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Antonio Menéndez Vázquez, de Oviedo «de toda la vida«, es uno de los once tatuadores que trabajan en el reconocido estudio «El gremio tattoo» ubicado en Ciudad Naranco. Después de cinco años metido en este mundo artístico afirma que «el estilo en auge y sobre lo que estoy especializado es el realismo» cuenta. Si piensa en el perfil de quienes más demandan estos trabajos, su experiencia le dice que son hombres, entre 20 a 30 años. En relación a la pandemia y la caída o no de actividad, este ovetense asegura que «el estudio continúa con su actividad normal, incluso debido al encierro y después de meses de parón, podríamos decir que han aumentado las listas de espera».

Diseño original del tatuador Antonio Menéndez


Afirma que la clave del éxito de cualquier tatuador está en aprender a dibujar, tener constancia y llevar la técnica del dibujo al tattoo. «Al final vas acabar tatuando como dibujes; eso suele ir de la mano», sostiene.

El plantel de tatuadores ha crecido en Asturias tanto como ha crecido el gusto por la piel marcada. En Avilés ejerce Juan Manuel García Fernández, más conocido por su nombre artístico asturiano “Xuama”. En su caso lleva 26 años trabajando como tatuador profesional, desde aquel lejano año de 1996 en el que empezó. Sus inicios no fueron fáciles: “Antes no existían las comodidades para tatuar, ahora es más fácil apuntarse al carro” apunta Xuama, señalando la gran cantidad de compañeros profesionales que hay en el sector.

Diseño realista original del tatuador Antonio Menéndez


En su caso, es un artista y empresario que empezó desde lo más bajo, trabajando día a día “sin la intención de volverme millonario, sino de dedicarme a mi pasión”. Actualmente es el dueño de un estudio donde tiene ocho tatuadores especializados en todo tipo de estilos artísticos. Él, en concreto, se dedica al “bodysuit”, tatuaje extensivo que se aplica en todo el cuerpo. Y siempre buscando reinventarse. Su última novedad es “Xuamacare”, donde ofrece servicios de microblanding, láser o piercings. “Una rama más enfocada a la estética y el cuidado personal”, explica, que está muy de moda.

Miles de pieles diferentes han pasado por sus agujas, entre personalidades célebres como Fernando Alonso, Raquel del Rosario, Saúl Cravriotto y otros deportistas de élite… Aunque asegura que su mayor éxito, sin duda, “ha sido tatuar a mi padre que ya falleció y también a mis amigos, que llevan mis primeros trabajos. Confiaron en mi cuando estaba empezando y solo pretendía vivir humildemente de esto”. 

Xuanma define el tatuaje como “una forma artística que está en constante evolución, aunque siempre existen unos pilares sobre los que descansan los demás estilos y a los que siempre se recurre, reciclándose”. Haciendo un símil con la moda que siempre vuelve. Estos estandartes inmóviles serían el estilo realista, el japonés y el tradicional. “De estos siempre hay demanda, luego hay épocas que se ramifican, como el arte o la música” contextualiza Xuama. Ejemplos claros son el neotradicional o el neojaponés. 

Ahondando sobre cómo ha afectado el covid y el confinamiento a este sector, Xuama confiesa que “han sido tiempos duros, de reflexión e introspección. Incluso yo mismo, como autónomo, tuve miedo de que mi sueño de dedicarme a ser tatuador se pudiera truncar; me hizo pensar que de la noche a la mañana podía llegar a perder mi negocio”. Y como curiosidad añade que “la palabra resiliencia se ha disparado en los tatuajes que nos piden”. 

Aunque al tatuaje siempre le ha acompañados juicios de valor y ha sido un lastre para obtener determinados trabajos o para progresar en entornos más conservadores, Xuama declara que “vivo ajeno completamente a dichos prejuicios; los estigmas no van en la piel, sino en el cerebro”.

Una marca distintiva en muchas civilizaciones

Nada que ver con una moda nueva. Los tatuajes más antiguos proceden del Alto y Bajo Egipto, con las momias; en la antigua China Imperial solo los familiares del emperador y los grandes generales se podían tatuar como una marca de favor imperial; en las Islas Británicas los guerreros pictos se tatuaban la cara para asustar a sus enemigos; los antiguos cristianos se tatuaban un pez para ser reconocidos y pasar a rezar a las catacumbas. Ejemplos todos ellos de que el tatuaje viene de largo.

Más cerca en el tiempo, el capitán inglés James Cook fue capturado por un grupo de guerreros polinesios y regresó a su país cubierto de tatuajes. También los maorís se tatuaban casi todo el cuerpo (cuanto más fiero era el guerrero más marcado iba) considerando un honor para la tribu contraria matar al más fiero de sus rivales.

En África, bereberes y tuaregs se tatuaban señales en las manos y rostro por si se perdían poder regresar a su tribu, lo mismo ocurría con los esclavos, como forma de identificar a quien pertenecía cada uno en el caso de que fuera un esclavo huido. En lo más profundo de África lo que empezó como tatuaje derivó en escarificación. En Asia, aparte de los emperadores de China y Japón estaban los yakuza, grupos de la mafia japonesa que se tatuaron el cuerpo para ser reconocidos según su jerarquía. Eran tan poderosos que hasta las mismas instituciones que al principio les perseguían les acabaron pidiendo protección.

Durante la Segunda Guerra Mundial, los prisioneros que cayeron en manos del Tercer Reich eran tatuados con un número para ser reconocidos por su condición: judío, gitano, homosexual etc. En América, en zonas de Perú y México se han encontrado momias en cuevas rituales con más de mil años de Antigüedad que llevaban tatuajes. Y por último, en España, hasta la llegada de la democracia y la apertura al resto de Europa era prácticamente imposible conseguir cualquier material para tatuar por lo que se tatuaba con tres agujas atadas a un palillo con hilo de coser y solo iban tatuados presidiarios, marineros y legionarios. Fue por eso que el tatuaje estaba muy mal visto por el resto de sociedad.

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