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La indiferencia ante actos de misoginia como los cometidos en Irán es un puñal de doble filo porque la que normalizamos a miles de kilómetros no nos permite detectar la que tenemos cerca de casa

Dos mujeres entran a comprar en una tienda de Irán. Un hombre se les acerca y, al ver sus cabellos, las humilla, insulta y les tira un yogur por la cabeza. El tendero echa al agresor y defiende a las mujeres. Conocido el caso, las autoridades del país detienen a las chicas por no ir tapadas y castigan al tendero por haberlas defendido y por permitir que entraran en el local sin hiyab. De eso hace dos días y no parece que nos mueva otro sentimiento que el de la indiferencia, porque no es noticia que en Irán, o tantos otros países miembros de la ONU, se pueda escarnecer y castigar a las mujeres por su condición de género. Hemos normalizado tanto la existencia de un machismo institucional y legal que no lo consideramos ajeno a la lógica de nuestro tiempo.

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