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(CNN Español) — Fue una verdadera fiesta de solidaridad. Este miércoles, y una vez más como desde hace ya 10 años, la Radio Metro de Buenos Aires realizó su «Misión Solidaria», donde miles de personas se congregaron para recolectar ropa, alimentos, juguetes y útiles escolares para los más necesitados.
«Somos todos voluntarios —explica el periodista Andy Kusnetzoff, creador de esta idea. No paran de venir los autos, hay cuadras de cola y eso habla de lo solidarios que somos los argentinos, de que entendemos lo que es estar en el lugar del otro y que nos necesiten. La parte triste es esa, escuchar la historia de los comedores y necesitan todo, todo, todo».
Las estadísticas oficiales marcan una realidad que duele: alrededor del 30% de los argentinos es pobre. Pero ese porcentaje aumenta al salir de la capital y, sobre todo, crece considerablemente entre los niños y jóvenes.
Según Unicef, el 47,7% de los niños son pobres. Esto engloba a casi 6 millones de niños de hasta 17 años, de los cuales 1,3 millones pasa hambre.
“Falta muchísimo para resolverla, pero no me quiero quedar protestando para que lo resuelvan otros. Cada uno tiene que hacer lo suyo. Yo siento que esto es lo que podemos hacer los comunicadores, convocar gente y darle una oportunidad de ayudar. Yo creo que la gente quiere ayudar», continúa Kusnetzoff.
Con esta premisa, desde las 5 de la mañana y hasta las 8 de la noche, los oyentes de la radio comenzaron a llegar a un predio del barrio de Colegiales de la capital argentina para traer sus donaciones. Allí eran recibidos por cientos de voluntarios, que revisaban y clasificaban todo para luego cargar los camiones que apenas se llenaban partían con la ayuda hacia los comedores.
La Misión Solidaria comenzó hace 10 años en el programa “Perros de la calle”, que conduce Kusnetzoff en esta radio todas las mañanas. Primero lo hicieron en una plaza y luego en la puerta de la emisora.
Pero la solidaridad de sus oyentes los sobrepasó y rápidamente se sumó toda la radio, por lo que decidieron buscar un lugar más grande que pudiera albergar semejante empresa.
«No deja de sorprenderme como siempre el que menos tiene es el que más ayuda. Y de conmoverme. Gente que tiene poco, entrega parte de eso. La verdad es un ejemplo hermoso para dar», apunta emocionado el periodista Matías Martín, responsable del programa vespertino de la radio y que desde hace varios años se sumó a esta iniciativa que ya se convirtió en un verdadero fenómeno.
«Vine el año pasado porque confío en los chicos, trabajo paseando perros y este año decidí decirles a todos los clientes que colaboren. Por eso pude traer varias cosas», explica Lucas Silva, que acompañado de cinco perros trajo en su camioneta un colchón, ropa y comida.
Andrea Expósito estuvo en su casa juntando ropa de hombre y mujer, que prolijamente clasificó en bolsas. «Todos podemos ayudar, aunque sea con poquito. Un paquete de arroz da de comer a cinco chicos, es importantísimo. Así que a ayudar todo el mundo», afirma emocionada.
Pero mientras en la capital la gente de agolpa para entregar sus donaciones y crecen las montañas de alimentos, ropa y otros productos, en muchos barrios alejados la gente comienza a agolparse para esperar los camiones que desde allí salen.
Coordinados por la Fundación Sí, estos camiones parten hacia numerosos comedores de zonas con carencias. Uno de ellos es el merendero “El sol, vos y yo”, de la localidad de Sol y Verde, a unos 45 kilómetros de Buenos Aires.
Allí, en una calle de tierra prácticamente intransitable por la lluvia, una multitud de chicos y madres esperan ansiosos la llegada del camión. Es que trae alimentos suficientes para darles la merienda durante todo un año a los 114 chicos que atienden, además de agua potable, colchones, un televisor y hasta una cocina.
El merendero, creado hace cinco años por Estefanía Lencina – o Juana como todos le dicen-, comenzó asistiendo a 15 chicos, que rápidamente se multiplicaron. “Pero como no trabajamos con política ni religión, no nos ayuda nadie”, explica su hija Guadalupe, que dirige la institución.
Desde hace tres años comenzó a recibir las donaciones de la Fundación Sí, provenientes en su mayoría de la Misión Solidaria, pero aun así no alcanza.
«Yo vivo de un sueldo y muchas veces me tocó a mí poner mi sueldo para darle de comer a los chicos cuando recién empezábamos. Yo estoy feliz, con mi corazón, yo veo cuando ellos vienen a tomar la leche. ¿Juana hay leche hoy? ¿Juana hay hoy comida? Sí, sí. ¿Y sabe qué? Me duele que no tengo para hacer otra olla para los grandes, las mamás, el que viene y tiene hambre», dice su madre con lágrimas en los ojos, que mezclan agradecimiento y dolor.
Ella creó el merendero en su propia casa, una edificación muy humilde y pequeña, con filtraciones y humedad, pero que hoy sirve de refugio para todos los chicos del barrio que, muchas veces, no tienen qué comer.
Pero hoy las dificultades que atraviesan a diario quedaron en segundo plano y todos ayudan. Chicos y grandes hacen una larga cadena humana para bajar las donaciones del camión y sortear el barro y los pozos de la calle, que impidieron que el vehículo llegue hasta la puerta.
Hoy nada los detiene y las sonrisas se instalaron en sus caras. Al menos por un rato.
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