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La palabra laicidad, viene del griego “laos”, que significa “pueblo” y es casi sinónima de otra palabra griega que para decir “pueblo” utiliza la expresión “demos”.

Por tanto, “demo-cracia”, significa “gobierno que reside en el pueblo¨

En cambio, una sociedad laica (laos) es aquella que estando regida por el pueblo, no lo es por poderes religiosos o sagrados. Así, “laos y demos” son equivalentes aunque observando esta notable diferencia.

Poco a poco, el laos fue contraponiéndose a lo sagrado, que en latín se expresa “sacer”, de donde deriva la palabra sacerdote.

Esta contraposición del “laos”, dio posteriormente lugar a la palabra “lego” que entre otras acepciones, significa profano o ajeno, que no entiende, que no le concierne.

Por tanto, laicidad significa que una comunidad, un Estado, es lego o ajeno a las materias o los asuntos religiosos de sus ciudadanos; no toma postura ante ellas ante cualquier tipo de creencia, respetando a todos y cada uno de sus ciudadanos, salvo que por integrismos religiosos, la convivencia de la ciudadanía se vea amenazada.

El Estado laico, es un logro de los Estados democráticos, en los que no hay un poder que tenga carácter sagrado, sino que el poder lo ostenta todo el pueblo que elige a sus representantes.

Dicho esto, conviene decir que “laicidad” no es lo mismo que “uniformidad no religiosa”, o sentimiento anti-religioso, sino todo lo contrario, es equivalente a diversidad, pluralidad o multi-culturalidad en torno a un eje vertebrador de respeto a las convicciones íntimas de cada persona, en materia de trascendencia (religión).

Sin embargo “laicismo”, sí que pretende uniformidad no religiosa; es la negación de esta diversidad de creencias, convirtiéndose por tanto, en otro cuerpo doctrinal que niega la individualidad y esa multiculturalidad religiosa, que posee una nación laica.

Puede parecer un poco complicado, pero no lo es; de esto, tienen mucha culpa los medios de comunicación, al utilizar indistintamente las palabras laicidad y laicismo. Pero vamos a poner unos ejemplos que pueden aclarar bastante:

El Estado Español, que es por definición laico, es decir no entiende, es lego en materia religiosa. Aunque, como es el caso de España, firma acuerdos, Concordatos, entre la Iglesia Católica (que es la religión dominante) y el Estado laico.

Acuerdos para regular las relaciones entre las instituciones católicas y las del Estado no confesional.

En cambio, el laicismo es una doctrina filosófica y política que impulsa la negación y la oposición sistemática, a cualquier manifestación religiosa pública de todo grupo de gentes.

Estos para su negación están articulados en torno a un eje ideológico, aunque entre ellos no tengan nada en común.

Una sociedad laica y democrática, no se plantea si la unión de dos homosexuales es buena o mala, simplemente constata que existe y que estos ciudadanos tienen iguales derechos a los demás, incluso respeta sus decisiones de casarse.

El comportamiento no se rige por una moral religiosa sino por la declaración Universal de los Derechos Humanos.

Conviene expresar también, los problemas con que se va a encontrar la laicidad, pues la mayor parte de las personas, estamos saturados de falsos confesionalismos camuflados.

Una sociedad laica, no puede venerar valores absolutos, salvo aquellos que se derivan de la convivencia de todos (libertad, igualdad, respeto a los demás).

Pero una sociedad como la nuestra, que debiera ser laica, absorbe la cultura de la calle, de los medios de comunicación, sin planteárselo siquiera, por encima de los valores familiares y de las escuelas.

No puede el progreso tampoco, convertirse en una religión oficial, sacralizando el concepto de oferta y demanda, porque esto es contrario al bien común por la errónea creencia que nos lleva a confundir progreso y crecimiento, porque entonces el crecimiento se convierte en religión y considera obligatorio todo aquello etiquetado de “progreso”, sin que importen los jirones de honestidad y de derechos humanos, arrancados a otros y tirados cruelmente a la cuneta, argumentando que los males que éste crea, ya se arreglarán solos.

Una sociedad, no puede tener como valores, a los ídolos del dinero, de la tarjeta de crédito, ni el modus vivendi de los patricios romanos con su particular visión de la propiedad privada.

Tampoco veo para nada, ni entiendo, la presencia de autoridades civiles y militares en ceremonias religiosas para representar a una sociedad laica.

Y en el caso de los oropeles y las ostentaciones religiosas, más que signos inherentes a su profesión, parecen retrotraerse a los deseos de unas gentes que siguen soñando en recuperar la confesionalidad católica del Pueblo y del Estado Español.

Aclaración necesaria: Este artículo que escribo, está reflexionado desde un sentimiento íntimo como “aprendiz de cristiano”. Porque ser cristiano, ser seguidor de Jesús de Nazaret, al menos para mí, es sumamente difícil.

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