retener los metales pesados como el cobre, el cinc y el cadmio y evitar su extensión a otros suelos o a los acuíferos. Sin embargo, en el transcurso de la investigación, han detectado efectos indeseados. “Algunos elementos, como el arsénico o el plomo pueden potenciarse y estar más disponibles”, explica el investigador. Para evitarlo, se añaden otros agentes, como el óxido de hierro de las escombreras de las minas de Alquife (Granada) o lodos generados en el pulido y corte del mármol en Macael (Almería).


Un hombre pasea por el corredor verde creado en la zona afectada por el vertido de Aznalcóllar hace 21 años. La imagen refleja una zona con vegetación renacida y otra donde no ha crecido nada en estos años por la contaminación latente.rn ampliar foto
Un hombre pasea por el corredor verde creado en la zona afectada por el vertido de Aznalcóllar hace 21 años. La imagen refleja una zona con vegetación renacida y otra donde no ha crecido nada en estos años por la contaminación latente.

En este sentido, el estudio va a continuar con el objetivo de “ampliar el abanico de residuos y microorganismos que generen el efecto deseado”: activar la naturaleza para que regenere el suelo. Es el caso de los hongos, especialmente los micorrícicos, que se asocian de forma simbiótica al 80% de las plantas terrestres.

El interés de Japón

En la investigación, junto a Minerva García-Carmona, de la Universidad Miguel Hernández, en Elche (Alicante), y Manuel Sierra Aragón, de la UGR, también ha participado Yasuo Nakamaru, de la Facultad de Bioindustria de la Universidad Agrícola de Tokio (Japón). El interés nipón por Aznalcóllar es que la zona contaminada a lo largo del cauce del río Guadiamar, se ha convertido, según relata Martín, en un “laboratorio natural” donde ensayar fórmulas de “restauración asistida”.

Japón, al igual que la mayoría de países desarrollados, cuenta con muchas superficies contaminadas por el uso de herbicidas y plaguicidas. El propio cultivo del arroz, básico en el país asiático, presenta metales pesados que generaron en los cincuenta una enfermedad ósea bautizada como Itai-Itai (ay, ay) por los dolores que causaba. El investigador granadino tiene previsto continuar la investigación con la universidad nipona.

La zona de Aznalcóllar afectada por la contaminación residual ha dejado de ser terreno agrícola y su uso está limitado exclusivamente a corredor verde recreativo, pero otras áreas que sí están en uso y contienen metales pesados se pueden beneficiar de los resultados de esta investigación, que ha dado resultados esperanzadores. “Con las dosis y seguimientos adecuados, se podría recuperar la zona al 100% en dos o tres años”, afirma Martín.

La investigación se ha financiado con fondos del grupo de investigación y de dos Proyecto del Plan Nacional de I+D, el último de ellos actualmente codirigido entre la Universidad de Granada y la Estación Experimental del Zaidín, dependiente del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).

Una de las ventajas del modelo analizado es la reutilización de residuos generados por la actividad humana, uno de los objetivos principales del equipo de Edafología y Química Agrícola de la UGR. En este sentido, el departamento investiga también las posibilidades de generar “tecnosoles”, suelos artificiales fabricados específicamente para favorecer la recuperación de zonas gravemente degradadas, según sus características.

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