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Esta semana el Ecuador ha elegido a un nuevo presidente que gobernará por 17 meses. Para cualquier tipo de organización o proyecto político, más aún para un país, este es un tiempo muy limitado para lograr cualquier cambio sustancial; sin embargo, este lapso es casi igual al que tuvo Jamil Mahuad quien durante su mandato tomó varias medidas que marcaron un antes y un después en el Ecuador. La pregunta es ¿qué se puede hacer durante este periodo de gobierno? Realmente depende de los objetivos y la estrategia del nuevo presidente. Yo veo tres escenarios: el autoritario radical, el democrático incrementalista y el constituyente.

En el escenario autoritario radical, el presidente decide jugarse su futuro personal y capital político con tal de cortar el nudo gordiano respecto al problema de inseguridad. Aquí se toman medidas drásticas de alto riesgo que podrían tener un elevado costo político (quiebre de la institucionalidad democrática), social (violación de derechos fundamentales) y económico (incremento de riesgo país y mayor dificultad de financiamiento internacional). Se acercaría a una bukelización express del Ecuador que se sostendría con el apoyo de las Fuerzas Armadas y con un porcentaje mayoritario de la población que acepta una salida autoritaria frente a la crisis que se vive. Lo veo poco probable.

En el escenario democrático-incrementalista, el presidente decide tomar las medidas y reformas que la situación política y económica le permitan para obtener ciertas mejoras en la administración del Estado y la provisión de bienes y servicios públicos. Se verán ciertos resultados positivos en la organización y fortalecimiento del Estado para recuperar el control territorial y sectorial de áreas en crisis, pero solo como botón de muestra para la búsqueda de reelección al 2025. No habrá cambios fundamentales y tiene el riesgo de fracaso si no se actúa con habilidad y capacidad política en el legislativo y con los actores políticos y sociales. Este escenario gatopardista se acercaría a la frase conocida “si queremos que todo siga como está, es preciso que todo cambie”. Es el escenario más pragmático.

En el escenario constituyente, el presidente convoca a una consulta popular para reiniciar el juego político a través de una Asamblea Constituyente que pueda cambiar asuntos de forma y fondo de la Constitución de Montecristi. Este se convierte en el espacio político de procesamiento del conflicto correísmo-anticorreísmo para que en el 2025 se pueda empezar de cero con un nuevo pacto político y contrato social. Mientras esto sucede, el presidente toma medidas del escenario democrático-incrementalista, pero con un contexto donde la disputa política está más centrada en la Asamblea. Este escenario muy ecuatoriano terminaría con una propuesta de la vigésima primera Constitución de la República que se decidiría a través de referéndum, en conjunto con las elecciones generales del 2025. Es un escenario arriesgado y sin garantías de éxito, pero, quizás, necesario para el mediano plazo.

Me parece que la presidencia de Daniel Noboa se aproximará más al escenario democrático-incrementalista, pero con una consulta popular y referéndum añadidos. Para un gobierno corto, es una estrategia conservadora que quizás no contribuya a los objetivos estratégicos del país ni del presidente electo. (O)

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