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El rostro del funcionario de migraciones reflejaba una seriedad gélida. Melvin Diaz miró de reojo a su mujer y tuvo miedo. Tal vez, elegir Argentina y dejar a su querida Maracaibo atrás había sido una mala decisión. Lo único que sabía del país se lo habían transmitido el carnicero inmigrante de su barrio venezolano y sus amigos, cuando le aseguraban que los argentinos eran unos arrogantes y que estaba loco por dejar su tierra. Sin embargo, en aquel aeropuerto desconocido, intentó ocultar su temor y aguardó expectante las primeras palabras de bienvenida.

Con una mirada fulminante, el funcionario lanzó: «¿De qué cuadro sos?». Melvin quedó perplejo. «Admiro a Juan Román Riquelme; soy de Boca», le dijo tembloroso, sin perder el miedo. De pronto, el rostro del argentino se transformó y comenzó a reír a carcajadas: «¡Sos un grande!».

«Ese fue mi primer gran impacto cuando llegué a la Argentina», asegura el venezolano sonriente al rememorar los hechos. «¡Qué emoción esta primera impresión! Sentí que nos recibieron con los brazos abiertos e internamente supe que, con semejante bienvenida, nos estaban dando a mi mujer y a mí la oportunidad de sumar y no restarle al país. Personalmente, me resultó un motor para dar lo mejor y aportar lo que había aprendido en la vida».

Melvin, junto a su mujer, Daneli, en Venezuela.
Melvin, junto a su mujer, Daneli, en Venezuela.

Melvin siempre consideró a Maracaibo, en el estado de Zulia, un lugar maravilloso, con gente increíble, una forma de vida única y con un sol inclemente al que todos allí adoran, al igual que a la Virgen de la Chinita, tan amada. «Estoy orgulloso de mis raíces y de lo que soy, porque todo lo que soy se lo debo a mí país, Venezuela».

Cuando le anunció a sus amigos que dejaría su patria para trazar un nuevo destino en Argentina, su entorno le aseguró que aquello no le significaría un verdadero cambio: estaba eligiendo una nación que se derrumbaba del mismo modo que el suelo que lo vio nacer. «Me veían como a un ser que solo quería escapar de la situación política, económica y social, pues no, no fue así, necesitaba refrescar mi visión, cambiar la perspectiva, admirar las pequeñas cosas que regala la vida con otra lente», revela. «Creyeron que me iba a decepcionar, pero no sucedió».

El matrimonio en Maracaibo.
El matrimonio en Maracaibo.

Pero, a pesar de su ilusión, dejar Maracaibo atrás fue mucho más difícil de lo que jamás hubiera imaginado. A Melvin lo invadió ese inevitable temor interno de quien ha llegado a un codo de la vida, y sabe que debe decirle adiós al pasado para darle paso a una nueva era.

«Comprender que estás dejando un lugar en donde solo existe una estación climática perfecta, que estás despidiéndote de tu cultura, y de la gente que entiende todas tus palabras que fluyen amenas en la conversación sin sentir pena por el propio acento, es desafiante y te llena de dudas», continúa Melvin. «Le tenía miedo a esa fama de soberbios y me preguntaba cómo serían las entrevistas de trabajo, cómo tendría que hablar, cómo demostraría mis capacidades al haber sido educado de forma distinta. Me asusté, pero me controlé. Confié en mis instintos».

Con aquella primera bienvenida triunfal, Melvin supo que, junto a su mujer, estaría a punto de vivir una de las mejores experiencias de su vida. En el camino, sin embargo, las piedras se interpusieron con frecuencia, aunque no lo vieron flaquear. Y mientras los meses de esfuerzo y lucha por conquistar su espacio transcurrían, hubo aspectos de su nuevo hogar que emergieron nítidos:

«Argentina es un país increíble, me regaló una libertad emocional única», afirma conmovido. «Acá se vive de formas tan distintas a lo que tenía aprendido: este suelo me dio la oportunidad de valorar la naturaleza de maneras inéditas, aprender a apreciar de otro modo la convivencia, y me obsequió la maravilla de sentirme como un niño asimilando nuevas palabras, nuevas formas de saludar y despedirme, nuevos chistes, reírme de cosas diferentes, de buscar significados y adaptarme a un lugar lleno de cultura, donde se fusiona el amor por leer un libro e ir al teatro, con la variedad musical y las personas con muchos tatuajes y cabellos pintados. Todas cosas sencillas, pero tan significativas para mí. Buenos Aires alimentó mi espíritu de vivir y conocer», continúa.

Un matrimonio dispuesto a dar lo mejor de sí.
Un matrimonio dispuesto a dar lo mejor de sí.

Uno de los primeros barrios que conoció fue Chacarita, que lo introdujo con fuerza en su creciente admiración por las cosas simples. Allí Melvin observó sus casas y departamentos, respiró su ambiente y se sintió afortunado por el hecho de formar parte de aquel entorno cotidiano para un argentino.

Y en todos los rincones de la ciudad se sorprendió al toparse con escenarios extraños, como cuando se cruzaba con esos chicos de cabellos amarillos junto a padres de cabellos negros, asados en cualquier parte y a cualquier hora del día, y ese amor incondicional por los vinos: «Me asombra ver en el supermercado un carrito repleto con botellas, es algo que indica que tienen un gusto enorme por compartir y hablar con cualquiera que llegue a su casa. ¡Qué grato es saber que allí donde vayas tienes un lugar y ofrecimiento inmediato de una copa! El argentino tiene un sentido de convivencia muy admirable».

