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CANTO CUARTO

¿Dónde has estado, mi niño de ojos azules?
¿Dónde has estado, querido hijo mío?

Estuve en el nadir de las ciudades,
en el cenit de los abecedarios,
rebasando los barrios anegados
por la dura tormenta interminable
que azota a quienes quisieron vivir
por encima de sus posibilidades:
tercer círculo: canto cuarto: distrito V:
aquí donde se rasgan la métrica y el pacto
y la ciudad se parte y se separan
—sin piedad, arrastrados por los perros—
los visitantes y los desahuciados

(visten todos los perros un único uniforme,
pertenecen al mismo cuerpo todos,
¿no es eso el poder, acaso: un cuerpo
que se sostiene en otros? ¿Y el infierno
no es perder toda esperanza, habitar
este aullido que ha ocupado el espacio
de la casa?). En la calle Tallers cae
la lluvia ahora y siempre, y una sombra
salvaje sobre el fango se levanta;
me llamo Arturo aunque Roberto me llame,
fui detective e investigué el pasado;
fui vidente y vislumbré el porvenir
(el presente es para mí un agujero):
de la ciudad partida a los vecinos
expulsarán con violencia / pondrán
en mi recuerdo una placa, una lápida
en esta esquina —una tan solo basta— /
se confundirán las voces de los cadáveres
con la sordera de los sacramentos,
y dirán democracia los partidos,
y al decir democracia dirán
                                                                  cicatriz /

¿Oyen los muertos lo que los vivos dicen luego de ellos?
Ojalá nada oigan:

Ojalá nada oigan.

(Adrián Bernal)


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