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María Inés López-Ibor acaba de publicar su libro ‘En busca de la alegría’
Hablamos con la reconocida psiquiatra sobre cómo cultivar la alegría en el día a día para alcanzar una vida bien vivida
La hipótesis del libro es que, aunque no sea fácil, se puede conseguir convertir la alegría en una experiencia personal, en una vivencia
Cuenta la reconocida psiquiatra María Inés López-Ibor que, debido a su práctica clínica, se pasó muchos años de su vida investigando sobre la tristeza, hasta que un buen día se propuso estudiar sobre la alegría: el sentimiento que aparentemente parece el contrario a la tristeza. Pero la alegría es mucho más que eso: “Porque también es una forma de pensar”, asegura.
Uno de los frutos de esos años de investigación sobre la alegría es el libro que acaba de publicar: En busca de la alegría (Espasa, 2022). María Inés López-Ibor, que pertenece a una de las mayores estirpes de psiquiatras de nuestro país, responde en su libro a las preguntas que muchos nos hacemos y que son fundamentales para lograr ese ansiado bienestar interior: ¿es verdad que la alegría puede cultivarse?, ¿es lo mismo alegría y felicidad?
Sí; la alegría puede cultivarse y entrenarse, explica…pero es que, además, todos tenemos muchos más motivos para sentir alegría en el día a día de lo que creemos. Entonces, ¿por qué pasan desapercibidos todos esos momentos? Una de las propuestas de María Inés López-Ibor es precisamente que entrenemos nuestra mente para poner la atención en lo positivo de cada día y que lo honremos como merece. Este pequeño cambio de foco puede suponer el punto de partida del camino para vivir una vida bien vivida.
Me he dado cuenta de que la alegría es mucho más que un sentimiento: es también una manera de pensar (María Inés López-Ibor, psiquiatra)
Pregunta: Para muchas personas eso de buscar la felicidad es demasiado grande, algo inabarcable que puede llegar a generar frustración. La alegría tal vez sea más superficial ¿pero es más asumible?
Respuesta: Claro, es que de eso se trata. Creo que la felicidad es básicamente imposible porque la felicidad se asocia a conseguir algo que tú quieres, como una meta. Y eso me da alegría, pero una vez que lo tienes, vas buscando otra cosa… y vas buscando otra cosa…por eso es efímera (…) Es imposible que estés completamente feliz, puedes estar feliz porque has conseguido el trabajo de tu vida, pero puedes estar preocupado porque tienes un niño muy pequeño y no sabes qué va a ser de su futuro. Entonces, por eso, yo creo que es muy difícil. Pero, empezando por la alegría, podemos vivir muchísimo mejor. Yo me he pasado años de mi vida…¡muchos años! dedicándome al estudio de la tristeza por mi práctica clínica… ¿Y dónde está el límite entre la tristeza normal y la tristeza patológica?, ¿y cuando la tristeza se convierte ya en un síntoma? Pero luego decidí que era mejor estudiar el sentimiento que parecía que era el contrario de la tristeza, que es la alegría y, me he dado cuenta de que la alegría es mucho más que un sentimiento: es también una manera de pensar. Hay personas que son capaces de pensar de una manera más positiva. La alegría está relacionada con nuestras motivaciones. Tú puedes ser más positivo. También está un poco relacionada con la personalidad, con los rasgos. Hay personas más melancólicas, pero hay otras que son más positivas, ¡pero lo podemos cambiar! Y la hipótesis del libro es que de lo que se trata en esta vida -que no es fácil, pero hay que trabajarlo- es de conseguir convertir la alegría en una experiencia personal, en una vivencia.
P: ¿Podemos cambiar más de lo que pensamos?
R: A mí, cuando alguien me dice: “es que yo soy muy impulsivo, muy temperamental”. Yo les digo: “ya, si te va bien así y no lo quieres cambiar, bien, pero si eso te supone un problema, cámbialo”. Es cierto que seguirás, instintivamente, tendiendo a eso, pero lo puedes modular…
P: Una de las cosas que más clara queda en tu libro es que la alegría se puede cultivar y entrenar; lo cual trae mucha esperanza…
R: Mi abuelo [Juan José López-Ibor, 1906-1991] decía que las vivencias es todo aquello que te sucede y que forma parte de tu biografía…y eso lo tienes que trabajar. Si lo recuerdas, lo vives y lo acumulas, pues tu biografía, tu historia de vida, será más positiva que tu historia de vida más negativa porque le has dedicado tiempo a esa parte positiva, que a veces pasa desapercibida… porque la alegría muchas veces pasa desapercibida.
