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Chechu Álava (Piedras Blancas, 1973) y Breza Cecchini (Oviedo, 1973) coinciden en Barcelona, en la Galería Alegría, durante estas semanas. Cada una con su particular proyecto artístico y su propia exposición. Las pintoras asturianas, dos de las de mayor proyección nacional e internacional y ambas con obra en el Museo de Bellas Artes de Asturias, además de en muchas otras instituciones y colecciones públicas y privadas, mantendrán sus exposiciones en la sala catalana, cada una en su propia sala, hasta el 8 de julio.

«Eros» es la primera exposición individual de Chechu Álava para la Galería Alegría. La obra de la asturiana, instalada en París desde hace años, se caracteriza por «la recuperación de una narración que ponga en el centro la figura femenina» y la «restitución de una tradición minusvalorada de artistas, escritoras, pioneras y rebeldes» a través del arte. Álava pone al servicio de ese propósito una técnica depurada y delicada, muy reconocible por su personal «esfumado». Ahora, en «Eros», explora la intimidad y el deseo femeninos, a través de «un conjunto de pinturas directas, rotundas y sexys». Son, como los presenta la galería barcelonesa, «cuadros libres y desbordantes que nos dan la bienvenida al sofocante ámbito indiferenciado del ansia, el misterio y el anhelo» y en los que «caricias, esperas, miradas veladas… se suceden en encuadres rotundos en los que predomina la curiosidad por el cuerpo propio y por el ajeno».

Breza Cecchini se presenta en la capital condal con «I Wild Yes». Los caballos, que son «un motivo esencial en sus cuadros y aparecen en ellos con ambigüedad y ambivalencia, evocando la fascinante oscuridad de los cuentos o los presagios del tarot», y los lobos, «como recuerdos de amenazas pasadas» y «también como aliados, guías y protectores», son esenciales en la iconografía de la artista, también en esta exposición. Y junto a ellos, las mujeres. Todos ellos conviven en sus cuadros, «como si, juntos, estuviesen custodiando un ensueño de vida, creación y destrucción». La de Cecchini es «una pintura muy personal que la propia artista describe como herramienta de exploración, juego de adivinación y registro de la propia historia vivida». La multiplicidad y la polisemia tan presentes en su obra la dotan de «un atractivo y potencia casi sobrenaturales».

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