Marciano Mena: revolución, vida y muerte

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Aunque el otoño de la historia cubra vuestras
tumbas con el aparente polvo del olvido, jamás renunciaremos ni al
más viejo de nuestros sueños.”
Miguel Hernández

Diego Fernández Gómez | Recuperar la memoria histórica es, en la mayoría de veces, un ejercicio largo y costoso en el que entran en juego múltiples variables, perspectivas y narraciones de las que hay que extraer conclusiones y aprendizajes. Recordar el pasado para mirar al futuro con el horizonte revolucionario como objetivo y, sobre todo, no olvidar jamás ningún nombre de quienes se dejaron la vida creyendo en una sociedad justa, sana y alcanzable. En este caso, conoceremos la historia de Marciano Mena Pérez participante en la insurrección de 1934, militante del POUM, férreo defensor de la Revolución Social y asesinado por la represión estalinista de 1937.

Marciano
Mena, natural de Lleida, desde joven tuvo una gran conciencia de
clase, lo que le llevó a participar activamente en la lucha
proletaria en las jornadas de insurrección de 1934 en Catalunya a
través de la Alianza Obrera. Como consecuencia y debido a las
represalias del gobierno del Partido Republicano Radical (PRR) de
Lerroux tuvo que marcharse al exilio en Francia. A su vuelta a España
se afilió al POUM, tomando las armas tras el golpe de estado del 18
de julio para asaltar el Castillo de Lleida, en el que la guarnición
militar se había sublevado contra el gobierno democrático. En la
batalla por la fortaleza, Mena cogió un rifle, entró en el castillo
y se enfrentó a los golpistas, robó una ametralladora y fue a la
torre principal de manera que en unas horas, bajo su liderazgo, la
situación estuvo controlada. Tiempo después, él mismo relataba que
“durante las primeras semanas de julio
encerró allí a todos los fascistas y burgueses de Lleida. Y tenían
que hacer lo que les dijese. Si alguien se quejaba, sabía lo que le
venía”. Para Mena esto siempre fue un motivo de orgullo, lo
describía como “la satisfacción de un trabajador que siempre
había sido perseguido, que había pasado por las cárceles y el
exilio y que ahora tenía en sus manos a los bien alimentados de
Lleida”. Tras esta heroica actuación fue nombrado comisario
político por sus propios camaradas milicianos, en reconocimiento a
la valentía y éxito de la ofensiva.

Más adelante, como comisario de un batallón
poumista, sufrió las consecuencias de la persecución e
ilegalización del POUM tras las jornadas de mayo de 1937. Fue
destituido de su cargo por Virgilio Llanos, miembro del PSUC, cuando
éste fue nombrado comisario del Ejército del Este. El aparato
estalinista empezaba así su ofensiva particular frente a los
defensores de la revolución. Mena fue acusado de exaltación a la
rebelión, bajo el argumento de que durante el asalto al castillo de
Lleida se habían cometido actos de indisciplina y juzgado en el
Consejo Sumarísimo de Guerra. Posteriormente, los mismos soldados
que hicieron esas acusaciones reconocieron que una pistola sujetada
por Virgilio Llanos apuntaba a sus cabezas en el momento de la
declaración. En el juicio jamás se pudo demostrar nada de lo que se
le acusaba. En el momento de alegaciones, el Tribunal concedió el
turno a Marciano Mena que con estas palabras conmovió y arrancó la
ovación de todos los allí presentes:

Es
una cobardía moral vuestra pretender darme muerte junto a la tapia
de un cementerio, lugar donde en cumplimiento de sentencias del
Tribunal popular tuve que presenciar el fusilamiento de muchos
fascistas. No podéis hacerlo; no debéis hacerlo. Los
revolucionarios hemos de morir como tales. Dando el pecho. Cara a
cara con la muerte. No me espanta el morir. Sé que he cumplido con
mi deber de obrero revolucionario y si la revolución precisa que yo
muera, cúmplase el destino. Pero no en una tapia del cementerio.
Mandadme al frente, en primera línea, cara a cara con mi enemigo de
siempre, contra el fascismo. Que sea la bayoneta de un alemán, la
gumia de un moro o las balas de un italiano quienes me quiten la
vida.
Y
nada más.”

El
Consejo, que había empezado a las cinco de la tarde, finalizó a las
dos de la madrugada. Mena fue llevado a prisión de nuevo mientras
esperaba una sentencia. Nadie pensaba en
que su vida habría de terminar muy pronto por imposición de la
canalla estalinista. No fue hasta la una y media de la tarde del día
siguiente cuando el abogado defensor conoció la confirmación de la
sentencia de muerte. A partir de ese momento, las organizaciones
obreras se movilizaron para obtener el indulto: POUM, CNT, FAI, Acció
Catalana, Izquierda Republicana, Esquerra Republicana de Catalunya,
la alcaldía de Lleida y varios sindicatos de la UGT. Solo el PSUC y
el Comité Local de la UGT permanecieron en silencio, conocedores de
la alevosía y premeditación con la que habían cocinado la
sentencia. Aunque finalmente acabaron uniéndose a la petición de
indulto. Media hora antes de que se llevase a cabo la ejecución, los
representantes de estas organizaciones visitaron al general Pozas
para aplazarla, pero solo aceptó recibir a uno de ellos siendo el de
la CNT el encargado de reunirse. El general afirmó que no había
nada que apelar, que no sería el último fusilamiento y que le
sorprendía que fuesen las propias organizaciones obreras quienes
pedían el indulto.

Sacado
de la cárcel sin conocer su destino y sin poder despedirse de sus
seres queridos Mena lo condujeron al camión que llevaba al
cementerio. Durante ese trayecto fue atado de manos, pero con los
brazos en alto y los puños cerrados. Con especial interés en que
fuese rápido y discreto, lo dirigieron a la tapia del cementerio.
“Vais a ver cómo muere un revolucionario. Desatadme y no me tapéis
el rostro. Tirad sobre seguro. ¡Abajo el fascismo!, ¡Viva el POUM!,
¡Viva la revolución!”. Estas fueron las últimas palabras de
Marciano Mena.

En
homenaje póstumo se le dedicó esta canción popular escrita por
Enric Parera, militante de la Juventud Comunista Ibérica:

El
seis de agosto asesinaron
a un camarada que era del POUM.
Era
un obrero que dedicaba
toda su vida a la revolución.
Le
armaron juicio sin tener causa,
sereno y valiente, él se
defendió
pero los criminales lo tenían tramado.
Después
de siete horas,
el tribunal falló.
Van los piquetes al
cementerio,
al camarada van a matar,
mientras el pueblo,
muy indignado,
se va al gobierno a protestar.

Llegan
las cinco sin que venga el indulto.
Se oye una descarga y una
detonación.
Nuestro camarada cae acribillado
por treinta
disparos, con el puño en alto
gritando ¡Viva el POUM!

Gobierno
Negrín que asesina al obrero,
tú muy pronto has de pagar
las
injurias que les has hecho,
tú muy pronto has de pagar
las
injurias que les has hecho.

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