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El pasado fin de semana (25-27 de marzo de 2022) el movimiento climático en México volvió a adquirir visibilidad, después de la pausa forzada que la pandemia impuso a muchas actividades, incluidos muchos movimientos sociales.

Después de tres años del surgimiento de organizaciones como Viernes por el Futuro (Fridays For Future, por su nombre en inglés) y Rebelión o Extinción (Extinction Rebellion), el pasado viernes, varias organizaciones (ver cartel) convocaron una marcha en el marco de la primera huelga por el clima de este año. Además de este evento de protesta, el sábado y domingo, Huerto Roma Verde organizó el primer Festival de Arte y Medio Ambiente (FAMA), en el cual participaron artistas, profesionales y algunos nombres destacados del activismo medioambiental como Víctor Toledo.

En este breve texto, se comparten algunas reflexiones a partir del trabajo de campo llevado a cabo (observación participante y encuesta en marcha) por los miembro del laboratorio LACAB, para contribuir a visibilizar los logros y reflexionar acerca de los desafíos que enfrenta el movimiento.

La marcha del 25 de marzo

La huelga por el clima fue convocada por varias organizaciones con la consigna “VIDA contra CAPITAL”. Si bien la asistencia a la marcha fue inferior a la última gran marcha de 2019 (20 de septiembre) –algo previsible debido a los efectos de la pandemia en la participación–, en este primer evento público del año se mostró una participación muy heterogénea, nunca antes vista. La participación de representantes de pueblos originarios de la Ciudad de México, junto con colectivos antirracistas, antiespecistas, y transgénero visibilizaron cómo varias formas de opresión pueden estar vinculadas con la emergencia climática y la crisis socioambiental.

Comparando esta marcha con las que seguimos en 2019, pudimos observar un cambio en la participación (lxs organizadores apostaron por la interseccionalidad) lo cual llevó a un cambio de valores y emociones expresadas.

Aunque los datos de la encuesta que aplicamos los presentaremos en el seminario emociones y activismo de base el 7 de abril (liga), podemos adelantar algunos patrones que observamos:

  • La participación de jóvenes
  • Una fuerte preocupación por la emergencia climática en sujetos que no se dedican exclusivamente al medioambiente
  • La difusión de la ecoansiedad en casi todxs lxs participantes
  • Un impacto negativo de la pandemia en término de mayor preocupación por la emergencia climática y aumento de la impotencia frente al problema
  • Más rabia de la expresada anteriormente
  • Menos seguridad sobre expresar esperanza al volver a la calle

Siendo la emergencia climática un problema que solo se puede lograr enfrentar de manera colectiva y con la implicación de todos los sectores, el objetivo de una mayor participación es uno de los grandes desafíos del movimiento climático.

Vincular la emergencia climática con la desigualdad, la violencia, el patriarcado, el racismo, el colonalismo, el especismo, las enfermedades mentales, entre otros, muestra como los problemas sociales más diversos tienen que ver con la degradación del medio ambiente, y esto a su vez podría generar más interés y empatía hacia el problema, ampliando la participación en el movimiento climático. En otros países también lxs activistas vincularon otras luchas, como la de los derechos laborales o la soberanía alimentaria, con la emergencia climática.

A lo largo de la marcha del viernes en la Ciudad de México hubo varios momentos de reflexión, donde los diferentes contingentes compartían sus argumentos. Observamos que lxs demás participantes respetaban el silencio y parecían interesadxs en escuchar, lo que nos da motivo de esperanza al pensar que el movimiento se pueda ampliar.

Es sabido que el movimiento climático es un paraguas amplio bajo el cual conviven (no sin tensiones) dos corrientes: una más radical –que se reconoce en la demanda de justicia climática, identificando el capitalismo como causa del problema– y otra reformista –que apuesta por una adaptación del capitalismo a través de la modernización ecológica– (Gravante y Poma, 2021). La participación de grupos y colectivos que luchan contra el capitalismo, el colonialismo, el heteropatriarcado, ha visibilizado la corriente radical, menos visible en 2019, pero ya presente en otros países, inclusive del norte global.

