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Rafael Cordón Aranda | Decenas de miles de personas acudimos este 7 de octubre a la, posiblemente, mayor manifestación en la región de Murcia. La constante ofensiva contra esta movilización en todos los medios del gobierno regional del Partido Popular, de la patronal agroalimentaria y de su corte de organizaciones de regantes, exportadores, fundaciones con mucho dinero y alcaldes no han conseguido más que afianzar la determinación de gran parte de la sociedad de que la situación de ecocidio del Mar Menor y del modelo agrario dominante debe cambiar.

No solo se ha salido a la calle en esta ocasión; durante estos últimos años la agitación ha sido constante: ya en octubre de 2019 hubo una manifestación de 55.000 personas en Cartagena,  ante la Asamblea Regional, rodeando el Mar Menor, peticiones al Parlamento y Senado, concentraciones en distintas localidades junto a la laguna; las redes sociales por medio distintos colectivos no han cesado de informar de la situación y se han celebrado numerosas charlas, ruedas de prensa, difusión de vídeos en tiempo real de cómo llega el agua contaminada o e del estado de las aguas. También, la iniciativa de recoger 500.000 firmas para presentar una ILP para dotar de personalidad jurídica al Mar Menor ha supuesto un método de difusión extraordinario no solo en la región sino en todo el estado. Y, lo más importante, todo ello ha sido posible gracias a cientos de activistas incansables que hacen posible la canalización de la indignación de la mayoría de la sociedad.

Y es que a la comprobación real de la degradación rápida del Mar Menor, lugar de referencia de generaciones para su disfrute paisajístico y turístico, de actividad pesquera y salinera se añade el conocimiento de que la agricultura que rodea a la laguna, tan alabada desde los medios por su capacidad de producir, de exportar, de dar trabajo, de aplicar tecnologías punteras, escondía como condición necesaria la destrucción de suelo fértil, la contaminación del acuífero del campo de Cartagena con más de 300.000 toneladas de nitratos, la conversión de agua de riego en un caudal ingente de aguas cargadas de nitratos (casi 3.000 kilos diarios llegan a la laguna ) que produce una degradación total que irremediablemente seguirá con el tipo de agricultura actual.

Además, esa sensibilización general sobre la pérdida del lugar más emblemático de la región ha llevado a conocer las condiciones de maltrato de los jornaleros y las jornaleras, la ingente cantidad de subvenciones que reciben y los millones de euros que las administraciones están dedicando para paliar el desastre con medidas que nunca van al origen: la agricultura superintensiva que ha adquirido tal poder que hace y deshace y que tiene a los partidos políticos mayoritarios desde siempre a sus órdenes.

Y es que aquí, como ocurre en todos los sitios, el predominio cada vez mayor de un capitalismo tan competitivo y agresivo del sector agroalimentario no puede esconder más como elimina a los pequeños agricultores y ganaderos, al comercio de cercanía, vacía el medio rural, contamina el medio ambiente y los alimentos, degrada la tierra fértil y las aguas, produce residuos tóxicos, y está, cada vez más, en manos de fondos de inversión especulativos que consiguen engordar la capacidad monopolística de algunas empresas a costa de atomizar y empobrecer al resto del sector. Y, por encima de todo, convierte el derecho fundamental a una alimentación sana de la población a las decisiones de las grandes corporaciones con el objetivo de aumentar más y más sus cuentas de resultados.

Esta gran manifestación ha demostrado la voluntad de defender el territorio de los ataques de la agroindustria  y afianzará la convicción de que aunque se hayan dado pasos muy importantes queda mucho por conseguir. Para empezar, que el Mar Menor salga de su agonía.

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