[ad_1]

Los últimos datos señalan que la cuenta atrás para el futuro del planeta ya se ha iniciado, sin que la mayoría de población asuma la gravedad de la crisis, como hicieron los viajeros del Titanic hasta que llegó lo inevitable. El colapso climático ya ha comenzado, sentencia el secretario general de la ONU, añadiendo que hemos abierto las puertas del infierno. Pero seguimos viviendo como si nada. Y después, ¿qué?

Ya no hay duda: la Tierra se ha convertido en el nuevo Titanic planetario porque estamos asistiendo a los inicios de un desastre colectivo sin que la mayoría de la gente se dé cuenta, de la misma forma que en el famoso barco la gente seguía bailando en el salón mientras lo inevitable ya estaba planteado.

Los últimos datos que confirman esta comparativa acaba de anunciarlos el secretario general de la ONU, António Guterres, que asegura: el colapso climático ya ha comenzado. Y añade: «Hemos abierto las puertas del infierno»

Lo dice porque este verano de 2023 está siendo el más caluroso registrado en el hemisferio norte, según la Organización Meteorológica Mundial (OMM) y el servicio climático europeo Copernicus.

Y no es un dato más: es la señal de que estamos asistiendo a una escalada imparable de la temperatura planetaria que puede acabar con gran parte de las especies de nuestro planeta, tal vez incluso con la especie humana. Hemos caído en el vértigo del CO2, afirman los científicos Victoria López y Eduardo Costas.

Se refieren a la escalada de las concentraciones de dióxido de carbono en la atmósfera, que no paran de crecer: ya estamos en 422 partes por millón (ppm) según la NASA, rozando los niveles alcanzados a finales del Pérmico, que superaron las 500 ppm. En aquel entonces, hace 250 millones de años, la vida estuvo a punto de desaparecer de nuestro planeta. Más del 96% de las especies que existían se perdieron para siempre en la más catastrófica extinción masiva que ha existido jamás, señalan ambos científicos. Hoy vamos camino de que esa situación se repita de nuevo, esta vez con el planeta densamente poblado de seres humanos.

1.000 millones de muertos climáticos

Las temperaturas que estamos registrando en nuestros días son las más altas en 120.000 años, según estimaciones basadas en anillos de árboles y núcleos de hielo. Mientras tanto, la Antártida sigue batiendo récords de hielo marino en caída libre.

Como resultado, los fenómenos meteorológicos extremos, como huracanes, inundaciones, megaincendios y sequías, son cada vez más frecuentes e intensos. Estos eventos impactan la biodiversidad y la agricultura, reduciendo los rendimientos y aumentando los precios de los alimentos.

Un reciente estudio de la Universidad de Ontario Occidental (Western University) ha arrojado el dato que faltaba para completar este escenario “titánico”: nos enfrentamos al menos a la desaparición de 1.000 millones de personas durante el próximo siglo, víctimas directas del calentamiento global y de todas sus derivadas. Dato premonitorio de una muerte anunciada.

La corrección demográfica del planeta parece inevitable. Generador de imágenes de la IA de BING para T21/Prensa Ibérica, desarrollada con tecnología de DALL·E.


Proceso irreversible

Y no es lo más grave: estamos en un proceso irreversible. Aunque hoy mismo paremos el mundo, no volveremos a ver el planeta como era hace unas décadas, ni a vivir los plácidos veranos de antaño, porque pasarán generaciones antes de que se recuperen las condiciones climáticas previas a la escalada, si es que finalmente decidimos corregir el rumbo hacia el desastre.

Que estamos viviendo una situación como la del Titanic no es nuevo: David Wallace-Wells, en su libro «El planeta inhóspito«, publicado en 2019, compara la crisis planetaria actual con el iceberg que hundió el Titanic. Escribe que el cambio climático es un peligro invisible que está a punto de causar un daño catastrófico.

Aunque no directamente, Greta Thunberg también ha comparado la crisis planetaria actual con el Titanic. Asegura que la humanidad está en peligro de hundirse mientras ignora la crisis climática durante demasiado tiempo.

Por último, en un artículo publicado en la revista Ethic, la experta en cambio climático Rosa Castizo aseguraba ya en 2019 que todos estamos en el mismo Titanic, refiriéndose a la presente situación planetaria.

Paralelismos históricos

El Titanic se consideraba insumergible, y sus diseñadores y constructores se jactaban de su seguridad. De manera similar, la humanidad ha llegado a creer que puede dominar la naturaleza y controlar el clima. Ingenuamente pensamos que somos intocables.

