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Pepe Gutiérrez-Álvarez | El sabado 20 de noviembre ha tenido lugar un homenaje al que fue nuestro camarada y amigo Antonio Gil, uno de los más veteranos militantes de la Cuarta Internacional en el Estado español. 

Universitario que, junto con su “alter ego” Diosdado Toledano, dejó los estudios para trabajar a cuerpo entero en el seno del movimiento obrero, concretamente en la SEAT, donde siempre representó al sector más combativo y desde donde construyó un sindicalismo asambleario que combatió contra la patronal y contra la dictadura asesina. 

Después de un pasaje por la voluntariosa Internacional liderada por J. Posadas que, a su manera expresó una clara opción por la última Internacional que no claudicó,  Antonio estuvo igualmente en la creación de la LCR cuya orientación sindical representó con una persistencia a prueba de bombas durante décadas, hasta el final, algo que le llevó a descuidar incluso su salud. Este compromiso lo desarrolló como uno de los animadores de la Izquierda sindical en los años ochenta, como portavoz de la Corriente crítica en la década siguiente. Un historial a través de numerosas páginas con nombre y con sus actos como agitador y negociador duro. 

Antonio era amante de contar aquellas batallas, y en alguna ocasión hablamos de hacer un libro testimonial sobre todo aquello, obviamente no como vanagloria sino expresión de una memoria, tal como hicimos con Juan Montero sobre la “memoria obrera de Miniwatt”. El activismo militante llevado como una manera de vivir, le llevaron a representar a Comisiones Obreras en una asamblea multitudinaria en la FIAT en Italia [durante la mítica huelga de los 30 días de 1980], un momento único que le llevaba a creer que quienes han contemplado el directo la voluntad transformadora de miles de trabajadores gritando contra el capitalismo y el franquismo, nunca dejaría de creer que la victoria era posible. 

En los noventa, Antonio militó en EUiA y en la reconstrucción de la sección española aunque al final acabó distanciándose por matices y diferencias sin que ello significara el menor problema en lo personal, en una amistad que los que lo tratamos reconocemos por su integridad y franqueza.

Antonio también se distinguió por unas fuertes características personales. Era amante del buen vino, también de reírse del lucero del alba y la de hablar y discutir hasta dejarnos agotados.

Falleció después de una lucha agotadora con sus enfermedades. Ha dejado atrás una extensísima lista de camaradas de una lucha que se remonta a la mitad de los años sesenta, cuando comenzó a despertar una juventud que se enfrentó contra la dictadura como luego lo haría con el régimen de la Transición. 

Su biografía es inseparable de la de su compañera Carmen, y de amigos como Diosdado, Juan Montero, Anna Gabarró y tantos otros y otras. Con todos sus rasgos tan personales, tan maños, Antonio era uno de los mejores líderes obreros que hemos tratado y conocido. 

Sus últimas batalla fueron en el cuadro del 15-M en un receso de una de aquellas grandes manifestaciones que nos quitaron polvo y años de encima. Hablaba en su nombre y en el de los suyos en todas las tribunas. Exigía su tiempo para afilar tal o cual propuesta. En ocasiones más familiares, la broma era, “Leñe, Antonio te comes todas las palabras”. Era pura vehemencia, pero también reflexión. Tenía una buena artillería forjada desde la primera juventud cuando optó por algo tan raro entonces como el trotskismo. Esto era para él predicar con el ejemplo: nunca ni nadie le podrá acusar de haber sido algo parecido a un burócrata. Por el contrario: era la pesadilla de los burócratas.

Creo que no deja de resultar significativo que la primera opción política de Antonio Gil Diosdado -así le llamaban algunos despistados tanto en CCOO como en la CGT de la SEAT- fuese la IV Internacional… Militante integral, su rastro se puede encontrar en toda clase de plataformas, por ejemplo en la de ATUREM LA GUERRA. Recuerdo unas fotos aparecidas en el dominical de “El País” casi como un señor mayor al lado del grupo animador junto con Francesc Tubau, Pilar Botey, una bisoña Esther Vivas y otros.

En los años setenta-ochenta, Antonio formó parte de un plantel de militantes obreros de la Liga que fueron la pesadilla de los funcionarios que creían convencernos de que ya estaba todo hecho, de que la democracia era el final y no, como le correspondía, solamente el principio. 

Han pasado los años, algunos se olvidaron de los sueños y se colocaron… muy pocos. Antonio ha muerto con la conciencia de clase y personal limpia. En resumen, Antonio representó a una generación para el que las grandes huelgas obreras que fundamentaron su conciencia de clase. Que nunca abandonó la convicción de que, con todos los altibajos que se quieran, las grandes luchas obreras volverán a marcar el curso de la historia. De ahí la importancia de una biografía, la propia de un militante “de otros tiempos”, de aquellos que marcaron la historia de su tiempo y consiguieron conmover el orden establecido.

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