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Pese a que su nombre puede recordarnos a una de esas telenovelas que antaño fueron la alternativa a una siesta veraniega, cuando hablamos de la llamada fiebre escarlata o escarlatina nos estamos refiriendo a una enfermedad que afecta principalmente a niños de entre 2 y 10 años. Esta se caracteriza por un sarpullido rojo brillante que se manifiesta en la mayor parte del cuerpo y que por norma general se suele ver acompañada de fiebres altas y dolores de garganta.
Si bien hoy en día es una enfermedad fácil de tratar con antibióticos, en el pasado fue considerada como una temible enfermedad infecciosa. Lo interesante de esta afección es que hasta el año 2011, momento en el que se empezaron a contabilizar nuevos brotes de la misma en diferentes partes del mundo, esta enfermedad había sido considerada casi erradicada. Según afirma el Doctor Stephan Brouwerde la Universidad de Queensland y autor principal del artículo que se publica esta semana en la revista Nature Communications bajo el título Supercharged ‘clones’ spark scarlet fever’s re-emergence, «la enfermedad se había disipado principalmente en la década de 1940, pero las autoridades sanitarias de todo el mundo se sorprendieron cuando se detectó una epidemia que en China afectó entre 2011 y 2016 a más de 100.000 personas».
Hasta el año 2011 la fiebre escarlata había sido considerada una enfermedad casi erradicada
«Al igual que el virus que causa el COVID-19, la bacteria Streptococcus pyogenes ,causante de la fiebre escarlata, generalmente se transmite por personas que tosen o estornudan y que presentan síntomas que incluyen dolor de garganta, fiebre, dolores de cabeza, inflamación de los ganglios linfáticos y una erupción característica de color rojo escarlata» explica Brouwer. «Después de 2011, el alcance global de la pandemia se hizo evidente con los informes de un segundo brote en el Reino Unido, a partir de 2014, y ahora hemos descubierto brotes aislados aquí en Australia» continúa el doctor quien apunta que «este resurgimiento global de la escarlatina ha provocado un aumento de más de cinco veces en la tasa de enfermedad provocando más de 600.000 casos en todo el mundo».
Clones más resistentes
El equipo dirigido por Brouwer , de cual también forma parte el microbiólogo en la escuela de química y biociencias moleculares de la Universidad de Queensland Mark Walker, encontró una variedad de bacterias de Streptococcus pyogenes que había adquirido toxinas superantígenas – una clase de antígenos que provocan una activación excesiva del sistema inmunitario- formando nuevos clones. «Las toxinas se habrían transferido a la bacteria cuando fue infectada por un virus que portaban los genes de la toxina», explica Walker.
«Hemos demostrado que estas toxinas adquiridas permiten que Streptococcus pyogenes colonice mejor a su huésped, lo que probablemente le permita competir con otras cepas de la enfermedad», continúa. «Estos superclones bacterianos son los que han estado causando los brotes modernos de escarlatina desde 2011.»
Por el momento, según informan los autores, los brotes de escarlatina se han atenuado en gran parte debido a las medidas de política de salud pública introducidas para controlar el COVID-19. «Este año, el distanciamiento social ha mantenido bajo control los brotes de escarlatina por ahora. Los niños, el objetivo principal de la enfermedad, han estado menos tiempo en la escuela, han tomado algunas medidas necesarias para evitar su contagio y también han pasado mucho menos tiempo en grupos grandes con otros niños. Pero cuando el distanciamiento social finalmente se relaje, es probable que la escarlatina regrese«, afirma el doctor. «Necesitamos continuar con esta investigación para mejorar el diagnóstico y gestionar mejor estas epidemias, no obstante, al igual que con el COVID-19, en última instancia una vacuna será fundamental para erradicar la escarlatina, una de las enfermedades infantiles más frecuentes y mortales de la historia».
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