Este optimismo puede ser peligroso. Cuando la humanidad se siente invencible, es menos probable que tome medidas para protegerse de los peligros.

En el caso del Titanic, la falta de preparación para un iceberg fue un factor importante en la pérdida de vidas. De manera similar, la falta de acción para abordar el cambio climático podría tener consecuencias catastróficas.

Por supuesto, los esfuerzos para mitigar el cambio climático podrían salvar la civilización. Pero si tales esfuerzos fracasan, los peores escenarios de calentamiento serán verdaderamente apocalípticos, advirtieron Luke Kemp y sus coautores el año pasado en un artículo publicado en PNAS.

¿El principio del fin?

En el Titanic, según el testimonio de algunos supervivientes, la tripulación tardó unos 15 minutos en darse cuenta de la gravedad de la situación, después de que el capitán Edward Smith inspeccionara los daños junto con el diseñador del barco, Thomas Andrews. Ellos fueron los primeros en saber que el Titanic se hundiría en unas dos horas, ya que el agua había inundado más compartimentos de los que podía soportar.

La tripulación empezó a preparar los botes salvavidas y a despertar a los pasajeros, pero muchos de ellos no creyeron que estuvieran en peligro y se negaron a abandonar el barco. Algunos incluso siguieron con sus actividades habituales, como jugar a las cartas, beber o escuchar música. Otros se vistieron con sus mejores ropas y joyas, pensando que sería su última noche.

Igual que en 1912

¿Quién puede negar el paralelismo con el escenario actual? Los científicos, como Smith y Andrews en el Titanic, hace tiempo que se dieron cuenta del fuego que teníamos a bordo de la nave Tierra y aportaron soluciones y medidas correctoras que apenas se han aplicado, por lo que el incendio ha seguido propagándose.

Pero, al igual que en 1912, la mayoría de la población no se cree lo que está pasando y sigue con sus actividades habituales, que en nuestro caso solo consiguen avivar el fuego. También hay científicos que ya dan por perdida la oportunidad y afrontan sin esperanza un futuro para las nuevas generaciones.

Si los peores escenarios se cumplen, ¿quién será el músico que entone la despedida de esta humanidad, de la misma forma que Wallace Hartley tocó el violín hasta que se lo tragó el océano? Solo falta entonar una balada que evoque lo que ha dicho Guterres: el colapso ya ha empezado.

Demasiado tarde ya para evocar el Imagine esperanzado de John Lennon. Más bien es el momento de replicar el grafiti que se pintó en los años 70 cerca del Aeropuerto de Carrasco de Montevideo que decía El último que apague la luz: reflejaba el éxodo masivo que vivió Uruguay, sumido en una profunda crisis. Hoy, cada 19 de marzo, se apagan las luces de los monumentos del planeta, porque nos sentimos igual que los uruguayos de entonces. Claro síntoma de que estamos percibiendo que algo no va bien.

Y después ¿qué?

Sin embargo, al igual que ocurrió con el Titanic, probablemente también haya supervivientes a esta crisis planetaria. Si ese es el caso, la generación resultante tendrá la responsabilidad de reconducir la experiencia humana sobre premisas más armónicas en las relaciones entre personas y con la naturaleza porque, tal como la hemos gestionado históricamente, esa experiencia no es en absoluto viable.

La tragedia del Titanic tampoco fue baldía: tuvo un impacto considerable para mejorar las cosas. Por ejemplo, sirvió para replantear las medidas de seguridad marítima y el diseño de los barcos.

También sirvió para establecer el primer convenio internacional para la protección de la vida humana en el mar, que regulaba la ruta de navegación, la patrulla de icebergs, la cantidad y distribución de los botes salvavidas, y los mensajes de socorro.

Esto nos da una idea de lo que podemos hacer a escala planetaria si sobrevivimos a la crisis que hemos desencadenado, producto de nuestra incomprensión del mundo y de nosotros mismos, y de nuestra incompetencia para gestionar adecuadamente la experiencia evolutiva humana.

Tal vez lo que estamos viviendo hoy, como ocurrió a principios del siglo XX, sea un colosal proceso de aprendizaje que nos convertirá en una especie humana mejorada. Aunque a un precio mucho más alto que el que pagamos por el Titanic.

(Este artículo se publicó por primera vez el 11 de septiembre de 2023. Se ha actualizado con nueva información).

[ad_2]

Source link