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Tras pasarse toda la noche en blanco peleándose por el recorte de emisiones de CO2, los jefes de Estado y de Gobierno de la UE apenas han dedicado menos de diez minutos a discutir el brexit, un asunto sobre el que aún preservan la unidad. La presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, les ha informado del fiasco de su cena con Boris Johnson el pasado miércoles, que no sirvió para acercar posturas.

El ambiente es de total pesimismo. Los líderes europeos asumen ya que no habrá acuerdo comercial entre Londres y Bruselas a tiempo y que Reino Unido abandonará el mercado interior y la unión aduanera el próximo 31 de diciembre de forma caótica, con una cascada de aranceles y perturbaciones en el comercio y el transporte que podrían agravar la crisis de la Covid.

«La situación es difícil, los principales escollos siguen ahí. La probabilidad de un no acuerdo es más alta que la de un acuerdo«, explica un diplomático de la UE con acceso directo a la discusión de los jefes de Estado y de Gobierno.

Las negociaciones entre el representante de la UE, Michel Barnier, y el de Reino Unido, David Frost, se han retomado este viernes sin grandes esperanzas. Von der Leyen y Johnson encargaron a sus equipos que hicieran un último intento. El domingo es el plazo final para verificar si el acuerdo comercial es posible o si lo mejor es levantarse ya de la mesa y acelerar los preparativos para amortiguar el caos.

Plan de emergencia

«El domingo decidiremos si tenemos o no las condiciones para el acuerdo», ha explicado Von der Leyen en la rueda de prensa final de la cumbre.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, todavía confía en una solución en tiempo de descuento. «Yo espero que haya un acuerdo, que tengamos la mejor de las relaciones con el Reino Unido, en interés de España y en interés de Europa», ha dicho en la rueda de prensa final de la cumbre. Pero también ha reclamado una «relación equilibrada» porque «nos jugamos mucho en términos del funcionamiento del mercado interior«.

De momento, la UE ya ha activado su plan de emergencia para prepararse para lo peor. Se trata de un total de cuatro reglamentos cuyo objetivo es salvaguardar una interconectividad básica por aire y por carretera entre Reino Unido y la UE en caso de brexit sin acuerdo. También se quiere garantizar un acceso recíproco de los barcos comunitarios y británicos a las aguas territoriales respectivas.

Tras 11 meses de negociaciones entre Bruselas y Londres, las diferencias parecen insalvables porque son de carácter político. La UE ofrece a Reino Unido un acuerdo de libre comercio con cero aranceles y cuotas. A cambio, exige a Johnson un cierto alineamiento con las reglas comunitarias en materia social, medioambiental y de ayudas públicas; o bien limitar el acceso británico al mercado único. El objetivo es evitar que las empresas británicas compitan con ventaja con las europeas.

Pero el Gobierno británico no quiere mantener ninguna vinculación con las reglas de la UE. Alega que el objetivo del brexit era precisamente recuperar la independencia y la autonomía legislativa. Este argumento de la soberanía es el mismo que usa Johnson para oponerse a un acuerdo a largo plazo que mantenga el acceso a la flota comunitaria a las aguas territoriales británicas. 

Competencia justa

«El principio de una competencia justa es una precondición para tener un acceso privilegiado al mercado de la UE, que es el más grande del mundo. Lo justo es que los rivales de nuestras propias empresas tengan las mismas condiciones en nuestro propio mercado», ha insistido Von der Leyen.

«Pero eso no significa que exigiremos a Reino Unido que nos siga cada vez que decidamos elevar el nivel de ambición, por ejemplo en materia medioambiental. Los británicos serán libres, soberanos, para decidir lo que quieren hacer. Nosotros simplemente adaptaremos las condiciones de acceso a nuestro mercado según lo que decida Reino Unido y esto se aplicará también en sentido contrario», señala la presidenta de la Comisión.

«Tampoco hemos encontrado una solución para resolver nuestras diferencias sobre pesca. Entendemos que Reino Unido aspira a controlar sus aguas. Por otro lado, Reino Unido debe entender las expectativas legítimas de las flotas pesqueras de la UE, que se basan en décadas y en algunos casos siglos de acceso», ha apuntado.

En lo único en lo que ha habido acuerdo es en cómo ejecutar el acuerdo de divorcio que las dos partes firmaron el año pasado, y que Johnson había amenazado con saltarse unilateralmente. Ahora, el Gobierno británico se compromete a retirar las cláusulas de su ley de mercado interior que vulneraban el protocolo sobre Irlanda del Norte, cuyo objetivo es evitar una frontera física y salvaguardar la paz en la isla.

«De una forma o de otra, en menos de tres semanas habrá un nuevo principio para viejos amigos«, ha zanjado Von der Leyen.

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