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Ni los cuellos de botella productivos, ni la invasión de Ucrania, ni los problemas de suministro energético han acabado con la globalización económica. Medirla es el objetivo del Índice de Conectividad Global que elaboran anualmente la compañía DHL y la Stern School of Business de la Universidad de Nueva York. Y la principal conclusión para la edición de 2022, es que el fenómeno ha recuperado la intensidad de 2019 a pesar del evidente enfriamiento de las relaciones entre EE UU y China. España, por el menor flujo de turistas, baja por su parte cuatro posiciones respecto a cuatro años atrás en la clasificación de 171 países.

“Tras un ligero declive en 2020, el índice rebotó por encima de los niveles prepandemia en 2021, y los datos disponibles hasta ahora apuntan a un nuevo incremento en 2022″, resume el estudio. “Los flujos internacionales se han demostrado notablemente resilientes en las recientes crisis, refutando con fuerza la idea de que la globalización ha empezado a retroceder”. No obstante, el informe también detecta movimientos que desafían a la lógica globalizadora, como la creciente tensión entre las dos mayores economías mundiales, la estadounidense y la china, o las tendencias hacia la regionalización económica, ya que aproximadamente la mitad de los intercambios internacionales se realizan entre países de una misma área geoeconómica.

Sobre la guerra comercial entre Washington y Pekín, el estudio admite que el conflicto de Ucrania y las tensiones sobre Taiwán han hecho crecer “el temor a una nueva guerra fría que fracture la economía global en bloques rivales”. Y encuentra “claros signos de desacoplamiento” entre las dos superpotencias. Ocho de los 11 flujos de todo tipo (desde mercancías hasta personas o colaboraciones científicas) entre EE UU y China han retrocedido desde 2016. En sentido inverso, pasa lo mismo en siete de las 10 categorías analizadas (el índice no dispone de datos de llegadas de turistas por parte del gigante asiático). Y, sin embargo, destacan los autores, no hay en todo el mundo dos países que no compartan frontera terrestre entre los que exista un volumen mayor de intercambios.

En cuanto a la regionalización, el análisis destaca que esta no se produjo, cuando la pandemia sugería que podría ser así. Pero Steven A. Altman, investigador sénior de la Universidad de Nueva York y coautor del informe junto a su colega Caroline R. Bastian, ha afirmado en la presentación que “todavía está por verse si los patrones de comercio van a regionalizarse significativamente en el futuro”. Esto es así, ha explicado, porque “muchas compañías y Gobiernos se están concentrando en buscar proveedores cercanos (nearshoring) para regionalizar las cadenas de suministro, y hay beneficios sustanciales para los negocios que pueden provenir de la regionalización”.

Un ejemplo claro de la vuelta a lo cercano se ha dado en el turismo, aunque forzado por las circunstancias de la pandemia y las restricciones de viajes internacionales. Este es, de los cuatro pilares estudiados, el que más sigue resintiéndose respecto a la época precovid. En 2022 seguía un 37% por debajo de los niveles de 2019, aunque a la vez el volumen de viajeros internacionales se duplicó respecto a 2021. Es, por tanto, un campo donde queda margen para que la globalización recupere músculo. Aunque, por la ralentización del crecimiento económico, podría perderlo en los otros apartados. Además de los flujos de personas (turismo, estudiantes internacionales, emigración), el índice también contempla los de información (internet de banda ancha, colaboración científica…), los de capital y los puramente comerciales. Estos dos últimos tienen un peso del 35% cada uno sobre el total, mientras que los dos primeros pesan un 15%.

Europa es, como habitualmente, la campeona mundial de la globalización. Ocho de los 10 países con mayor conectividad global pertenecen al Viejo Continente, con Holanda un año más a la cabeza. Los únicos extraeuropeos son Singapur (2ª posición mundial) y Emiratos Árabes Unidos (6ª), donde precisamente se ha presentado el índice este año, aprovechando una visita al Centro de Innovación de DHL para Oriente Próximo al que EL PAÍS acude por invitación de la compañía junto con otros medios europeos. En las posiciones de cola predominan naciones del África subsahariana. Para cada uno de los 171 países analizados, se miden dos grandes parámetros de conectividad: la profundidad (el peso de los flujos internacionales respecto al tamaño de su economía) y la amplitud (la distribución de esos flujos por todo el mundo).

España anota 68 puntos, los mismos que en 2019, pero por el avance de otros países retrocede cuatro puestos y es la 26ª de la clasificación. Y se posiciona mejor en amplitud (21ª) que en profundidad (66ª). Francia, Alemania, Reino Unido, Luxemburgo e Italia son, por ese orden, los territorios con los que existen más intercambios. De entre todos los parámetros estudiados, España obtiene la primera posición mundial en apertura de las cuentas de capital (un concepto que se relaciona con el grado de inversiones internacionales), pero su condición de superpotencia turística (segundo país más visitado del mundo en 2019) lastra su puntuación general al ser un sector que todavía no se ha recuperado.

“La globalización no es simplemente una palabra de moda, es una fuerza poderosa que ha transformado nuestro mundo a mejor”, ha asegurado en la presentación John Pearson, consejero delegado de DHL Express, que es la principal división del grupo Deutsche Post DHL. El gigante alemán de la paquetería y la logística, con una presencia global en 220 países y casi 395.000 empleados, tiene un interés evidente en que el mundo esté cada vez más interconectado y por ello se alía con la escuela de negocios de la Universidad de Nueva York para elaborar este índice, que se publicó por primera vez en 2011.

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