[ad_1]

El Tribunal Islámico de Sharjah ha rechazado la solicitud de divorcio de una mujer árabe que deseaba poner fin a 25 años de convivencia y le ha ordenado que regrese a casa de su marido “obedientemente”, según informa el diario Gulf News. Sharjah es uno de los siete miembros de la federación de Emiratos Árabes Unidos (EAU), un país que ha hecho bandera del avance de sus mujeres. Sin embargo, el fallo pone en evidencia la concepción tradicional del matrimonio que aún impera entre los jueces encargados de los asuntos de familia y en parte de la sociedad. No es el único ejemplo.

La mujer, que la noticia identifica como “árabe en la cuarentena”, presentó la demanda de divorcio para tener más libertad de estar con sus amistades y viajar. “No puedo vivir más con él, y quiero divorciarme”, declaró ante el juez, según el periódico. No obstante, el magistrado desestimó que tuviera motivos para estar descontenta y aceptó la versión del marido.

Este, en la cincuentena, manifestó ante el tribunal que amaba a su mujer y que no quería divorciarse. También dijo que ella solía salir de casa sin su conocimiento y que no le mostraba respeto, pero que él no le ponía pegas debido al amor que le profesa. El juez también ordenó al marido que reduzca el dinero que facilita a su esposa para gastos personales de 25.000 a 6.000 dirhams (de 6.000 a 1.400 euros) mensuales.

En Emiratos Árabes, tanto la mujer como el hombre pueden iniciar un proceso de divorcio, según se explica en la web de información del Gobierno. Si no prospera el obligado proceso de conciliación, existe la alternativa de un divorcio amistoso o, si no hay acuerdo, se inicia el litigio. En este caso, los matrimonios entre musulmanes se dilucidan de acuerdo con la ley islámica (Sharía), que permite que el nombre se divorcie de forma unilateral, pero requiere que la mujer obtenga una orden judicial. Los residentes extranjeros no musulmanes pueden pedir que se les apliquen las leyes de sus países de origen.

No es la primera vez que los medios de comunicación emiratíes se hacen eco de la negativa de un juez a conceder el divorcio a una mujer. El pasado agosto, el Tribunal de Apelación para Asuntos de Familia de Ras al Khaimah (otro de los emiratos) ratificó el rechazo de la solicitud de divorcio por parte de una ciudadana identificada como de un país del Consejo de Cooperación del Golfo, a pesar de que alegó que su marido no cumplía sus responsabilidades de mantenimiento de la familia.

Esos casos que llegan a los titulares revelan a una concepción muy tradicional del matrimonio y del lugar de la mujer en la familia y la sociedad. No es algo anecdótico. El reciente anuncio de que los residentes extranjeros que aporten un talento extraordinario en la ciencia, la tecnología, las artes o la inversión podrán acceder a la nacionalidad emiratí, ha recordado que las mujeres emiratíes no pueden transmitirla si se casan con extranjeros.

“Naturalización para los hijos de las ciudadanas. Esa es la demanda”, tuiteó la jequesa Jawaher Al Qasimi, esposa del emir de Sharjah, poco después de que se conociera la noticia.

Sólo desde 2011, los hijos de mujeres emiratíes casadas con extranjeros pueden solicitar la nacionalidad al cumplir los 18 años. Por el contrario, los hijos de ciudadanos emiratíes casados con extranjeras son automáticamente emiratíes. Ocurre en muchos países de Oriente Medio, donde los esfuerzos de las feministas para que la nacionalidad también se transmita por línea materna han encontrado resistencia en los sectores más conservadores.

Esa discriminación legal es una de la contradicciones con las que choca la política oficial de promoción de las emiratíes. Junto a reformas meramente cosméticas como nombrar ministras (en carteras de escaso calado) ha habido otras más sustanciales. Las autoridades anunciaron el pasado noviembre que van a eliminar el concepto de crimen de honor, que permitía reducir las penas de los hombres que actuaban contra las mujeres de su familia con el pretexto de proteger la reputación de ésta, y que a partir de ahora serán tratados como asesinato. Aunque las provisiones legales aún no se han publicado, el plan incluía también contra la violencia y el acoso.

Sin embargo, la ley que regula los asuntos de familia (denominada de estatuto personal) sigue estipulando que, para casarse, las emiratíes cuenten con el permiso de su tutor legal, que tienen que obedecer a sus maridos, que no pueden trabajar sin su permiso. Persisten las diferencias para heredar. Y la ley contra la discriminación, de 2015, no incluye el sexo.

[ad_2]

Source link