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En marzo de 2018 la demolición de una vivienda en el barrio de El Lugarín de Ujo dejó al descubierto unas curiosas pinturas murales en la parte alta de unas paredes que habían perdido parte de su enlucido. Eusebio García Ríos, un vecino interesado por la historia de su pueblo y al que siempre había llamado la atención esta casa abandonada desde hacía décadas, fue el primero en percatarse de que se trataba de unos motivos religiosos de los que nadie, ni siquiera los más viejos, guardaban ningún recuerdo. Él y su amigo Fito Fernández sacaron unas fotos del hallazgo y dieron aviso al Ayuntamiento de Mieres. El 4 de abril se personaron allí el concejal de obras y el ingeniero jefe municipal y comunicaron los hechos al concejal de Cultura Juan Ponte, que fue quien se encargó de informar a la Dirección General de Patrimonio del Principado.

Enseguida los interesados por estos temas, entre los que se encuentra quien firma esta página, nos acercamos hasta el lugar del hallazgo y no tardamos en sacar dos conclusiones. La primera se refería a la obra en sí: con todas las precauciones que se deben tomar a partir de un mero reconocimiento visual y sin más datos que apoyen esta hipótesis, podían ser unos frescos pintados sin mucha técnica por un artista, seguramente de la zona, a mediados del siglo XVIII.

La segunda fue que era urgente protegerlas, sobre todo porque aquel mes resultó especialmente lluvioso y en los pocos días transcurridos desde el descubrimiento las pinturas estaban humedeciéndose y perdían su intensidad. Además alguna imprudencia del elevado número de visitantes que se acercaron hasta El Lugarín iba a acabar dañando los dibujos: «Esto parece una romería», llegaron a decir los descubridores del hallazgo a la prensa regional.

Y así se hizo, con una rapidez encomiable. La primera noticia del hallazgo salió en la prensa el 10 de abril y tan solo dos días más tarde la empresa constructora que estaba trabajando en la parcela ya colocó una lona para proteger los murales ante la satisfacción general y también –todo hay que decirlo– la sensación de inquietud de quienes conocían como funcionan estas cosas en Asturias.

A finales de mayo la Comisión Permanente del Consejo de Patrimonio Cultural se dirigió al Ayuntamiento de Mieres solicitando un estudio detallado de los murales siguiendo las recomendaciones del Consejo Internacional de Monumentos y Sitios (ICOMOS) para su preservación, conservación y restauración con la obligación de que el informe fuese depositado en un archivo público donde se pudiese consultar libremente. También este requisito se cumplió de manera impecable, encargando esta labor a la historiadora Lorena Meana, quien acababa de iniciar sus prácticas en el Consistorio y concluyó un magnífico trabajo.

Por lo tanto, en este caso el Consistorio mierense realizó eficazmente su cometido y el asunto quedó en manos del Servicio de Patrimonio Cultural de la Consejería de Educación y Cultura del Principado de Asturias.

La tarde en que la lona cubría la deteriorada pared de El Lugarín un amigo de Ujo me dijo que ya nunca volveríamos a verlas y desgraciadamente en su caso esta profecía ya está cumplida. Yo aún no pierdo la esperanza, pero la verdad es que ya van más de cuatro años y, una vez pasada la novedad del descubrimiento, parece que una vez más nos encontramos con la vieja táctica de dejar que el tiempo haga lentamente su labor y acabe destrozando los viejos frescos ante la indiferencia de todos.

Los tres pequeños murales que quedaron a la vista en el primer piso de la casa de El Lugarín están pintados con muy mal estilo con unos colores en los que predominan el amarillo, rojo y negro con la técnica del fresco. Lorena Meana a partir de la observación de las numerosas fotografías que se tomaron mientras las pinturas estuvieron expuestas cree que es posible identificar dos capas de revoco: «Una primera capa de enfoscado aplicada sobre el paramento, de grano más grueso y mayor espesor. Y, sobre esta, una fina capa de enlucido, de grano mucho más fino, sobre la que se realizaron las pinturas», aunque deja la puerta abierta al uso de llamado mezzo fresco, una técnica mixta que combina la pintura al fresco con acabados aplicados a seco.

