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Nada, como un huevo. Elemento común en nuestra dieta diaria, es fácil para un huevo pasar desapercibido. De hecho, frases populares como, «me importa un huevo», nos ofrecen una valiosa información sobre cuanto ignoramos del ingenio que se esconde tras la particular curvatura de su cáscara, tan fina como resistente. Sin embargo, ahí donde lo ves, quizá ahora formando parte de tu desayuno o comida, podemos decir sin miedo a equivocarnos que el huevo es uno de los mayores logros de la evolución.

Nuevas pistas sobre la evolución de los huevos

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Pese a sus distintos tamaños y formas, todos los huevos albergan varios aspectos sorprendentes en común. Así, un huevo es lo suficientemente grande como para incubar un embrión y lo suficientemente pequeño para salir del cuerpo una hembra de la manera más eficiente. También, estructuralmente, es lo suficientemente sólido como para soportar el peso del incubador, y su forma es idónea para, una vez colocado, no rodar como si de una «vulgar esfera» se tratase.

No es cuestión baladí: un huevo, en definitiva, está destinado a proteger de la intemperie (temperatura, humedad, patógenos, etc…) al delicado conjunto de células que, destinadas a convertirse en un organismo, se desarrolla en su interior. Todo ello teniendo en cuenta también, que ha sido el vector de la vida para miles de especies a lo largo de la historia de nuestro planeta Tierra. Por todo ello, al huevo se le ha denominado en diversas ocasiones como la «forma perfecta». Y tanto es así que esta forma ha atraído durante mucho tiempo la atención de matemáticos, ingenieros y biólogos desde un punto de vista analítico

Al huevo se le ha denominado en diversas ocasiones como la «forma perfecta»

Hoy, no obstante, algunas de las incógnitas respecto a la perfecta forma de los huevos parecen haber quedado resueltas. Y parecen haberlo hecho de forma matemática, pues un equipo de científicos liderado por investigadores de la Universidad de Kent, acaba de dar a conocer la fórmula matemática universal que puede describir el huevo de cualquier especie de ave existente en la naturaleza, un interrogante hasta ahora sin solución. Los resultados de su estudio se publican esta semana en los Anales de la Academia de las Ciencias de Nueva York, en un artículo titulado Egg and math: introducing a universal formula for egg shape.

Huevos, formas y fórmulas

El análisis de todas las formas de huevo de ave puede delimitarse a través de 4 figuras geométricas: la esfera, el elipsoide, el ovoide y la llamada piriforme (cónica o en forma de pera). Las tres primeras cuentan con una definición matemática clara, cada cual derivada de la expresión de la anterior, sin embargo hasta el momento no se había derivado una fórmula para el definir el perfil piriforme. «Para llenar este vacío, introducimos una función adicional en la fórmula del ovoide», explican los científicos, quienes en su artículo desarrollaron un modelo matemático para ajustarse a una forma geométrica completamente novedosa, y caracterizada como la última etapa en la evolución de la esfera-elipsoide que es aplicable a la geometría del huevo de cualquier ave.

El análisis de todas las formas de huevo de ave puede delimitarse a través de 4 figuras geométricas: la esfera, el elipsoide, el ovoide y la llamada piriforme

La nueva fórmula, inédita hasta el momento, se basa en 4 parámetros: longitud del huevo, diámetro a un cuarto de esta longitud, anchura máxima y desplazamiento del eje vertical; y supone un paso significativo en la comprensión, no solo de la forma del huevo en sí mismo, sino también de cómo y por qué evolucionó, lo cual se cree que hará posible su aplicación en campos muy variados, desde la biología hasta la ingeniería.

En este sentido, el profesor de genética de la Universidad de Kent y autor principal del artículo, Darren Griffin, expresa que su fórmula «se puede aplicar en todas las disciplinas fundamentales, especialmente en la industria alimentaria y avícola, y servirá de impulso para futuras investigaciones inspiradas en el huevo como objeto de investigación». Otro ejemplo de su aplicabilidad lo encontramos en la arquitectura, ya que esta forma puede soportar cargas máximas con un empleo mínimo de materiales, tal y como dan fe la cubierta del Ayuntamiento de Londres o el conocido comúnmente como «el Pepinillo» –The Gherkin– , un rascacielos neofuturista ubicado en el corazón financiero de Londres.

The Gherkin, Londres. Edificio neofuturista conocido como "el Pepinillo"

The Gherkin, Londres. Edificio neofuturista conocido como «el Pepinillo»



Foto: iStock

Y es que según expresa el doctor Michael Romanov, también investigador de la Universidad de Kent y firmante del estudio, «esta ecuación matemática subraya nuestra comprensión y apreciación de una cierta armonía filosófica entre las matemáticas y la biología». A lo que el también coautor de la Universidad de Kent, Valeriy Narushin, añade que se trata de un avance que revela lo importante que en investigación resulta la colaboración entre expertos de disciplinas independientes. «Esperamos ver la aplicación de esta fórmula en todas las industrias», expresa, «desde la arquitectura y la agricultura, pasando por la tecnología, hasta el arte», concluye.

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