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Ana Cris y Julián Ortega en el 'Cantar de los cantares'. Foto: Manuel Castells
Ana Cris y Julián Ortega en el ‘Cantar de los cantares’. Foto: Manuel Castells

Ignacio García (Madrid, 1977) fue invitado por el Museo Universidad de Navarra para asentarse en él y, a partir de sus fondos, idear un montaje. A priori, recibió la propuesta sin tener nada claro por dónde encarrilarla. Pero el director madrileño no tardó en identificar el hilo del que quería tirar cuando empezó a curiosear entre sus piezas y documentos, custodiados en el edificio diseñado por Rafael Moneo. “Desde la primera visita a la colección decidí que el material del fotógrafo Ortiz Echagüe tenía un enorme potencial escénico y expresivo, una fuerza mística relevante y profunda que enlazaba con los grandes poetas místicos”, explica a El Cultural.

Aquella intuición la conectó de inmediato con un deseo largamente gestado: trabajar a partir del Cantar de los Cantares, uno de los libros del Antiguo Testamento, atribuido –no de manera pacífica– a Salomón, y que Fray Luis de León tradujo directamente del hebreo, saltándose la consigna escolástica de tomar como referencia únicamente la versión latina. El resultado de ese peculiar maridaje lo exhibe, este viernes y el sábado, en la Antigua Universidad Renacentista (AUREA), dentro de la programación del Festival de Almagro, que García dirige desde 2018.

“Al ver los originales de Ortiz Echagüe sus versos comenzaron a resonar en mi cabeza, como una parte del mismo universo conceptual y espiritual”, señala García. El resultado de la fusión lo define como “un viaje espiritual y exótico a un territorio propio en el que la palabra y lo visual se suman para dar una enorme energía y veracidad a la experiencia del amor místico, a través de la voz y el canto de los intérpretes”, que son Ana Cris (Esposa), Julián Ortega (Esposo) y Rita Barber (Amiga). “El trabajo con ellos ha sido apasionante en la apropiación y encarnación de un texto muy difícil por su altura lírica, pero su verdad y compromiso han conseguido ese difícil propósito”.
Formalmente, se trata de una pieza difícil de encasillar en un molde preciso. García habla de “instalación poética mística, con texto, música, vídeo, interpretación y canto”. También advierte de que su propósito era escenificar “el milagro de amor que describe el poema de Salomón y que espiritualiza el poema místico”.

Sobre las tablas se proyectan algunas de las fotografías de Ortiz Echagüe, básicamente su serie dedicada al norte de África, porque, precisa García, “aunque a priori su España mística podía parecer la más adecuada a la temática del texto de Fray Luis, el exotismo sensual y espiritual de la serie norteafricana parece hecho a medida de muchos de los versos e ilustra a la perfección el periplo emocional de los personajes del Cantar”.

Si la autoría del texto bíblico no es una cuestión del todo cerrada, tampoco lo es ahora que el poema sea de Fray Luis de León. Muchos estudiosos lo ponen en duda. Lo que está fuera de discusión es su traducción en prosa. García toma el poema íntegro, en su versión en octava rima. “Hemos cortado un porcentaje muy pequeño de versos y no hay añadidos textuales (sí imágenes, acciones, músicas, objetos…) sino un vuelo libre y contemporáneo sobre los versos y la interpretación del amor místico”.

La inclusión de Fray Luis de León en el festival manchego se debe a la decisión de su máximo responsable artístico de dar cabida a los ancestros del Siglo de Oro: “Son muchos sus abuelos y padres, a los que debe diferentes cualidades”. Este año están representados en la épica del Mío Cid (servida por José Luis Gómez), en la naturaleza alegórica de Gil Vicente y en la lírica de Antonio Ferreira. Y, por supuesto, en la mística de Fray Luis de León. Almagro, pues, como reserva de la biodiversidad de aquel siglo dorado en lo dramático y lo poético.

@alberojeda77



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