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Con una cuarta parte de su población de origen extranjero, es más que habitual encontrarse en Ibiza con gente que buscaba emprender una nueva vida. Pero el caso de Bart Cop y San de Vilde es más que excepcional: llegaron para establecer una granja de alpacas. Pese a proceder de Los Andes, se adaptan perfectamente al verano mediterráneo si están esquiladas. De hecho, Australia, donde se introdujeron en 1980, ya es el tercer país con la mayor cabaña de todo el mundo.

El flechazo de esta pareja belga con los camélidos andinos fue inmediato. «Son los animales más achuchables del mundo», destaca Cop. Un amigo suyo es el propietario de Alpaca Flanders, una granja con más de un centenar de ejemplares en Wervyk (Flandes Occidental), además de veterinario especializado en esta especie. Paralelamente, quedaron prendados de Ibiza tras unas vacaciones en 2015 en la playa de es Figueral.

Alejados del estrés

Pudieron disfrutar de la parte más calmada y rural, en el norte de la isla, lejos del bullicio de las zonas de fiesta, y olvidarse del estrés que sufrían en Amberes. De Vilde trabajaba en la unidad de emergencias psiquiátricas de un hospital, «un sitio como el Bronx, con muchos drogadictos y pacientes psicóticos». Aguantó esa presión durante 25 años en el turno de noche. Cop era periodista, especializado en deportes, música y temas culturales. Llegó a poner en marcha cinco revistas, hasta que internet cercenó las ventas de la prensa escrita.

El remanso de paz que encontraron en la isla les hizo replantearse su vida. Acabaron vendiendo todas sus pertenencias en Bélgica y se trasladaron en verano de 2019. Alquilaron unos terrenos cercanos a la playa de Es Figueral para montar su granja, Es Currals Alpacas, con los cinco camélidos que habían podido adquirir: tres hembras en un establo y, en el otro, un semental y otro macho castrado para hacerle compañía. Esta especie, domesticada hace más de 6 000 años, no existen en estado salvaje y necesitan vivir en compañía. En caso contrario, llegan a morir de soledad.

Hoy su granja cuenta con 19 ejemplares, seis nacidos en los últimos meses. Las hembras paren una sola cría, tras un periodo de gestación de 11 meses y medio, una vez al año. Pueden vivir entre 15 y 25, así que podrían ampliar fácilmente el rebaño, pero prefieren mantenerlo con las dimensiones actuales. «Son muchos gastos y es difícil vivir solo de las alpacas pero, la granja es nuestra vida y estamos cumpliendo un sueño», destaca Cop.

De momento, el principal sustento de su proyecto son las donaciones que reciben durante las visitas guiadas a Es Currals. La mansedumbre y docilidad de esta especie, así como su fotogenia, se hizo popular en la isla por las redes sociales y atrae especialmente a familias con hijos pequeños. También se han sorprendido con alguna visita de niños con autismo. «Una madre me escribió contándonos que nunca había visto a su hijo de 15 años tan feliz y tranquilo. Se crea un contacto único ellos».

Pero el objetivo de la pareja es potenciar la comercialización de los dos productos más valorados de estos animales, la lana y sus heces. Quien acude a Es Currals queda sorprendido porque, al contrario que en cualquier granja, no hay ningún hedor. Los excrementos de las alpacas son prácticamente inodoros y siempre los depositan en el mismo lugar. Basta recogerlos y filtrarlos en agua para obtener uno de los abonos más preciados que existen. «En Perú lo conocen como oro negro. Es Viagra para las plantas», bromea Cop.

En tres años, ha tratado más de 5.000 kilos de heces para crear el fertilizante Alpaca Oro Negro, que se vende a cuatro euros el kilo, «un precio aún muy reducido para atraer clientes». «Como es un abono muy bueno y no huele, los hoteles pueden usarlo en los jardines sin molestar a los huéspedes», destaca. Cop ahora está experimentando con otra posibilidad: su capacidad de combustión para usarla en chimeneas o calderas. Primero probó a crear briquetas con ellas, pero el proceso es demasiado complejo. Ahora trabaja en aprovechar los braseros refractarios de pellets para prender los restos de heces.

Entre 7 y 10 kilos de fibra

Pero si por algo han sido valoradas mundialmente las alpacas a es por su lana. Cada año, se obtiene entre 7 y 10 kilos de fibra de un ejemplar. Es Currals ya puede autoabastecerse con su rebaño para las colecciones de bufandas y prendas que elabora San de Vilde con su propia marca, Wishfulfilling Weaving. Ella también se encarga de todo el proceso de limpiar y tejer las fibras con una rueca tradicional.

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Para el esquilado, debe desplazarse un experto de Bélgica que, cada año, deja a punto unos seis mil ejemplares por toda Europa. Existe una gama de 22 colores naturales de la fibra de alpaca, pero también se pueden teñir. De Vilde utiliza tintes naturales extraídos de flores de Ibiza. Recurre al hueso de aguacate, un fruto que se cultiva abundantemente en la isla, para conseguir tonos rosas.

En Es Currals también han creado una innovadora práctica con su rebaño. Aprovechando que la granja está al aire libre, dos veces a la semana se imparte alpaca yoga con la profesora Elena Ravasi. «Como son movimientos lentos, no se asustan y se acercan con curiosidad a seguir la clase», detalla.

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