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Según las estadísticas, una de cada ocho mujeres desarrollará un cáncer de mama a lo largo de su vida. Para mejorar el tratamiento y las ratios de supervivencia de esta enfermedad es crucial detectarla lo antes posible, incluso mucho antes de que aparezcan los primeros síntomas o de que el tumor se observe en una prueba diagnóstica. Y eso podría realizarse con un sencillo análisis de sangre, según ha demostrado un equipo de científicos del Vall d’Hebron Instituto de Investigación (VHIR) de Barcelona, quienes aseguran haber dado con cinco biomarcadores que permiten conocer el riesgo exacto de contraer esta enfermedad. De este modo, aseguran, podría llevarse a cabo un seguimiento más exhaustivo que permita anticipar el diagnóstico, lo que a la larga se traduciría en una mejora considerable del pronóstico y el tratamiento.

Según los datos de la Asociación Española Contra el Cáncer, una de ocho mujeres desarrolla cáncer de mama a lo largo de su vida.

Tras el rastro del microARN

Los científicos descubrieron que las sustancias que mejor predecían el riesgo de desarrollar células cancerosas eran unas determinadas expresiones de microARN, unas moléculas presentes en fluidos corporales, como la sangre, la saliva o la orina, encargadas de desactivar algunos genes e impedir que se expresen algunas proteínas en las células. La doctora Matilde E. Lleonart, jefa del grupo de Investigación Biomédica con Células Madre de Cáncer del VHIR y miembro del centro de investigación CIBERONC, explica que la comparación de estas moléculas entre mujeres sanas y enfermas permite obtener una firma molecular basada en estos biomarcadores que es capaz distinguir claramente entre estos dos grupos de personas en función del riesgo.

Para llevar a cabo el estudio, los investigadores obtuvieron tejido tumoral y sano, además de muestras de suero de 96 pacientes con cáncer de mama, que compararon con el de 92 pacientes sanas. En todas ellas se analizaron hasta 30 marcadores de microARN que en estudios previos se había observado que eran capaces de diferenciar tejido normal y tejido tumoral. “De entre todos los biomarcadores que estudiamos identificamos cinco (miR-125b, miR-29c, miR-16, miR-1260 y miR-451) que, según sus niveles de expresión génica, nos permitían saber si una muestra de suero determinada pertenecía a una paciente del grupo de control o a una con cáncer”, apunta la doctora Lleonart.

Los mismos investigadores validaron posteriormente los resultados con muestras de otro grupo de 20 pacientes con cáncer de mama y 60 mujeres sanas. En esa segunda prueba, explica la doctora, todas las pacientes con cáncer de mama verificaron la firma molecular que predice el riesgo de contraer la enfermedad. En otras palabras, no hay falsos negativos.

Las mamografías son esenciales para detectar precozmente el cáncer de mama.

Las mamografías son esenciales para detectar precozmente el cáncer de mama.


Foto: Istock

En busca de una proteína

De entre todos los biomarcadores uno era el más sospechoso: miR-16. Como sucede con todos los microRNAs, miR-16 se encarga de silenciar varios genes y, por lo tanto, impedir que se formen las proteínas correspondientes. En este caso, miR-16 controla la proteína CD44, la cual que está directamente relacionada con un tipo de cáncer de mama muy agresivo. Los investigadores descubrieron que unos niveles de miR-16 demasiado bajos se traducían en una expresión de CD44 elevada, lo que sugería un riesgo alto de contraer este agresivo cáncer de mama.

El equipo de investigación del VHIR está dirigido por la doctora Matilde E. Lleonart.

El equipo de investigación del VHIR está dirigido por la doctora Matilde E. Lleonart.


Foto: VHIR

Un sencillo test para conocer el riesgo de cáncer

Según la doctora Lleonart, de verificarse los resultados en una cohorte más amplia de pacientes, esta técnica tan poco invasiva podría usarse de forma habitual como cribado molecular en pacientes con mayor índice de riesgo: desde aquellas mujeres sanas que tienen o han tenido un familiar de primer grado que ha sufrido un cáncer de mama (como una madre o una hermana) hasta mujeres que estando sanas han experimentado la enfermedad en el pasado o incluso las que tienen malos hábitos alimentarios, o las que cuentan con altos índices de colesterol, niveles elevados de estrés o reportan un alto consumo de alcohol o de tabaco.

Además, aquellas personas con más probabilidad de desarrollar la enfermedad podrían someterse a seguimientos más exhaustivos mediante ecografías, una práctica diagnóstica que resulta mucho menos agresiva y que supone un menor nivel de radiación que las mamografías. Por así decirlo sería como trazar un hilo de sospecha que permita adelantarse al diagnóstico, ganando un preciado tiempo en la lucha contra una enfermedad contra la que cada día contamos con más y mejores armas.

El estudio publicado en la revista Frontiers of Oncology, ha sido realizado por un equipo conjunto de investigadores del Vall d’Hebron Instituto de Oncología (VHIO) en colaboración con el el CAP (Centro de Atención Primaria) Vallcarca-Sant Gervasi de Barcelona, el Instituto Oncológico IOB, la Clínica Universitaria de Navarra (Madrid) y el centro de investigación oncológico CIBERONC.

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