La aglomeración más notoria de público se ha producido en la Rambla, la primera calle por la que transcurre el recorrido. Los Tamborers de la Sala y la Policía montada han precedido a los ‘arreplegats’, como se llama a los penitentes libres y a la cofradía de Nuestro Padre Jesús de la Humildad y Nuestra Señora de la Paz, que es la primera en marcar el paso. En esta ocasión, sin sillas donde sentarse previa compra de tiquet para el público, como una de las medidas novedosas y que más se han echado en falta por la duración de la procesión.
Y es que es hasta la medianoche cuando el Sant Crist de la Sang, imagen que preside la procesión desde el año 1564, sale de la iglesia seguida de la presidencia eclesiástica, la banda municipal del Ajuntament de Palma y el público que suele cerrar el solmene desfile. El recorrido de este año ha cambiado motivado por las obras en la calle Oms, aunque finalmente la calle hubiera estado despejada. Sin embargo el nuevo trazado se ha mantenido para así también poder garantizar un recorrido más espaciado en tiempos todavía de pandemia.
Todos aquellos penintentes que no llevan caperuza sí portan mascarilla, así como se ha solicitado para el público más aglomerado. Sólo los tambores interrumpen el silencio que predomina en todo el recorrido de un desfile muy seguido por el público, sobre todo al inicio, y por la gran cantidad de turistas que alberga la Isla en estos días. Entre los cofrades la sensación es de satisfacción. Tras dos años de recato, celebrando estas festividades de forma más recogida y en su vertiente más litúrgica, la del Jueves ha sido la procesión de la alegría contenida, aquella en la que la población ha podido voler a presumir del Crist de la Sang.