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«Un soldado ruso joven, nervioso, entró en el sótano en el que nos escondíamos veinte vecinos y ordenó a todos los hombres presentes que saliéramos en diez segundos. Yo tardé un poco más, se acercó, me apuntó y me disparó en la pierna», recuerda Vasyl desde la cama en la que se recupera en el hospital comarcal de Brovary, principal ciudad al este de Kiev y refugio ahora de desplazados y heridos por los combates. Su esposa, Zina, no se separa un minuto. Ni ahora, ni cuando fue herido. «Tenía vendas y analgésicos porque soy enfermera, le hicimos un torniquete de emergencia y le logramos salvar la vida. Tardamos dos días en lograr el permiso para evacuarle por un pasillo humanitario. Antes de llegar al hospital ya sabíamos que habría que amputarle la pierna», cuenta la mujer con un tono apagado y la mirada puesta en la ventana de la habitación número cinco de este hospital.

Cada día que pasa de guerra aumenta el número de muertos y heridos. Según el último balance realizado por Naciones Unidas a finales de la semana pasada, hasta el momento han muerto 977 personas y 1.594 han resultado heridas, números que crecerán en el próximo balance y a los que se pone cara y nombre en este hospital. A Brovary llegan los heridos en el frente este de la capital y ahora ocupan 28 camas, hace unos días eran más de 150. En pasillos y habitaciones se respira guerra. El silencio se rompe con historias de brutalidad que para los ucranianos se han convertido en su macabro día a día desde que el 24 de febrero Vladímir Putin ordenara la invasión y enviara miles de hombres al otro lado de la frontera.

Aquí nadie cree la palabra de Moscú, que asegura que ha comenzado la segunda fase de la operación en la que el objetivo es «liberar el Donbás», una estrategia que podría hacer despertar la ilusión de que el resto del territorio queda libre de amenaza. Todos siguen con atención las noticias y celebran victorias ucranianas como la liberación de Trostyanets, lo que permite reabrir la vía de suministro entre Sumy y Poltava, pero esperan que la victoria llegue pronto a Bogdanovka, el epicentro de los combates a este lado de la capital y el lugar del que llegan la mayoría de heridos. Bogdanovka está a solo 20 kilómetros y allí siguen los tanques enemigos.

«Han ocupado nuestra casa»

Vasyl y Zina se dan la mano. No pueden evitar echar la vista atrás y recordar una y otra vez los días bajo control ruso. «Han ocupado nuestras casas. Roban toda la ropa de hombre y mujer, el oro, la comida de los frigoríficos, las bicicletas y patinetes de los niños, lo cargan todo en carretillas y se lo llevan a sus camiones. El gran Ejército ruso es pura pobreza. Visten peor que los vagabundos, están sucios y muchas veces borrachos», detalla Zina emocionada. Les ofrecieron la oportunidad de ser evacuados a Rusia, pero nadie aceptó.

La clave

  • 977
    personas han muerto y 1.594 han sido heridas en lo que va de guerra, según la ONU

  • Yuryi
    «Rusia lanzó una bomba de racimo y me entraron fragmentos en la pierna y en el vientre»

Yuryi, de Dymerka, lleva tres semanas en la habitación 31 y le han practicado varias operaciones. Recuerda que «estaba corriendo de mi casa al refugio para esconderme y en camino noté un fuerte impacto. Rusia lanzó una bomba de racimo que quemó una casa y se expandió por todo el barrio. Me entraron fragmentos en la pierna y en el vientre». Su compañero de habitación es Mikhail, a quien dispararon en la pierna, un tiro a bocajarro por parte de las tropas enemigas.

Habitación tras habitación los relatos de los pacientes conforman la película de terror que protagonizan los civiles ucranianos de manera involuntaria. Son los protagonistas, los héroes de un conflicto que marcará una época. En esta guerra, como en todas, los civiles son las grandes víctimas.

Médicos y enfermeras permanecen en el centro sanitario las 24 horas

Médicos y enfermeras trabajan y viven en los hospitales. Debido a la situación de seguridad no van a sus casas y permanecen en el centro las 24 horas los siete días de la semana. En el primer mes de guerra la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha registrado 64 ataques contra la red sanitaria ucraniana que han dejado 15 muertos y 37 heridos. «Eso equivale a dos o tres ataques al día. Condenamos esos ataques en los términos más duros posibles», señaló en un comunicado OMS-Europa, que no atribuye la autoría de los mismos ni especifica en qué zonas se han producido. El ataque que más repercusión ha tenido es el sufrido por la maternidad de Mariúpol.

«Vivimos aquí desde que estalló la guerra y vemos unas heridas horribles, muchas de ellas causadas por armas prohibidas como las bombas de racimo. Nosotros no estábamos acostumbrados a recibir a víctimas de una guerra, somos un pueblo pacífico y esta es una guerra contra nuestros civiles y la comunidad internacional debería frenarlo cuanto antes», advierte Volodymyr Andriiets, el vicedirector del centro, que cada día dedica parte de la jornada a atender a la prensa internacional para intentar que su mensaje llegue a todo el mundo. Este médico dice que, entre otras cosas, les faltan fijadores externos, los armazones metálicos que se utiliza para fijar los huesos en su sitio tras una operación.

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