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El próximo jueves, 10 de agosto, hará exactamente 100 años que el pintor valenciano más universal, Joaquín Sorolla, fallecía en Cercedilla, en la Sierra de Guadarrama (Madrid). A lo largo de 2023 se han ido celebrando numerosas exposiciones y actividades con motivo del denominado Año Sorolla. Esas incitativas van encaminadas a recordar la vida y prolífica trayectoria del ‘maestro de la luz’: desde sus orígenes hasta su etapa de madurez, pasando por aspectos menos estudiados de su obra.

Sorolla dejó en vida más de 4.000 pinturas que comenzó a realizar desde la juventud, cuando se formó en las Escuelas de Artesanos y en la Real Academia de Bellas Artes de San Carlos. Determinantes fueron sus viajes a Roma -becado por la Diputación de Valencia– y a París, donde bebería de los impresionistas y naturalistas. Pese a su afán de internacionalización, Sorolla volvía cada vez que podía a València, su ‘musa’, y cuya luz impregnaba la mayoría de sus obras. Con permiso de su otra inspiración: su esposa Clotilde, a la que veneraba, según se puede leer en las cartas que le enviaba cuando se encontraba fuera del domicilio familiar de Madrid. 

Sorolla fue un viajero incansable. Conoció Europa, España y Estados Unidos, donde triunfó en varias ciudades, entre ellas la bulliciosa Nueva York. Allí exponen su trabajo más mastodóntico: Los paneles de «Visión de España», un encargo para la Hispanic Society, que dejó su salud al límite hasta que murió en 1923. Repasamos algunos de sus momentos vitales a través de sus obras.

El crit del palleter. 1884

El crit del palleter.


Joaquín Sorolla pintó este cuadro cuando tenía 21 años para optar a la beca de la Diputación de Valencia en Roma. La temática histórica no es de las más habituales en la producción del artista valenciano, pero era obligada para lograr el pensionado. La corporación provincial le otorgó su primera oportunidad como joven pintor. Con 3.000 pesetas en el bolsillo, el joven Sorolla se marchó a vivir a la ciudad italiana, a exprimir una experiencia que le cambiaría la vida. La obra se puede contemplar en el Palau de la Generalitat.

El entierro de Cristo. 1887

El entierro de cristo.


Esta obra supuso un fracaso para el pintor. Con «El entierro de Cristo» (óleo sobre lienzo de 92 x 62 centímetros) Sorolla obtuvo la segunda medalla en la Exposición Nacional de Madrid de 1887. Este galardón no le pareció suficiente al pintor valenciano y no dudó en destruir su creación, que además, es una de las pocas escenas religiosas que pintó. De ella, solo se guardan algunos pedazos y estudios previos.

Triste herencia. 1899

Triste herencia.


«Triste herencia» es una de las obras más reconocidas de Sorolla. Con ella obtuvo el Grand Prix de la Exposición Universal de París en 1900 y supuso su consagración nacional e internacional. En un principio, pensó en titular la obra «Hijos del placer», pero su amigo Vicente Blasco Ibáñez le recomendó que lo cambiara. Forma parte de la colección de la Fundación Bancaja.

Mi familia. 1901

Joaquín Sorolla viajaba frecuentemente por España y el extranjero. Pese a estas ausencias, la correspondencia que se conserva revela que era un hombre muy familiar, que se interesaba constantemente por su mujer, Clotilde, y sus tres hijos: María, el pequeño Joaquín y Elena. 

Chico con sombrero. Jávea. 1905

Chico con sombrero. Jávea


Joaquín Sorolla viajó a Xàbia en no pocas ocasiones para buscar la inspiración, encontrarse con la luz del Mediterráneo y sus paisajes. La estancia estival de Sorolla en Xàbia en 1905 supuso un catalizador para que el pintor alcanzase la madurez de su estilo más reconocido. Un ejemplo es el cuadro «Chico con sombrero. Jávea» (arriba).  

Clotilde con traje gris. 1908

Pese a su agitada vida profesional, que le llevaba a viajar constantemente, Joaquín Sorolla estaba siempre pendiente de su familia, en especial de Clotilde, su mujer, protagonista de muchas de sus obras. Se escribieron más de 2.000 misivas a en sus 35 años de matrimonio. «Eres mi carne, mi vida y mi cerebro», le escribía Sorolla. «Está visto que Dios nos unió de verdad, pues no sueño más que estar contigo, y para ti», le decía en otra. 

Paseo a orillas del mar. 1909

Esta obra es Sorolla en estado puro. El pintor retrata aquí a su esposa, que lleva un parasol en la mano, junto a su hija María. Las dos pasean despreocupadas por la orilla del mar, en la playa de València. Este cuadro fue realizado en el verano de 1909 a la vuelta de la cuarta exposición internacional de Sorolla a comienzos de ese mismo año en varias ciudades de EE UU.

Chicos en la playa. 1910

Chicos en la playa


Si algo caracteriza a Joaquín Sorolla, al menos en el imaginario colectivo, son las pinturas de playa y niños jugando en la orilla del Mar Mediterráneo. «Chicos en la playa» es el mejor ejemplo de ello. Esta obra se puede contemplar en el Museo del Prado. 

Visión de España. 1913-19

Sorolla conoció en Londres al filántropo y hispanista americano Archer Milton Huntington, quien le ayudó a exponer en Nueva York. Tal fue el éxito en EE UU que Huntington le encargó para la Hispanic Society of America los 14 paneles regionales de «Visión de España», que realizó entre 1913 y 1919. Este mastodóntico proyecto tuvo consecuencias en la salud del pintor, que acabó agotado.  

Retrato de Mabel Rick. 1920

Retrato de Mabel Rick.


El retrato fue uno de los géneros más tabajados por Sorolla. El de Mabel Rick cobra especial interés porque, pocos meses después de acabar «Visión de España», en el verano de 1920 Sorolla sufrió una hemiplejía mientras lo pintaba. Estaba en el jardín de su casa en compañía de la retratada y su marido, el escritor Ramón Pérez de Ayala. Murió tres años después sin haber vuelto a pintar.

La hora del baño. 1904

La hora del baño.


Joaquín Sorolla es sinónimo de éxito en las casas de subastas. El pintor valenciano es uno de los nombres más solicitados en las ventas de todo el mundo. Sus estampas marinas y costumbristas son las más reclamadas por los coleccionistas. La obra «La hora del baño», vendida por 5,3 millones de euros, ha sido el Sorolla más caro de la historia.

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