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Con el frío, la piel sufre más y tiende a mostrarse más deshidratada. Para colmo, acusan los estragos de las calefacciones, que tienden a resecar aún más el cutis. De hecho, es posible observar que las cremas que se emplean con éxito durante el verano no cumplen con su papel a la hora de atender las exigencias del invierno.

 

Así, al igual que se cambia de ropa durante esta estación del año, el rostro también necesita vestirse de otra manera para salir airoso de los aprietos en el que pueden ponerle los meses invernales.

 

Lo cierto es que en esta época del año se producen con mayor frecuencia alteraciones cutáneas como la tirantez, las irritaciones y la sequedad. También las personas con dermatitis atópica sufren numerosos brotes. Por lo tanto, es importante esmerarse para salir al paso de estos inconvenientes.

 

Sin duda, la hidratación es clave, sobre todo teniendo en cuenta que la piel pierde más agua en invierno. Por este motivo, hay que decantarse por una óptima crema hidratante que pueda estar a la altura de las necesidades hídricas de la piel. Además, la aplicación recomendada será de al menos dos veces diarias: una por la mañana, y otra de carácter nutritivo poco antes de dormir. Es en las horas nocturnas cuando la dermis aprovecha para regenerarse, y todos los tratamientos penetran con mayor facilidad.

 

 

En cualquier caso, ese producto cosmético que se utilice durante el día deberá ayudar a la piel a resistir envites como la exposición solar –que no debe faltar incluso en invierno–, la polución o las condiciones ambientales.  

 

Una aplicación correcta se realiza con las dos manos, de forma ascendente por todo el rostro y siendo preciso empezar desde la barbilla, con masajes suaves, e ir poco a poco repartiéndola por toda la cara. Tras esto, es posible maquillarse sin mayor problema.

 

De esta manera, se consigue que los colores y productos aplicados se fijen mejor a la piel y, en suma, duren más. Tampoco se debe olvidar incorporar a dicho ritual una crema con protección solar. En invierno bastará con un SPF 15 o 20.

 

 

Durante estas horas las necesidades de la piel cambian, y precisa de otro tipo de cuidados. No hay que centrarse en proteger de la polución o de los perjuicios del sol, sino de nutrir y procurar alimento a la dermis. Por todo ello, ha de utilizarse un tratamiento especialmente elaborado para la noche, con principios activos más potentes, que aprovechan las horas en las que la piel está más receptiva y la actividad celular se encuentra en su apogeo.

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