Si hay algo que no te gusta o no está bien en tu cara, te pones un poco de colorete o algo que te favorezca más, y ya te ves de otra manera. Pues igual que lo hacemos con el cuerpo, lo podemos hacer con la mente (María Inés López-Ibor, psiquiatra)
P: Vivimos un poco en la inercia del ‘yo soy como soy y punto’. ¿Crees que si hiciéramos un poco más de introspección nos daríamos cuenta de que tenemos muchas posibilidades de cambio y, por tanto, de vivir una vida más plena?
R: Yo creo que sí, fíjate que se critica mucho a Freud, y yo creo que aportó algo muy importante, que es enseñarnos a mirar para dentro: analizarte y de ahí vas encontrando cosas. Con el psicoanálisis simplemente tú vas buscando. Yo creo que Freud se equivocó porque trataba de encontrar una causa, y a veces no las hay. A veces, incluso hay muchos traumas que deben permanecer olvidados porque ya han pasado. Pero sí; el mirarte un poco hacia dentro es importante porque si te conoces, te puedes cambiar. Siendo un poco más superficial es un poco como cuando te miras al espejo: si hay algo que no te gusta o no está bien en tu cara, te pones un poco de colorete o algo que te favorezca más, y ya te ves de otra manera. Pues igual que lo hacemos con el cuerpo, lo podemos hacer con la mente.
P: El ritmo frenético de la sociedad actual no favorece para nada este trabajo de introspección, que requiere tiempo y paciencia…¿Cómo ves tú la sociedad de ahora?
R: Para mí es una sociedad que creo que es muy compleja, más de lo que creemos. Es una sociedad en la que el ser humano lo quiere todo y para ya. Mi padre [Juan José López-Ibor Aliño, 1941-2015 ] ya hace años lo llamaba la cultura del Telepizza, pero es un poco así: Quiero comer, me lo traen a casa; quiero ropa, ahora me la traen a casa; necesito arreglar algo de casa, y Amazon me trae el pegamento. Todo para ya, en este momento. Y eso genera mucha insatisfacción, porque no aprendemos a esperar, a reflexionar, a ver realmente qué quiero. Entonces, todo lo que queremos, se nos convierte en necesidad y no es así. Nos hemos dado cuenta en la pandemia de que necesitamos la mitad de las cosas. Pero esa cultura de todo, todo, todo, es ¿lo necesito o lo quiero? Siempre pienso que con los niños nos equivocamos porque siempre les preguntamos qué quieren ser de mayores, y ellos contestan con una profesión: bailarina, pintor, médico, arquitecto. Y yo creo que la pregunta adecuada debe ser tú, ¿cómo quieres ser?, ¿cómo quieres vivir tu vida? Quiero ser una buena persona, estar alegre, disfrutar de la vida…y luego, será bailarina, pintor, periodista o lo que toque.
P: Ir en busca de la alegría ¿significa que tenemos que huir de otras emociones más incómodas, como la tristeza?
R: Es que también tenemos que estar tristes: muchas veces, en nuestra vida, vamos a estar tristes y eso es importante porque todos los sentimientos tienen un papel adaptativo. La tristeza existe para que yo identifique que esa persona me importaba, que esa situación me importaba, que el trabajo me importaba. Y tengo que hacer un duelo. También necesito tener rabia para protegerme, para decir “hasta aquí hemos llegado” y me tengo que enfadar… Por ejemplo, no me gusta nada cuando te dicen que alguien ha fallecido y enseguida parece que necesitan un psicólogo, terapeuta o un especialista. No, tienen que hacer un duelo, es normal, se pasa mal, te angustias mucho, pasas unos días con problemas de sueño, con mucha tristeza, con mucho abatimiento…pero luego lo superas…A lo largo de la vida tenemos que hacer un montón de duelos. Por eso, ese falso ‘buenismo’ de aquí no ha pasado nada…no. Tienes que vivirlo.
No conozco a nadie que se quiera encontrar triste o se quiera deprimir; todavía no lo he visto (María Inés López-Ibor, psiquiatra)
P: ¿Qué piensas de este boom de la industria de la autoayuda?