«Asimismo, existen hábitos aquí naturalizados, pero que fueron una sorpresa. Por ejemplo, la costumbre de celebrar el propio cumpleaños y proveer uno la comida y bebida para compartirla y repartirla, esto es, para mí, una actitud muy reflexiva. Es decir, ¡tú atiendes a tus invitados! Es algo que no entendía, pero lo aprendí como un gran gesto de gratitud a la vida», observa. «Y ese amor singular a los animales y las plantas es algo que llama mi atención muy sanamente, siempre veo cómo adoran y hablan de las plantas, haciéndolas sentir como un ser viviente, es hermoso. Me ayudó de alguna forma a tratar a todo el mundo con una generosidad y respeto mayor», reflexiona Melvin, que tuvo la oportunidad de conocer España y compartir una larga experiencia con los locales, pero percibió un trato muy diferente en estos aspectos.

Melvin, en la costa de Vicente López, partido donde reside.
Melvin, en la costa de Vicente López, partido donde reside.

Entre nuevos desafíos, altos y bajos, hubo algo inalterable: el crecimiento del amor de Melvin por la Argentina. Para el venezolano, la tierra austral le brindó una mejor vida, más allá de la gratitud y su reconocimiento hacia su propia patria. Siente que la Argentina le permitió reconocer valores que no sabía que poseía y le obsequió la oportunidad de aprender otras culturas laborales, caracterizadas por la enseñanza continua.

«Mi calidad de vida, en términos tradicionales, es sencilla. Desde mi óptica, la calidad de vida no es nada sin la calidad humana. Llegar al trabajo y que te pregunten cómo amaneciste, cómo estuvo tu desayuno, es algo muy nuevo para mí, y logré admirar lo valioso que es que te lo pregunten», dice sonriente Melvin, quien vive junto a su esposa, Daneli Montoya, en Munro, Vicente López, y es encargado de fábrica en una empresa de productos para la conservación de alimentos, papel aluminio, papel manteca y papel film.

«Mi empleo es estupendo. El trato en el trabajo siempre ha sido muy respetuoso. Mi adaptación fue fantástica y siento que mis jefes han valorado mi dedicación y esmero . Mi lema de vida es que mis principios y valores no conocen fronteras, y es por ello que en la Argentina quiero dar lo mejor de mí», manifiesta emocionado el venezolano de 32 años, un economista, que también ocupó el cargo de Teniente de Fragata en la fuerza naval de Venezuela. «Mi mujer, por otro lado, es ingeniera química. Buenos Aires ha sido muy bondadosa con ella. Más allá de su profesión, acá pudo cumplir su sueño de bailar y enseñar, que es su pasión. Tiene un portal de bailes de zumba muy seguido y Argentina le regaló esta oportunidad».

«Por supuesto que hay mucho negativo que se podría decir del país, como de otros, en este caso relacionado con la crisis económica y la incertidumbre constante. Pero no elijo detenerme en ello, acepto los problemas y me focalizo en aportar lo máximo posible. Vivo el día a día y busco la felicidad en lo sencillo, algo que fui capaz de descubrir en esta tierra. Que una librería esté llena de personas, eso es calidad de vida; que te recomienden los mejores cortes de carnes, es calidad de vida; ver a los niños felices en los parques, es calidad de vida, entre muchos otros ejemplos posibles. Argentina me ha brindado la oportunidad de vivir de forma íntegra, con un ingreso económico que parte de mi trabajo, pero, por sobre todo, me regaló el calor humano que he sentido desde el primer día».

Una pareja venezolana agradecida.
Una pareja venezolana agradecida.

Desde aquel día en el que Melvin pisó suelo argentino por primera vez, supo que aquella vida – amada y añorada – que dejaba atrás, sería reemplazada por un futuro prometedor. No había partido de Venezuela para escapar, él había llegado a la Argentina para encontrarse, para enriquecer su vida, sumar perspectivas y emprender un nuevo camino de aprendizaje. En su travesía, comprendió que las fusiones culturales traen consigo ganancias invaluables, que nos ayudan a ver el mundo de otro modo, conocernos como humanos y a fomentar la empatía.

«Adoro este país que me enseñó el valor de lo pequeño y a sentir todo con pasión. Cada día, Argentina me enseña a respetar y aceptar las opiniones de los seres humanos; cada persona es diferente y no siempre es amable el intercambio, pero acá igual eres libre de expresarte. Argentina me ayudó a descubrirme y encontrar esa belleza peculiar y tan propia de Buenos Aires en cada parque, en cada esquina de cada barrio. A descubrir el profundo valor en un gesto, como la sonrisa indescriptible de un niño o una niña cuando le regalan una pelota de fútbol, y que compartir mate es un símbolo de unión sin hipocresía ni distinciones».

«Mi humilde deseo es aportar al crecimiento y desarrollo del país, ayudar a las personas, e intentar transmitir lo que aprendí en mi tierra; siento que en el encuentro cultural cada uno puede sumar sus propios valores positivos y entre todos podemos generar un mundo mejor. Mi tiempo en Argentina vale cada segundo».

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Argentina Inesperada es una sección que propone ahondar en los motivos y sentimientos de aquellos extranjeros que eligieron suelo argentino para vivir. Si querés compartir tu experiencia podés escribir a argentinainesperada@gmail.com . Este correo NO brinda información turística, laboral, ni consular; lo recibe la autora de la nota, no los protagonistas. Los testimonios narrados para esta sección son crónicas de vida que reflejan percepciones personales.

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