Las escenas están separadas entre sí unos 40 cm y se presentan enmarcadas en unas orlas ovaladas con motivos vegetales, algo que es habitual en otras similares que podemos ver en diferentes pueblos de Asturias. Cada una tiene unos 40 cm de alto y 60 cm de ancho y por su disposición es evidente que formaban parte de un conjunto más amplio decorando toda la parte alta de la habitación hasta completar una franja en sus cuatro paredes que dada su altura podía librar incluso los vanos abiertos para ventanas en las paredes que daban a la calle. De manera que podríamos hablar de un conjunto de diez u once representaciones distintas.

Al menos dos de ellas son escenas de la Pasión de Cristo. En la que presenta mejor conservación puede verse con claridad la figura del Mesías llevando la cruz camino del calvario, acompañado por dos hombres que pueden ser simples sayones, aunque uno de ellos parece que está ayudando a llevar el madero por lo que podría tratarse de Simón el Cirineo y es curioso como los tres personajes, incluyendo al propio Jesús, están vestidos a la manera del siglo XVIII, lo que nos da una pista sobre la datación de las pinturas.

La segunda escena el clásico motivo de la Piedad en el que la Virgen María sostiene el cuerpo de su hijo muerto una vez descendido de la cruz. La escena se completa colocando a San Juan Evangelista y María Magdalena, uno a cada lado, arrodillados y rezando, y aquí podemos observar la poca pericia del autor que definió sus cuerpos toscamente con gruesos trazos de color rojo sin pararse en más detalles.

Con respecto a la tercera, no hay unanimidad, al menos por mi parte, ya que solo conserva su mitad inferior y por ello su interpretación es difícil. Lo lógico es que sea una escena que continúe el Ciclo de la Pasión, aunque fuera del Vía crucis, por eso se ha interpretado como la bajada de Cristo a los Infiernos, pero este no es un tema habitual en este tipo de pinturas populares y por otro lado el motivo resulta demasiado culto para que alguien la haya encargado en El Lugarín.

De cualquier forma, si fuese así, deberíamos ver a Cristo entre Adán y Eva y sin embargo lo que yo aprecio es una figura con hábito blanco, capa y los brazos abiertos entre dos cautivos desnudos con las manos atadas. El deterioro impide que distingamos si la figura principal es Jesús o una Virgen, aunque me inclino por la segunda posibilidad y pienso que puede tratarse de la Virgen de la Merced porque en los trozos de fresco que se conservan pueden verse con claridad sendos grilletes entre ella y las figuras laterales.

De la misma forma, tampoco está clara la función que desempeñó la propia casa en la que fueron dibujadas las pinturas antes de ser una vivienda particular. Se la puede vincular con el camino de Santiago que como es sabido cruza Ujo, y en ese caso podría ser la capilla del hospital que existía en la localidad y aún no ha sido localizado. Pero de ser así no parece lógico que la habitación dedicada a esta función estuviese en el primer piso en vez de en la planta baja del edificio.

A mi modo de ver nos encontramos sencillamente con el local en el que se reunía y guardaba sus cosas la Cofradía del Rosario, dada la imposibilidad de hacerlo en la pequeña iglesia románica antes de su ampliación en el siglo XX. Además no debemos olvidar que según leemos en un apunte de su Libro, fechado en 1769, esta Cofradía celebraba la festividad de Nuestra Señora de la Merced cada 24 de septiembre.

Pero me temo que ya sea imposible recuperar estas tres pinturas y cuando se levante la lona, debido a la humedad, los cambios de temperatura y la falta de transpiración, solo nos encontremos con un festival de hongos y moho que se las hayan comido. Sin embargo, la solución a las dudas sobre quién mandó decorar la casa de El Lugarín debe encontrarse en la parte de la habitación que conserva su enlucido y que a la fuerza debe cubrir otras escenas. Les he dicho más arriba que aún pienso poder ver lo que ocultan esas paredes, aunque solo sea para saber si me equivoqué en mis suposiciones.

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