Creemos que la rabia expresada por lxs participantes refleja esta presencia, y pueda influir en una radicalización del movimiento, que en lugar de espantar, podría representar una oportunidad para el movimiento, ya que podría ser el paso para que luchas y luchadores sociales que no se acercaban al tema del cambio climático por desconfianza en los actores gubernamentales o empresariales (Poma, 2018), encuentren un terreno común para construir una agenda radical autónoma y nueva. Por supuesto, la heterogeneidad también puede generar conflictos, y es necesario un esfuerzo suplementario por parte de participantes y activistas para romper el muro de empatía que nos impiden comprender a las personas que no piensan y sienten como nosotrxs, y construir alternativas juntxs.

La emergencia climática como demanda común

La emergencia climática está amenazando la vida en el planeta y en nuestro país: los bosques se están quemando, la sequía es gravísima, los ecosistemas están sufriendo cambios que no sabemos si podrán soportar. Esto lleva a la necesidad de que toda la población no solo llegue a percibir el problema, sino que sienta la necesidad de actuar.

Para que esto sea posible es necesario que se multipliquen los espacios de reflexión, debate y construcción de alternativas.

A partir de estas premisas, la demanda del movimiento climático de una declaración de emergencia climática nacional puede ser una estrategia útil para poner el problema al centro del debate y de la vida pública.

El grupo “Cambiemos el Sistema No el Clima” lanzó en 2019 una campaña de firmas para pedir la declaración (liga), que recibió una negativa por parte del gobierno a finales del año pasado.

El fin de semana del 26 y 27 de marzo de 2022, Huerto Roma Verde, en el marco del FAMA se declaró espacio en emergencia climática, y también recogió firmas con este fin.

Aunque en países como España, donde se declaró la emergencia, los movimientos sociales están discutiendo sobre el carácter ceremonial de la misma, ya que no se están implementando cambios sustanciales para enfrentar el problema, en México, la declaración de emergencia climática sería un primer paso para reconocer públicamente el problema, y empezar a dialogar sobre cómo enfrentarlo.

Otra demanda de Rebelión Extinción en este sentido, es decir la verdad a la población. Sabemos que los datos sobre cambio climático son aterradores, pero cuando un paciente tiene una enfermedad, por cuanto grave sea, el médico tiene la responsabilidad de informarlo. Lo mismo tendría que pasar con la emergencia climática.

Para el futuro cercano lo más prometedor sería que se multiplicaran los espacios y las iniciativas para hablar de emergencia climática, como ya están haciendo las organizaciones ya mencionadas, o el proyecto de la Asamblea Ecologista Popular promovida por jóvenes activistas (aquí un video para conocer la propuesta). A pesar de todas las diferencias que pueda haber y puedan surgir y hasta agudizarse entre las diferentes posturas frente a la emergencia climática, ya es tarde para pensar en acciones tibias y a largo plazo. El miedo al cambio (social y cultural), junto con el miedo que puede generar saber lo que le está pasando al planeta a causa de la industrialización, tienen que ser manejados colectivamente, con el objetivo de superar la inercia social que nos están llevando a la aniquilación de la vida en el planeta.

Los últimos días de lucha en México, y en el mundo, muestran que no todo está perdido, pero es necesario hacer un esfuerzo colectivo para poder estar a la altura de esta crisis. Cada especie que se extingue, cada bosque que se quema, cada gota de agua que no tenemos nos acerca al futuro aterrador de las películas catastrofistas, como No mires arriba (Don’t Look Up). Este futuro aún se puede evitar, pero es necesario repensar nuestra manera de estar en el mundo y construir otra forma de relacionarnos con la naturaleza y entre seres humanos, para que todos los seres vivientes del planeta tengan un lugar en el que vivir dignamente.

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