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Segundo de Chomón
Segundo de Chomón

Aunque Georges Méliès ha pasado a la historia como el gran prestidigitador del celuloide y como la persona que más hizo por el desarrollo técnico del cine en sus comienzos, en España contamos con un hombre que le pisó los talones en cuanto a ingenio y atrevimiento, que si bien no logró facturar una imagen tan icónica como la del cohete estrellándose en uno de los ojos de la Luna (Viaje a la luna, George Méliès, 1909), sí que dejó un reguero de genialidad a su paso que fue fundamental para situar el cine como el arte más popular del siglo XX. Se trata de Segundo de Chomón, turolense como Buñuel y director-inventor de la misma estirpe que Kubrick o James Cameron, del que este año se cumplen 150 años de su nacimiento. 

“Aún hoy Chomón es de una modernidad apabullante”, explica el pianista Jordi Sabatés, que desde el año 2005 lleva dando a conocer la obra de Segundo de Chomón por teatros de todo el mundo, acompañando sus poderosas imágenes al piano con música compuesta por él mismo. “El origen de este espectáculo se remonta a 1995, cuando hacía algo similar con la obra de George Mélies. Descubrí que una de las películas era en realidad de Segundo de Chomón y a partir de ahí me quedé fascinado por su mundo”.

Este miércoles, en la sede del Instituto Cervantes, con motivo del 150 aniversario del nacimiento del cineasta, en un acto que se podrá seguir en directo por el canal Directo 1 del Instituto Cervantes y por YouTube, Sabatés volverá a poner música a las imágenes de Segundo de Chomón. “Son 15 cortos con mi música en directo, pero no es el acompañamiento al uso del típico pianista de cine mudo, siempre un poco paliza y anticuado”, explica Sabatés. “No hay ninguna connotación historicista por mi parte, al contrario: mi música es contemporánea y se integra en las imágenes de Chomón, sorprendentemente modernas, de manera que se produce una dialéctica hacía un realidad de orden superior, por lo que el visionado es mucho más intenso”.

Chomón, estudiante de ingeniería, se introdujo en el mundo del espectáculo por una mujer, la actriz teatral francesa Julienne Mathieu, a la que conoció cuando se mudó a París en 1895, año en el que los Lumiere registraron la patente del cinematógrafo. Mathieu le convierte en marido y padre, pero Chomón ha de abandonar a la familia para cumplir el servicio militar en la Guerra de Cuba. A su vuelta se encuentra con que su mujer ha cambiado el teatro por el cine, y que se gana la vida coloreando a mano, fotograma a fotograma, las películas de Mélies. No tarda Chomón en enamorarse del medio y Melies lo recluta para su equipo. 

De ahí, se traslada a Barcelona donde monta un estudio de coloreado de fotogramas y de traducción de los rótulos de las películas extranjeras. Fabrica su propia cámara cinematográfica y filma una película en la que utiliza el trucaje de maquetas: Choque de trenes. Así, comienza su andadura como uno de los grandes pioneros del cine. “El trabaja en cuatro ámbitos importantísimos”, explica Sabatés. “En primer lugar estarían los trucajes, muchos de los cuales se siguen utilizando tal y como él los concibió. Sería el caso de la técnica del paso a manivela que hoy conocemos como el stop motion. Después, hace evolucionar el cine hacia la narratividad creando el concepto de la planificación, frente a un Méliès que se limitaba a crear trucos de magia y a filmarlos. Además, su trabajo en la animación fue muy importante, dando vida a objetos y muñecos y también a sombras y siluetas. Y, por último, estaría el color, ya que inventó el sistema Pathécolor”. En esta época barcelonesa, Chomón deja constancia de su talento en filmes como Gulliver en el país de los Gigantes, Eclipse de sol, Buceador fantástico o Una barba rebelde. También se asocia a Macaya y Marro, incipientes productores catalanes en la Hispano Films, que se dedicaban a filmar temas realistas populares o históricos.

Posteriormente, en 1906, Chomón fue contratado por Pathé para producir películas que pudieran competir contra el Cinema Fantastique de Melies. Aquí realiza algunas de sus obras maestras, entre las que destaca El hotel eléctrico (1908), en la que retrata un hotel a la vanguardia del desarrollo tecnológico, en el que los cepillos peinan solos, los zapatos se atan sus cordones y todos los electrodomésticos de la suite trabajan por sí mismos. También sería responsable de introducir en esta época el travelling en el cine. 

En 1910 Pathé, que ha abandonado paulatinamente el cine fantástico para producir filmes que dejan de lado el efectismo y se centran más en las historias, no le renueva el contrato y Chomón regresa a Barcelona donde forma sociedad con el empresario de variedades Joan Fuster Garí. Con esta productora rodó un total de 37 películas de asunto popular. “En 1912 fue llamado por Giovanni Pastrone para incorporarse a Itala Films en Turín y allí realizó la gran maravilla que es Cabiria (1914), en la que D. W. Griffith se inspiró para El nacimiento de una nación (1915)”, explica Sabatés. “En sus últimos años también participó en el Napoleón (1927) de Abel Gance, que se proyectaba en tres pantallas, o En el negro que tenía el alma blanca, de Benito Perojo, en el que hay un sueño de Concha Piquer en el que aparece el mono del Anís del Mono, que incluso se considera precursor de King Kong”.

150 años han pasado ya del nacimiento de este genio del cine, pero Sabatés considera que su figura todavía no ocupa el lugar que merece en nuestro país: «En España, como nos suele ocurrir, es injustamente valorado. Hay dos gigantes que hicieron que este invento que es el cinematógrafo, que muchos consideraban una mera curiosidad científica, evolucionara a lo que hoy llamamos el séptimo arte: Méliès y Chomon. Méliès es universalmente conocido, pero a Chomón hay que seguir trabajándolo».

@JavierYusteTosi



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