R: A mí, en general, lo de la autoayuda no me gusta. Yo, de hecho, en el libro hablo de autocuidado. Porque yo creo que sí tenemos la responsabilidad de cuidarnos a nosotros mismos. Uno no tiene la culpa de tener la tensión alta, te ha tocado… pero sí tiene la responsabilidad de comer sin sal y seguir el tratamiento…así es un poco la mente (…) Tú tienes que tener angustia, tienes que tener ansiedad y dolor porque has perdido a una persona que te importa y, además, tú lo tienes que reconocer como normal y, además, lo que a mí me duele, me duele, a ti te duele menos, pero a mí me duele…y tengo que vivir con eso, ocuparme, sentirlo, reflexionarlo… y ya se me pasará y lo colocaré en su sitio y lo superaré y recordaré a esa persona con cariño. De la misma forma tengo que estar triste o angustiado si pierdo mi trabajo…no puedo estar como si nada, porque entonces es falso y eso genera muchas inseguridades (…) No hay que vivir superficialmente. Por eso creo que esa historia de la autoayuda, mal utilizada, genera muchísima insatisfacción…
P: Porque, a pesar de que la alegría se puede entrenar, no siempre es algo que dependa de la voluntad de uno…como psiquiatra esto lo habrás visto mucho. Para curar una depresión, por ejemplo, no basta con querer curarse.
R: Es que la voluntad no lo es todo. No conozco a nadie que se quiera encontrar triste o se quiera deprimir; todavía no lo he visto…habrá alguno por ahí, pero yo todavía no lo he visto. La gente lo que quiere es estar bien, lo que quiere es estar tranquilo, alegre, poder disfrutar. Hay gente que es más melancólica, pero eso no es nada malo. La gente lo que quiere es estar bien. La depresión es una enfermedad que para mí tiene alterados dos sentimientos: la manera de cómo te encuentras tú contigo mismo, que es un sentimiento más vital, de tu interior, tienes esa tristeza vital, pero también es del ánimo, de cómo me encuentro yo en relación a lo que me está sucediendo. Y hay veces que eso, la tristeza, se convierte en un síntoma y aparecen otros: problemas de sueño, de concentración, tensión interna…y aparece algo que para mí es muy llamativo en la depresión, yo creo que es uno de los síntomas que marca la diferencia y es lo que no les permite cambiar: es la incapacidad de disfrutar de las cosas. Cuando les dices: “date un paseo”, les da igual darse un paseo. Van al cine y no disfrutan, están con su pareja y no disfrutan, están con los nietos y no disfrutan. Si uno no lo pasa bien, pues lo deja de hacer…pero eso no depende de ellos, ellos lo que quieren es pasarlo bien. Cuando ya se recuperan, es cuando ya empiezan a experimentar placer: dan un paseo y se encuentran mejor, se arreglan y se encuentran mejor, leen y vuelven a disfrutar de la lectura…y, entonces, en ese momento, ya dejan de pensar solo en ellos. Porque el discurso de una persona deprimida siempre habla de él; es como un mecanismo de protección: “no me encuentro bien, no quiero, no puedo”. Pero cuando empiezan a pensar en las otras personas; empiezan ya a preguntarse ¿cómo está mi marido?, ¿y mis hijos?…ahí ya es cuando empiezan a recuperarse. Por eso te digo que es un tema que no tiene nada que ver con la voluntad ni con la intencionalidad.
A mí me gusta que se hable ahora de salud mental; pero hay que entender que la salud mental no es la enfermedad mental (María Inés López-Ibor, psiquiatra)
P: ¿Crees que la pandemia ha dejado tan tocada la salud mental de la población como dicen? ¿Tú también estás viendo esta pandemia paralela en consulta?
R: Yo creo que hay dos cosas, creo que la pandemia la tenemos que ver desde el punto de vista psíquico como un desastre. Desde el punto de vista psíquico es una situación de desastre o catástrofe; es una situación para la que nadie estaba preparado y que afecta a personas previamente sanas. Es como si hay un terremoto enorme y las consecuencias del hecho afectan a personas previamente sanas. Si tú vives en ese lugar y pierdes toda tu casa… o la guerra en Ucrania: eso supera nuestra capacidad de afrontamiento. Y eso es lo que ha pasado con la pandemia. No nos esperábamos eso.
P: Pero la mayoría de las personas han salido adelante…
R: La gran mayoría lo ha superado muy bien y eso es lo que me gusta. Ahora, como ha habido pandemia, pues todo el mundo tiene ansiedad. Pero el periodo de confinamiento lo hemos superado, la gran mayoría hemos vuelto al trabajo, hemos vuelto a hacer las cosas que hacíamos, sí. Lo que ha generado es mucha ansiedad, pero no solo por la pandemia sino por las consecuencias de la pandemia: sociales, políticas, económicas… y ahora, hay muchos síntomas de ansiedad…y no todos lo hemos vivido igual. Quien ha tenido la desgracia de estar enfermo o perder un familiar o haber trabajado en primera línea, pues tienen más síntomas de ansiedad.
