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Sin ninguna vacuna aprobada para ellos, el grupo de los bebés más chiquitos permanece vulnerable frente al SARS-CoV-2. ¿Las vacunas aplicadas a sus madres pueden servir también para proteger a estos bebés? Una investigación reciente ha encontrado la respuesta.

 

Un equipo de científicos argentinos coordinado por investigadores de la Fundación Instituto Leloir (FIL) acaba de publicar en la revista académica Frontiers in Inmunology el primer estudio que describe la respuesta en madres lactantes a vacunas ampliamente utilizadas en Argentina (Sputnik V, Sinopharm y AstraZeneca) y comprobó que al amamantar les transfieren inmunidad pasiva a sus hijos.

 

Las vacunas contra la COVID-19 más utilizadas en la Argentina, sobre todo al inicio de la campaña nacional, permiten, a través de la leche materna, transferirles a los recién nacidos protección contra el coronavirus SARS-CoV-2 que provoca la enfermedad.

 

Esa es la conclusión de la investigación, que resalta la importancia de inmunizar a las mujeres durante el embarazo o inmediatamente después del parto, así como promover el amamantamiento.

 

“Al carecer de un sistema inmunitario maduro, el recién nacido depende en gran medida de las fuentes de inmunidad que le aporta su madre a través de la placenta y la leche materna. Hasta la fecha no hay vacunas contra la COVID-19 aprobadas para menores de seis meses; por tal motivo, la única vía de inmunización de este grupo es pasiva por medio del amamantamiento”, explicó a la Agencia CyTA-Leloir el doctor en Microbiología Diego Ojeda, miembro del Laboratorio de Virología Molecular de la Fundación Instituto Leloir (FIL) que dirige la investigadora del CONICET Andrea Gamarnik, y uno de los autores principales del trabajo.

 

Con la llegada de las vacunas contra la COVID-19, la posibilidad de frenar a la enfermedad que paralizó al mundo en 2020 comenzó a vislumbrase real. Como al principio la disponibilidad fue compleja, las autoridades sanitarias de todos los países optaron por priorizar el orden de vacunación según grupos de riesgo, dándoles prioridad al de la gente anciana y al de las personas con comorbilidades, los principales afectados por el SARS-CoV-2. Al ser los que menos riesgos evidenciaban, los niños fueron los últimos en acceder a la vacunación y todavía hoy los menores de seis meses no cuentan con dosis aprobadas para ellos.

 

En ese contexto, surgió la pregunta de si las embarazadas o mujeres en período de lactancia podían transmitirle la protección que recibían a través de las vacunas a sus bebés. Si bien eso ya se había comprobado en aquellas inmunizadas con las vacunas a base de ARN mensajero, como las de Pfizer/BioNTech y Moderna, no había estudios disponibles acerca de qué pasaba con quienes se aplicaban las de vectores virales (AstraZeneca o Sputnik V) o las de virus inactivo (Sinopharm), de amplio uso en la Argentina y otros países.

 

Ahora, en el nuevo estudio, Ojeda, Gamarnik y colegas han comprobado que esas mujeres vacunadas también transfieren inmunidad pasiva a sus hijos a través de la leche.

 

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Imagen, captada mediante microscopio electrónico y luego procesada, en la que se aprecian partículas víricas de SARS-CoV-2 (en color amarillo) en células (colores rosado y azul) de un paciente. (Imagen: National Institute of Allergy and Infectious Diseases – Rocky Mountain Laboratories, NIH)

 

“Este estudio demostró que las vacunas disponibles en la Argentina generan una respuesta inmune humoral que produce anticuerpos del tipo IgG e IgA, que fueron detectados y cuantificados tanto en el plasma como en la leche materna”, precisó Ojeda, quien aclaró: “Otro hallazgo fue que la respuesta de anticuerpos a las vacunas fue similar tanto en leche como en plasma, independientemente de la plataforma recibida”.

