sábado, abril 27, 2024
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La animación española quiere conquistar China tras triunfar en Hollywood

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Fotograma de 'Dragonkeeper', la ambiciosa producción entre China y España que inaugura Málaga.

Javier Zurro

Málaga — 

La animación española vive un momento más que dulce, casi de ensueño. Los hitos se han sucedido durante todo 2023. Una película animada española llegó al Festival de Cannes (Robot Dreams), otras dos estuvieron en San Sebastián (Dispararon al pianista y El sueño de la sultana), y una de las películas más taquilleras del año fue de dibujos (Momias). A eso sumen que el filme de Pablo Berger ha logrado cimas históricas. Ganó en Annecy, también el Annie a la Mejor película animada independiente del año y ha entrado entre las cinco finalistas al Oscar a la Mejor película de animación por encima de súperproducciones y pesos pesados como Wish, de Disney; o Las tortugas ninja. 

Si Hollywood ya está conquistado por la animación española, ahora le toca el turno a China. Así, como suena. No es una exageración. El mercado asiático es uno de los más importantes, y cada vez más, las productoras hacen guiños a China, el país junto a EEUU donde más taquilla se hace, para lograr estrenar allí. No es fácil. Hay un férreo control sobre qué películas llegan a las salas y se favorece a las producciones locales antes que a las estadounidenses. Por eso suena a reto logrado que una película de animación española haya conseguido la coproducción con China y asegurado, por tanto, un estreno allí.

Se trata de Dragonkeeper, que además ha dado el pistoletazo de salida a la Sección Oficial del Festival de Málaga. Es la primera vez que una película animada lo hace. Desde el comienzo, los logos oficiales del Gobierno chino aparecen en pantalla y los créditos aparecen en ambos idiomas. Ahí sale el nombre de su realizador, Salvador Simó, que ya compitió en el certamen con Buñuel y el laberinto de las tortugas. Su cambio de tercio es radical. Si allí era una película destinada a un público adulto, aquí hay un cuento para los más pequeños de la casa y todas las familias. Una película ambientada en China, con dragones, leyendas milenarias y mucha fantasía. También en la animación hay un giro de 180 grados. El trazo manual y artístico de Buñuel se sustituye con una apuesta por el 3D más realista y con especial detalle por los dragones.

Una adaptación del libro de la autora australiana Carole Wilkinson, que cuenta con cinco secuelas y otra precuela, lo que abre la posibilidad de una exitosa franquicia animada. Esta primera cuenta la historia de Ping, una niña esclava en la China imperial que ayuda a escapar al último de los dragones y luchará por recuperar un huevo de dragón robado por el malo de turno para alcanzar la inmortalidad. Para su director, Dragonkeeper quiere recuperar las películas de “aventuras que veíamos antes, como Los Goonies”. Aventuras que no tienen edad, porque tiene claro que infravaloramos a los más pequeños. “Pensamos que los niños no van a entender las películas, y nos equivocamos, quienes no las van a entender van a ser los adultos. Por eso creo que hay que tratar al público con mucho respeto”, apunta.

Una producción accidentada

La producción de la película comenzó allá por 2016. Entonces Salvador Simó era el diseñador de personajes que se encargaba, entre otras muchas labores, de dar forma a los dragones buscando esculturas tradicionales chinas. Al frente de la dirección estaba Ignacio Ferreras, director de Arrugas. En 2018 Ferreras abandonó el proyecto y Simó tomó las riendas de una película que tenía la difícil labor de contentar a la parte china, que controlaba que cada representación de su cultura fuera exacta, y que posteriormente se las vería con una pandemia y dos confinamientos diferentes, el español y el del país asiático.

“En principio los estudios estaban en España, pero luego vino la pandemia, con lo que tuvimos que reajustar rápidamente la producción para hacerla toda online. Fue muy duro, porque nosotros estuvimos durante la pandemia trabajando 20 horas al día y luego llegó el confinamiento en China, con lo cual ellos ya no podían trabajar y todo nos retrasó mucho, nos cortó los flujos de producción. En cuanto se pudo viajar a China en enero del año pasado fuimos en el primer avión para intentar empezar a montar toda la producción y poder terminar la película a tiempo”, recuerda.

La cultura china y la española son muy diferentes y ha habido un abismo cultural muy grande. Ha sido muy duro cruzarlo, pero creo que al final hemos conseguido algo muy chulo

Salvador Simó — Cineasta

Hubo “miedo” a que el trabajo de tantos años se quedara en un cajón, pero “no se podía hacer nada”. “En China estaban encerrados en sus casas, y hasta que no lo liberaron no pudimos ir allí para agilizar todos los procesos y terminar la película como pudimos. En ese momento ellos contrataron a muchos estudios de animación de China para que pudieran terminar la película e hicieron el trabajo de tres años en uno”, añade sobre aquellos momentos donde todo parecía que podía irse al garete.

Dragonkeeper es el fruto de “un acuerdo de coproducción cinematográfico de China con España, que es algo que no tienen con muchos países”, y desde el origen “se ha producido dentro de este acuerdo”. “Son culturas muy diferentes y ha habido un abismo muy grande entre las dos culturas. Ha sido muy duro cruzar ese abismo, pero creo que al final el resultado está ahí y que hemos conseguido algo muy chulo”, dice de las dificultades de juntar dos mundos tan diferentes.

Ese abismo cultural se asoma en la presencia de un codirector chino en los créditos, Jianping Li, y un coguionista, Wang Xianping. “La dirección principal era nuestra”, aclara Salvador Simó, que reconoce que ellos “se encargaban un poco más de la preservación cultural”. “Me parece perfecto porque todos hemos vivido experiencias de ver películas como Misión imposible, donde en Sevilla aparecen las fallas y en este caso teníamos al decano de la universidad, que estaba muy metido dentro del mundo cultural y político de allí, como un asesor que cuidaba un poco de nosotros”, explica.

Sus indicaciones debían seguirse, y abarcaban desde la forma en “cómo se cogían los pinceles o si al saludar un hombre pone la mano derecha arriba, y si es una mujer la izquierda”. “Detalles que a nosotros a lo mejor nos dan absolutamente igual pero a ellos no, y yo creo que hay que tener un respeto cultural”. El estreno en China no tiene fecha cerrada, pero confía en que sea poco después del de España, donde llegará el 19 de abril. Antes lo hará en EEUU, donde será distribuida por Viva Kids y será vista posteriormente en Hulu.

A pesar del buen momento de la animación española, Simó apunta también uno de sus problemas, y es que “las instituciones tendrían que ser un poco más conscientes del potencial brutal que tiene la animación en España a nivel de producción, y no de servicios”, y aquí da con la pieza que falta: “No confundamos cosas, estamos trabajando a nivel de service para películas alemanas o francesas, pero la lástima es que no podamos nosotros producir el producto”.