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  • Ambas mujeres, con movilidad reducida, no podían salir a la calle


  • Un tramo empinado formado por diez escaleras se lo impedían


  • Tirando de Youtube y de ingenio, Raúl les construyó un montacargas

Diez escaleras, exactamente, separan a Mari y a Josefa de la calle. Ese obstáculo y la imposibilidad económica de instalar un elevador habían condenado a estas dos mujeres con movilidad reducida a estar permanentemente encerradas en su casa de Palmeira, en Ribeira (A Coruña).

Pero el ingenio de Raúl les permite, ahora, sortear esa barrera que antes era insalvable. Él es el marido de Mari, el yerno de Josefa y, también, quien les ha construido el elevador artesanal que ahora les ofrece la posibilidad de salir de casa.

Mari, de 54 años, tiene fibromialgia y diabetes. A ello se sumó un cáncer de mama que mermó mucho su estado físico. “Cada vez que quería salir, tenía que bajar las escaleras de culo porque no podía hacerlo de otra manera”, cuenta Raúl a NIUS.

Su suegra Josefa, de 89 años, lleva tres años encerrada en casa. Una fractura de cóccix mermó su movilidad y desde entonces únicamente se mueve entre las estancias de la casa con un andador.  

Raúl es quien se ocupa de ellas, de hacer de comer, de lavar la ropa y de llevarlas al médico. A esas tareas, en los últimos meses, se ha sumado la de construir un montacargas casero.

Construyendo un montacargas con vídeos de Youtube

“Tienes que hacer algo”. Esa fue la frase que Mari le dijo a Raúl y la que ‘prendió la mecha’ para construir con sus propias manos el elevador que ahora les salva de un empinado tramo de escaleras.

“Miré lo que costaba que vinieran a instalarnos uno y, como era inviable que pudiéramos pagarlo, me puse a ver tutoriales en Youtube para hacer uno yo mismo”, explica Raúl.

A mediados del año pasado, cuando ahorró algo de dinero, decidió comprar los elementos básicos que necesitaba para construir un montacargas artesanal, entre ellos un polipasto de cable y una estructura metálica.

“Al principio fue complicado porque no tenía ni idea de cómo hacerlo. Pero vi varios sistemas de guías, me fijé en el más seguro y lo copié”, cuenta. Los vídeos de bricolaje y su experiencia haciendo algunos trabajos de albañilería le sirvieron para, finalmente, construir el artilugio con éxito.  

Todavía no está acabado, pero el elevador ya cumple su función. Su mujer ya puede entrar y salir de casa sin necesidad de llamar a otras personas para que le ayuden a bajarla. “Mi suegra todavía le tiene miedo al maquinillo”, sostiene.

Dicen que la necesidad agudiza el ingenio. Ahora, Mari y Josefa ya pueden salir a ver el mar que tienen tan cerca de su casa. 



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