 

Para analizar la respuesta inmunológica sistémica a las vacunas, los investigadores midieron los anticuerpos IgG en la sangre de las mamás (su cantidad está en relación directa a la acción neutralizante frente al virus); mientras que para estudiar la posible inmunización pasiva en los lactantes también evaluaron la cantidad de anticuerpos IgA en la leche, producidos mayoritariamente en las glándulas mamarias. Los anticuerpos IgA poseen la capacidad de neutralizar a los patógenos en la mucosa de los bebés. Así, fue necesario adaptar el kit COVIDAR, un desarrollo nacional que fue originalmente aprobado para medir anticuerpos IgG e IgM contra el nuevo coronavirus en plasma o suero.

 

En febrero de 2021, cuando se amplió el grupo de personas con prioridad para la campaña de vacunación contra COVID-19 y se incluyó a las madres lactantes, surgió la necesidad de entender si a través de la lactancia las mamás podían transferir anticuerpos contra el SARS-CoV-2 a sus hijos. Así, el Banco de Leche Humana del Hospital Materno Infantil Ramón Sardá comenzó a enrolar mujeres que formaban parte de su registro de donantes. Algunas ya habían transcurrido la infección por SARS-CoV-2 y fueron agrupadas como convalecientes, mientras que las que no se habían enfermado formaron parte del grupo control.

 

“Desde el Sardá generamos un puente entre nuestras donantes y los institutos de CONICET. Las contactamos, les comentamos del trabajo de investigación y las invitamos a participar. Sabíamos que podíamos tener buena recepción, ya que son mujeres solidarias y esta vez se sumaba la posibilidad de contribuir con información valiosa para la sociedad”, señaló la licenciada en Nutrición Vanesa Valls, Jefa del Centro de Lactancia y Banco de Leche de ese hospital.

 

Las madres donantes recibieron instrucciones sobre cómo tomar la muestra de leche en sus casas y luego fueron citadas por el Instituto de Investigaciones Biomédicas en Retrovirus y SIDA (INBIRS) de la Facultad de Medicina de la UBA, donde tras firmar un consentimiento informado entregaron las muestras y se sometieron a la extracción de sangre. Después de un procesamiento inicial en los laboratorios del INBIRS, el material fue enviado a la Fundación Instituto Leloir para que se realizaran las determinaciones serológicas y el análisis de los datos.

 

“Tras el comienzo de la vacunación masiva, la iniciativa se hizo extensiva a la comunidad y a través de redes sociales se convocó a madres lactantes mayores de 18 años que se hubieran vacunado o estuvieran por hacerlo. Además, un subgrupo de donantes fue vuelto a citar en más de una oportunidad para analizar la respuesta inmune en diferentes momentos a lo largo del tiempo”, especificó la viróloga María de los Ángeles Pando, investigadora del INBIRS. En total participaron 226 mujeres.

 

¿Los anticuerpos que reciben a través de la leche materna son realmente protectores para los bebés? “Considerando que los IgA secretados por las glándulas mamarias tienen capacidad de neutralizar patógenos en la mucosa respiratoria del bebé, que la vía de ingreso del SARS-CoV-2 es respiratoria y que la frecuencia de lactancia es muy alta, este tipo de inmunización pasiva podría ser protectora”, aseguró Yesica Longueira, magister en Biobancos y quien colaboró desde el INBIRS. La coautora del trabajo añadió: “Otro hallazgo importante de este estudio fue que se detectó la presencia de anticuerpos hasta al menos cuatro meses después de recibir la segunda dosis de la vacuna”.

 

Si bien la COVID-19 no afectó a la población infantil de manera tan severa como a los adultos mayores, lo cierto es que según los últimos datos publicados en la web del Ministerio de Salud de Argentina, entre marzo de 2020 y el mismo mes de 2022 murieron en el país debido a esa enfermedad 342 niños. El grupo con más fallecidos fue el de entre 0 y 2 años (38%). “Y en los Estados Unidos, donde de acuerdo con el CDC murieron unos 1400 niños, casi la mitad de ellos eran menores de 5 años”, indicó Gamarnik, quien resaltó la importancia de reforzar la campaña de vacunación pediátrica destinada a niñas y niños a partir de los seis meses y hasta los tres años de edad.

 

“La inmunidad pasiva se transfiere a través de la placenta y la leche materna, de modo que la protección es mayor si las mujeres se vacunan durante el embarazo”, enfatizó Longueira. (Fuente: Agencia CyTA-Leloir)

 

 

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