P: Muchas veces hablamos de salud mental y enfermedad mental como si fueran lo mismo ¿Cuál es la diferencia y por qué es importante hacer la distinción entre ambos conceptos?
R: A mí me gusta que se hable ahora de salud mental; pero hay que entender que la salud mental no es la enfermedad mental. Es como la salud cardiovascular y la enfermedad del corazón. Hay una parte que es verdad, que tenemos que cuidarnos, para que estemos sanos mentalmente y hay algunas personas que van a tener síntomas de enfermedad mental, y algunos van a tener la enfermedad mental. Yo puedo tener ansiedad porque la ansiedad es normal…todos tenemos que tener ansiedad porque es la respuesta normal al estrés. Algo ha sucedido y tengo que responder. Pero, en algún momento, la ansiedad se convierte en un síntoma de una depresión, o de otra enfermedad, o de un trastorno en sí mismo y ahí ya necesito un tratamiento. Entonces, yo creo que ahora sí que estamos viendo que hay personas que no están bien y que, además, empiezan a venir a consulta con síntomas relativamente leves porque ya se está perdiendo un poco el tabú de ir al psiquiatra o al psicólogo. Yo necesito ayuda y voy a ir, entonces, vienen con síntomas más leves que antes y las posibilidades de recuperación son muchísimo mayores, como en cualquier enfermedad…
Lo que no podemos hacer es medicalizar todo el sufrimiento o todos los sentimientos del ser humano (María Inés López-Ibor, psiquiatra)
P: ¿Cómo saber que ha llegado el momento de pedir ayuda profesional?
R: Creo que el límite en cada persona es distinto, pero es cuando ya te afecta a tu vida; incluso cuando tú ya empiezas a pensar “esto no es normal” (…) cuando los demás te lo dicen: “oye, es que estas muy irritable”. Cuando ya tienes señales en tu cuerpo, que a veces no las prestamos atención: no duermo, me cae mal la comida, estoy como con un perro aquí en el estómago que me está mordiendo todo el rato, tengo dificultad respiratoria, salto con mis hijos, salto en el trabajo. Cuando todo se me hace muy pesado y me afecta ya…yo creo que ya hemos pasado el límite. Y entonces, ahí es cuando hay que ir al médico de cabecera o a un especialista.
P: Unas personas aguantan y aguantan y no van al profesional de la salud mental cuando tienen que ir, y otras van cuando en realidad no sería necesario…de ahí viene la queja de que se patologiza la vida cotidiana porque, como dices, cierto nivel de ansiedad, es normal…
R: Claro, lo que no podemos hacer es medicalizar todo el sufrimiento o todos los sentimientos del ser humano, no. Yo tengo que tener ansiedad si tengo un examen o si tengo esta entrevista porque, si no, es que no me importa. Tengo que estar triste, igual que tengo que ponerme muy contenta si algo bueno me sucede.
P: ¿Tenemos mucho que aprender todavía sobre salud mental?
R: Exactamente, porque medicalizamos el sufrimiento. Mira, a mí, lo que realmente no me gusta, es que viene mucha gente a la consulta y me dice: «yo tengo la autoestima baja»…¿pero eso que es? Y yo digo, «la autoestima no es ni baja, ni alta, ni gorda, ni delgada… es que tú no te estimas a ti mismo de manera adecuada: tu autoconcepto todavía no está bien», pero claro, si ya le pones un apellido, ya lo dejas así: “yo soy morena: punto” Y no es así, porque yo puedo trabajar, conocerme bien… efectivamente, hay cosas de mí que no me gustan nada, pero puedo irlas modificando y, al final, estar más contenta conmigo misma. Por eso digo que la alegría es como un camino. El subtítulo del libro se me ocurrió en el último momento es cómo vivir una vida bien vivida, bien sentida, bien pensada…y a lo mejor te han pasado miles de desgracias pero, si las has afrontado bien, tú vas a tener esa sensación de que tu vida ha sido plena.
P: Para terminar: ¿Algún consejo para lograr esa vida bien vivida?
P: Hay algunos muy sencillos…yo creo que hay uno que es importantísimo, y es que cada día te fijes en tres cosas buenas que te hayan pasado y les des importancia; que tus hijas sonríen, que hayan ordenado el cuarto, que el vecino te salude, que te ha llamado un amigo…porque siempre estamos con el ‘pero’… “ya, pero es que no me llamó ayer”. No, pero te ha llamado hoy. O que alguien te diga un detalle…Es que todas esas cosas buenas las damos por hechas, no les damos importancia, pero si uno las reflexiona cinco minutos, toda la angustia, todo el estrés de la vida cotidiana, puede bajar un poco…
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