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El papa Benedicto XVI saluda a la reina Sofía en presencia del rey Juan Carlos I en el Palacio de la Zarzuela en su visita de 2011. / Javier Lizón (EFE)
La villa, el 15M, así como colectivos como Europa Laica, protestaron a favor de la separación Iglesia-Estado y contra el dispendio. La corte madrileña recibía un 18 de agosto, con toda la pompa habida y por haber, al papa Benedicto XVI, era la Jornada Mundial de la Juventud
El verano del 2011, en Madrid, era un momento de resaca y efervescencia en la movilización social. La acampada de la Puerta del Sol del 15-M había recogido los bártulos y las asambleas de los barrios se reorganizaban para proseguir con las reclamaciones de los indignados pasadas las vacaciones. La sensación de «otro mundo posible» de aquella temporada estival se puede observar desde el presente con cariño, con ternura, qué ilusos. La calle encendida. Después llegarían protestas masivas como las Marchas de la Dignidad o Rodea el Congreso, pero la política apretaba hacia una deriva neoliberal y conservadora cada vez más evidente, hasta hoy.En ese contexto, el papa Benedicto XVI visitaba España.
En septiembre de aquel año, el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, con el apoyo del PP de Mariano Rajoy, entre otros, aprobaría la reforma constitucional más dolorosa para las clases populares, la reforma del artículo 135 supondría la prevalencia de la rigurosidad del gasto público por encima de los derechos de la ciudadanía. Pocas semanas antes, la corte madrileña recibía un 18 de agosto, con toda la pompa habida y por haber, al papa Benedicto XVI. Era la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) y el centro de Madrid, las plazuelas que acogieron asambleas callejeras durante semanas, recibía a hordas de jóvenes ultracatólicos. La villa, el propio movimiento 15M, así como colectivos como Europa Laica, les recibió protestando a favor de la separación Iglesia-Estado y contra el dispendio público que suponía la visita papal. Eso sí, al 15M le costó lo suyo tomar la decisión de participar en las movilizaciones, a ritmo de consenso asambleario.
Antonio Gómez, de Europa Laica, recuerda con cuartopoder aquellas movilizaciones. «Fue la eclosión de un movimiento social en España de inconformidad con la política del Vaticano, de beligerancia sobre muchos aspectos que hacían referencia a cambios legislativos que se habían dado en Europa, como el matrimonio igualitario y el aborto«, explica este activista del laicismo, que recuerda: «Había una reacción de la Iglesia contra esos avances civiles». Además, «en nuestro país coincidía con un movimiento político de cierta indignación social, todo aquello que confluía en el 15M».
Madrid «se empapaba», los gobiernos conservadores de la Comunidad y el Ayuntamiento habían puesto todo de su parte para la llegada del representante de Dios entre los mortales. 200 confesionarios se alineaban en el parque de El Retiro. Millares de petunias blancas y claveles amarillos decoraban el Paseo de Recoletos. La crisis económica apretaba fuerte en lo barrios, los recortes sociales se incrementaban al dictado de lo que diseñaba la Unión Europea. El hoy escondido Juan Carlos I recibía a Ratzinger en Barajas, acompañado de la flor y nata del bipartidismo y por 2.000 jóvenes en la pista.
El papa argumentó su visita para animar a los jóvenes a encontrarse con Cristo y a reforzar su fe ante la “banalidad sexual, la crisis de valores y la corrupción”. Criticaría el aborto, elogiaría la presencia del crucifijo en lugares públicos. Esas cosas. El acto central, en el aeródromo de Cuatro Vientos, allá donde las protestas progresistas no llegaban, estuvo marcado por la influencia de los elementos: el calor hizo que 800 asistentes tuvieran que ser asistidos por lipotimia, la lluvia puso en peligro la estructura desde la que Benedicto XVI se dirigía a los jóvenes católicos ya por la noche.
Gómez recuerda «el gran esfuerzo que hizo el movimiento neocatecumental», los kikos, aquel verano del 2011 para llenar Madrid de jóvenes de todo el mundo. «Los jóvenes provenían de este tipo de colegios católicos, muchos financiados por los estados», asegura, comentando que estas tendencias ultracatólicas se fueron estableciendo y «creando estructuras, como Hazte Oír, de las que participan sectores del PP y Vox en España. De hecho, no se puede explicar el nacimiento de Vox sin la concurrencia de estos movimientos ultracatólicos en España que se esfuerzan, sobre todo, en su actividad «contra la libertad de conciencia o de la libre expresión de la sexualidad».
El papa Benedicto XVI marchaba a finales de agosto, hace casi nueve años, de su visita Madrid. Detrás dejaba un dineral público invertido en el macroevento. También una serie de protestas de carácter laico y de izquierdas. Y represión, también hubo represión hacia los manifestantes. Recordamos el caso de Flavia: El 17 de agosto, manifestantes contra la visita del papa en la Puerta del Sol y jóvenes de las JMJ espontáneos coincidieron. Tras momentos de tensión, Flavia y otra compañera marchaban de la plaza, cuando fueron detenidas. Pasaron dos noches en el calabozo y durante siete meses tuvieron que ir a firmar cada 15 días a los juzgados de Plaza de Castilla como medida cautelar.
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