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Las emociones son fenómenos complejos que influyen en nuestra mente, cuerpo y comportamiento, sin embargo durante las últimas décadas numerosos estudios han buscado aunque sin éxito conectar determinadas emociones como el miedo o el placer con áreas específicas del cerebro en que se producen.

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Algunos modelos teóricos sugieren que las emociones surgen a través de la coordinación de múltiples procesos mentales desencadenados por un evento. Estos modelos implican que el cerebro orquesta diversas respuestas emocionales adaptadas a través de la sincronización de varios mecanismos. Con motivo de explorar esta hipótesis, un equipo de investigadores de la Universidad de Ginebra -UNIGE- estudió la actividad cerebral mediante resonancia magnética funcional. Para ello analizaron los sentimientos, expresiones y respuestas fisiológicas de varios voluntarios mientras jugaban a un videojuego que había sido especialmente desarrollado para despertar diferentes emociones en función de su desarrollo.

Los resultados, publicados esta semana en la revista PLOS Biology en un artículo titulado Computational imaging during video game playing shows dynamic synchronization of cortical and subcortical networks of emotions,muestran que diferentes componentes emocionales activan varias redes neuronales en paralelo distribuidas por todo el cerebro, y que su sincronización transitoria genera un estado emocional. Las vías somatosensoriales (áreas del cerebro que procesan los estímulos) y motoras son dos de las áreas involucradas en esta sincronización, validando así la idea de que las emociones están orientadas a generar una acción para permitir una respuesta adaptada a las circunstancias.

Las emociones están orientadas a generar una acción para permitir una respuesta adaptada a las circunstancias

Hasta la fecha, la mayoría de los estudios sobre las emociones se han valido de una estimulación pasiva para comprender la aparición de estas: normalmente presentan a los voluntarios fotos, vídeos o imágenes que evocan miedo, ira, alegría o tristeza mientras registran la respuesta cerebral mediante electroencefalografía o imágenes. El objetivo de estos estudios es identificar las redes neuronales específicas que se activan en el cerebro para cada emoción. No obstante, «el problema es que estas regiones se superponen para diferentes emociones, por lo que no son específicas», explica Joana Leitão, becaria postdoctoral en el Departamento de Neurociencias Fundamentales -NEUFO– de la Facultad de Medicina de la UNIGE. «Es más, es probable que, aunque estas imágenes representen bien las emociones, no las evoquen», añade cuestionando la metodología convencional.

El maremágnum de las emociones

Varias teorías en el campo de la neurociencia han intentado modelar el surgimiento de una emoción, aunque hasta ahora ninguna ha sido probada experimentalmente. El equipo de investigación de la UNIGE suscribe que las emociones son subjetivas en el sentido de que dos individuos que se enfrentan a la misma situación pueden experimentar una emoción diferente. «Un evento determinado no es evaluado de la misma manera por cada persona porque cada persona puede tener una perspectiva distinta de dichas circunstancias» continúa Leitão.

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En un modelo teórico conocido como Modelo de Componentes del Proceso de la Emoción -CPM-, ideado por el profesor Klaus Scherer, director jubilado y fundador del Centro Suizo de Ciencias Afectivas -CISA– una situación concreta generará múltiples respuestas en el organismo. Estas se relacionan con componentes de evaluación cognitiva, es decir con el modo en que un suceso es percibido e interpretado por un individuo; con procesos fisiológicos como la sudoración o la frecuencia cardíaca, y con la expresión de una respuesta como sonrisas o gritos.En una situación que desencadena una respuesta emocional, estos diferentes componentes se influyen entre sí de forma dinámica. Es su sincronización transitoria la que podría corresponder a un estado emocional.

El Pac Man emocional

Para tratar de comprender como interactúan entre si las distintas variables que entran en juego a la hora de producirse una emoción, los neurocientíficos de la universidad de Ginebra idearon un videojuego para evaluar la aplicabilidad de su modelo. «El objetivo fue evocar emociones mesurables y evaluables mediante distintos métodos», explica Leitão. «En lugar de ver imágenes simples, los participantes jugaron a un videojuego que los colocaba en situaciones que tendrían que evaluar para que poder avanzar y ganar premios» continúa. El juego es un arcade similar al famoso Pacman en el que básicamente los jugadores tienen que conseguir monedas mientras interactúan con «monstruos agradables», ignoran a «monstruos neutrales» y evitan a los «malos» para ganar puntos y pasar al siguiente nivel.

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El escenario involucra situaciones que activan los cuatro componentes del modelo CPM de manera diferente. Al mismo tiempo, los investigadores pudieron medir la actividad cerebral mediante imágenes; la expresión facial mediante el análisis de los músculos cigomáticos; sentimientos a través de preguntas; y fisiología mediante análisis cutáneos y cardiorrespiratorios. «Todos estos componentes involucran diferentes circuitos distribuidos por todo el cerebro», explica Scherer. «Mediante la referencia cruzada de los datos de las imágenes con el modelado computacional, pudimos determinar cómo interactúan estos componentes a lo largo del tiempo y en qué punto se sincronizan para generar una emoción», añade.

Una respuesta a medida

Los resultados también indicaron que los ganglios basales – unas grandes estructuras neuronales ubicadas en la profundidad de los hemisferios cerebrales- estaban altamente involucrados en esta sincronización de procesos de los que nacen las emociones. Esta estructura es un punto de convergencia entre múltiples regiones de la corteza cerebral, cada una de las cuales está relacionada con distintos procesos afectivos, cognitivos o sensoriomotores especializados. Otras regiones involucradas corresponden con la red sensoriomotora del cerebro, la ínsula posterior o la corteza prefrontal, lo que parece indicar según concluye Patrik Vuilleumier, catedrático en el NEUFO y autor principal del estudio que, «la implicación de las zonas somatosensorial y motora concuerda con las teorías que consideran la emoción como un mecanismo preparatorio para la acción que permite al cuerpo promover una respuesta adaptativa a las circunstancias».

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