De Quijote a García Márquez, un paseo virtual con Salman Rushdie

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Salman Rushdie en el festival literario de Cheltenham.
Salman Rushdie en el festival literario de Cheltenham.David Levenson / Getty Images

¿Qué puede salir de un consagrado escritor indio escribiendo sobre Quijote y Sancho como dos Easy Rider atravesando Estados Unidos? En lo literario, el fruto de la macedonia es la última novela de Salman Rushdie, Quijote, y en lo estético, una de las perlas del Hay Festival de Querétaro en su versión digital, que sentó al novelista con la escritora mexicana Carmen Boullosa para que durante una hora hablaran de Cervantes, Shakespeare, García Márquez, la literatura latinoamericana, el movimiento negro en Estados Unidos o la nueva masculinidad.

El autor de Hijos de la medianoche (1981) y Los versos satánicos (1988) habló de su última novela, una sátira contemporánea del clásico de Miguel de Cervantes. En Quijote, Sam DuChamp, un novelista mediocre, crea el personaje de Quijote, un comerciante estadounidense obsesionado con la televisión y enamorado de una de las estrellas de la pequeña pantalla. Quijote emprende una travesía por los Estados Unidos junto con su hijo imaginario, Sancho, en busca de su amor.

La original combinación salió de una casualidad solo a la altura de uno de los escritores más vendidos del mundo. Mientras preparaba el prólogo de un libro ajeno, Rushdie releyó la obra de Cervantes y de ese cerillo surgió su última novela, reveló el escritor indio. “Yo quería escribir una novela de un viaje a través de los Estados Unidos y antes de empezar tuve que releer El Quijote y de ahí salió esta mezcla. En realidad, no sabía cómo iba a ser mi protagonista pero quería que fuera en motocicleta y que incluyera algo de la relación entre padres e hijos”, explicó.

En su libro, Quijote y Sancho son morenos y de origen hindú, pero el escudero y el hidalgo tienen, en esta ocasión, una relación que comparó con Pinocho. “En mi libro Sancho no es Sancho, sino el hijo que Quijote quiere tener porque tiene necesidad de ello. Sancho es un personaje que se retroalimenta de quien tiene al lado y, en este caso, es como Pinocho, una figura creada en madera por un padre que desea tener un hijo”.

¿Y cómo se acerca alguien a un libro como El Quijote? ¿Puede enamorarse un consagrado escritor de una de las obras maestras de la literatura universal? Pues depende de la traducción y de Carlos Fuentes, respondió Rushdie. “La primera vez que leí El Quijote fue durante mi época universitaria pero tenía una traducción muy sosa. Y yo le decía a mis amigos ’no lo entiendo: ¿por qué es esta una obra tan grandiosa?’. Pero cuando conocí a Carlos Fuentes me hizo llegar una versión del siglo XIX del inglés y los personajes comenzaron a cobrar vida. Fuentes trajo el libro a la vida para mí”, señaló.

El escritor, nacido en Bombay hace 73 años, reconoció sus fuertes vínculos con la literatura latinoamericana en la que desembarcó de la mano García Márquez y Carlos Fuentes. Luego llegaron sus viajes por Nicaragua, Argentina o México donde se enamoró de un mundo que le resultaba muy similar a su India natal. “Cuando empecé a leer en español nunca había estado en América Latina pero me parecía un mundo similar a India. Eran dos civilizaciones con pasado colonial fuerte, pero que impone su cultura local y que ha sufrido distintas dictaduras militares. En ambos lugares hay gran división entre ricos y pobres, un enfrentamiento entre campo y ciudad y donde la religión juega un papel importante. Hay un mundo similar en ambas partes. Cuando leo las historias de dictadores de García Márquez, recuerdo a mis propios dictadores”, resumió.

A pesar de que se inspiró en Shakespeare, Voltaire o Cervantes, el escritor indio detalló que el principal reto cuando se sienta al teclado es seguir utilizando técnicas que han quedado desbordadas. “Lo más difícil para un escritor, en medio de esta realidad loca que nos toca vivir, es seguir usando técnicas de la novela realista, porque el mundo ya no es realista sino fantástico”. Otro de los pánicos descritos tiene que ver con los años. “Lo malo de ser escritor joven es que no sabes nada, te falta la educación de la vida y tienes que fingir sabiduría. En cambio, cuando eres viejo, debes fingir energía. El desafío es combinar ambas cosas”.

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