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Entre los problemas de salud más frecuentes hoy en día nos encontramos con que muchas parejas tienen dificultades a la hora de engendrar hijos.
Cada vez son más los niños que tienen que ser concebidos mediante reproducción asistida, microinyectando un espermatozoide del padre en el interior del ovocito materno.
Esto se debe a un preocupante declinar de la calidad seminal de los varones iniciado hace unos 50 años.
Los datos son preocupantes
En los años 70 del siglo pasado en el semen de un hombre medio había alrededor de 101 millones de espermatozoides por mililitro. En su mayoría eran espermatozoides con una morfología y una motilidad normal.
Pero hoy en día en el semen de un varón medio apenas hay 49 millones de espermatozoides por mililitro y buena parte de ellos tiene una motilidad reducida y, con frecuencia, una morfología anómala.
- Por si alguien no domina el término, motilidad en biología expresa la habilidad de moverse espontánea e independientemente. Y en el caso concreto de los espermatozoides hace referencia a la capacidad que tienen de nadar a través del cuello del útero, el útero y las trompas de Falopio de la mujer para llegar al óvulo, por lo que es algo fundamental para que pueda haber fecundación
Por eso este declive, en número y en “calidad”, preocupa mucho a los expertos.
Y de seguir con esta tendencia, en una fecha tan próxima como 2050 la gran mayoría de los hombres no tendrán espermatozoides viables en su semen.
Un deterioro que se produce a gran velocidad y en todo el mundo
Preocupa especialmente que la velocidad a la que se está produciendo el deterioro espermático sigue aumentando de año en año.
- Por ejemplo, en la década de los 90 del siglo XX el número de espermatozoides en el semen caía a un ritmo del 1.16% anual.
- Pero en los últimos años ya cae a un 2.65%, más del doble de rápido.
Y lo peor es que esta pérdida espermática está ocurriendo en todo el mundo.
¿Es el final de una manera de tener hijos?
Algunos expertos tienen la esperanza que el empeoramiento de nuestra calidad seminal se frene a partir de un determinado punto, pero no hay nada que lo garantice.
- Otros sin embargo dan por hecho que podríamos estar asistiendo a los últimos nacimientos de bebés concebidos de forma natural.
Para 2050 la gran mayoría de las parejas que quieran tener un hijo tendrán que someterse a un tratamiento de reproducción asistida.
¿Cómo pudimos llegar a esta situación tan preocupante?
Uno de los principales problemas es que a lo largo del siglo XX los humanos liberamos al medio ambiente, sin el más mínimo control, millones de toneladas de diversas sustancias tóxicas conocidas genéricamente como disruptores endocrinos.
Estas sustancias a menudo tienen una estructura molecular muy parecida a la de varias de nuestras hormonas.
Hormona y receptor: la llave y la cerradura
Intentaremos explicarlo de una manera sencilla.
Las hormonas regulan los procesos fisiológicos de nuestro organismo (como el crecimiento, el ciclo vigilia-sueño, la respuesta al estrés, etc.) transmitiendo mensajes entre células y órganos.
Para ello cada hormona tiene un receptor específico.
- Podemos imaginar que la hormona es una llave y el receptor hormonal, una cerradura.
Los disruptores endocrinos son el equivalente a llaves falsas que abren cerraduras que no deben. Alteran así la actividad hormonal pudiendo causar diversos problemas de salud.
Disruptores endocrinos: tributilestaño
Dado que los procesos reproductivos (como el desarrollo sexual, el ciclo estral o la producción de espermatozoides) están regulados por hormonas, no es de extrañar que los disruptores endocrinos tengan un efecto tan grande sobre la fertilidad.
Los disruptores endocrinos están a nuestro alrededor por todas partes.
- Muchos de ellos son componentes habituales de buena parte de vinilos y plásticos.
- También forman parte de multitud de pesticidas.
- En nuestro propio hogar estamos expuestos cotidianamente a un gran número de disruptores hormonales.
Un buen ejemplo de nuestra irresponsabilidad utilizando este tipo de compuestos lo tenemos en el tributilestaño y sus derivados que actúan como potentes disruptores endocrinos sexuales.
Desde mediados del siglo pasado se utilizó el tributilestaño masivamente en las pinturas antiincrustantes del fondo de los barcos.
Desde allí el tributilestaño se libera poco a poco al medio y se va acumulando en peces, crustáceos y moluscos, desde donde pasan a nuestro interior a través de la dieta.
Fueron tales los problemas que causó en la diferenciación sexual de estos animales que una Directiva Europea de 2004 restringe su uso.
Pero el mal ya está hecho.
- Todavía quedan ingentes cantidades de tributilestaño en el mar. Y no solo ahí, Porque también se usa masivamente como conservante de madera y otros materiales, así como en productos antimoho.
El problema está en que nuestra industria sigue utilizando y liberando al medio ambiente cientos de disruptores endocrinos diferentes en grandes cantidades.
Los problemas de calidad en los espermatozoides
Pero la preocupante reducción de la cantidad y calidad espermática no solo se debe a estos disruptores hormonales.
- Incluso empleando procesos de reproducción asistida con microinyección de espermatozoides dentro del ovocito materno, alrededor del 20% de los varones que se someten a esta prueba no consiguen tener un hijo.
Se debe a problemas genéticos del ADN espermático, que a menudo está fragmentado perdiendo su integridad.
Estos problemas de calidad del ADN también podrían estar motivados en buena parte por contaminantes ambientales.
Y es que, al igual que hicimos con los disruptores endocrinos, también liberamos al ambiente millones de toneladas de diversos mutágenos.
La advertencia de los genetistas
Ya desde los años 50 del siglo pasado algunos de los mejores genetistas advirtieron del enorme peligro de los mutágenos.
Su previsión era tremenda.
- De seguir contaminando al mismo ritmo, hacia finales del siglo XXI “la mitad de la humanidad tendría que dedicarse a cuidar de la otra mitadm seriamente enferma”.
Por si esto fuese poco nuestras costumbres no ayudan.
Los mutágenos también tienen un efecto negativo muy acusado sobre la cantidad y calidad espermática. Por ejemplo:
- El alcohol, incluso a bajas dosis
- El tabaco
- La cocaína
- La marihuana
- Los esteroides anabólicos (que algunos toman directamente para incrementar la masa muscular, mientras que a la mayoría nos llegan indirectamente a través de la carne del ganado engordado con hormonas).
La caída de calidad espermática empieza a los 30 años
En semejante panorama, el considerable aumento de la edad a la que los humanos tenemos hijos es un problema.
- En las condiciones ambientales que vivimos, a partir de los 30 años (e incluso antes) se va produciendo una progresiva reducción de la calidad espermática de los varones.
Por eso, mientras más esperemos para tener hijos peor nos irá.
¿Estamos dispuestos a cambiar?
No debemos olvidar las raíces del problema. Conseguimos nuestra ingente prosperidad económica en buena parte a base de degradar el medio ambiente.
Incluso ahora, con toda la información que tenemos, preferimos mirar hacia otro lado, seguir con nuestro estilo de vida y dejar las soluciones para más adelante.
Pero esto nos ha metido en problemas tan graves que no está claro si conseguiremos salir.
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