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Es universalmente aceptado (aunque sea a regañadientes) que los organismos vivos de la Tierra envejecen y mueren. Aunque no todos ellos siguen el mismo patrón de deterioro que los conduce hasta la vejez y, finalmente, a la muerte. Este proceso, conocido como senescencia, puede que para algunos no sea un destino ineludible a pesar de todo. Y es que hace unos meses saltaba una sorprendente noticia: una tortuga gigante de las Seychelles, llamada Jonathan, era el ser vivo más longevo del planeta, con una edad de nada menos que ¡190 años! Jonathan nació alrededor de 1832, y, aunque nos provoque vértigo pensarlo, el suyo no es un caso único. Se sabe que algunas especies de tortugas y otros animales de sangre fría tienen una vida extraordinariamente larga. Pero ¿por qué viven tanto estos animales? ¿cómo funciona su proceso de envejecimiento? ¿en qué se diferencia del nuestro?

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