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El tráfico de esclavos por parte de los Países Bajos dio comienzo en 1621, y corrió a cargo de las dos empresas que convirtieron a la nación en una potencia económica: las Compañías de las Indias Orientales y Occidentales. A grandes rasgos, la primera operaba en África del Sur y Asia, en la zona de la actual Indonesia, y los cálculos históricos le atribuyen el comercio de entre 600.000 y más de un millón de personas. La otra hacía negocios en Surinam (Sudamérica), Brasil y el Caribe, y sometió a cerca de 600.000 seres humanos. Los beneficios obtenidos con su trabajo en las plantaciones de azúcar, tabaco, café, algodón y cacao revertían en las imponentes casas que discurren a los largo de los canales de Ámsterdam, pero los esclavos eran obviados en el relato colonial. La esclavitud no es una historia fácil de asumir, y aunque ha ido ganando protagonismo en los últimos años en la escuela, solo ahora llega la primera muestra dedicada a un legado inseparable de la historia nacional holandesa. Se titula Esclavitud, abarca los siglos XVII a XIX , y la organiza el Rijksmuseum, de la misma ciudad. Será abierta en febrero de 2021.
Las restricciones de la pandemia han forzado el avance virtual de una exposición que espera dar una visión de lo que fue “una injusticia legalizada, a través de 10 historias personales y auténticas que recorren 250 años del periodo que convirtió a los esclavos en una propiedad, un objeto anotado en los libros de contabilidad”, según explica Valika Smeulders, jefa del departamento de Historia del Rijksmuseum. A través de la decena de recorridos vitales, se trata de acercar al espectador a una realidad que incluyó “a las víctimas, los que se aprovecharon de sus vidas, los que resistieron o contestaron el sistema, y quienes lograron escapar”, añade, durante la presentación. Una de las imágenes mostradas para ilustrar la futura muestra es un dibujo en apariencia similar a otros de la época. Observado con más detalle, puede verse que refleja la persecución de los esclavos rebeldes, mujeres y niños incluidos, que trataron de escapar de una plantación y fueron obligados a regresar. Eran los marrons (cimarrón) llevados a la fuerza desde África hasta Surinam, y la escena es de una huida sangrienta, recogida, sin embargo, como un logro económico puesto que los recapturados volvían al trabajo.
Una de las 10 historias que se contará es la de Wally, esclavo en una plantación en Surinam, en manos del neerlandés Jonas Witsen. Cuando este último endureció en 1707 las normas que regían sus tres plantaciones, Wally y otros esclavos se levantaron, y sus rostros han pasado a la historia porque Witsen mandó a un pintor a inspeccionar sus propiedades, y este los dibujó. Sus nombres aparecían en el registro de los tribunales que les interrogaron. “Escaparon al bosque y el castigo era quemarlos vivos lentamente, pero para evitar problemas similares fueron perdonados y retomaron los trabajos forzados”, explica Smeulders. A lo largo de la explicación virtual, aparece en pantalla un cepo de madera que servía para inmovilizar los pies de los esclavos evitando que se escaparan por la noche. Es uno más, pero las cadenas y los cierres indican la violencia usada como instrumento en la relación entre el señor y el esclavo en cualquier momento de la jornada. El protagonista de otra de las historias logró pasar a la historia con honores. Se llamaba Untung Surapati y era un esclavo utilizado en Indonesia como sirviente en la casa de la familia Cnoll. Consiguió escapar y se convirtió en uno de los mayores oponentes, como jefe guerrillero, de la Compañía de las Indias Orientales. Hoy se le considera uno de los héroes indonesios.
Preparada desde 2017, e impulsada de manera especial por Taco Dibbits, director del Rijksmuseum, él espera que contribuya a que los neerlandeses se conozcan, y reconozcan mejor, a través de objetos de la suya y de otras colecciones. “La esclavitud forma parte de nuestra historia y de la Historia global, y este museo es la casa de todos. Esta es una sala dedicada al arte, pero también a la historia nacional, y nos corresponde contarla. Es importante que la gente entienda el pasado para que podamos entendernos mejor”, asegura.
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