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Hace unas semanas publicábamos en esta misma casa un artículo en que se exponían algunas razones del porque en un momento de la historia en el que el acceso a la información es universal, proliferan más que nunca los bulos y las noticias falsas. Puede parecer una cuestión simple; de hecho, seguramente es muy probable que en nuestro foro interno en más de una ocasión nos hallamos sorprendido diciéndonos que la gente comparte noticias falsas por simple ignorancia, por maldad, o en aras de la consecución de una finalidad.

Pero si bien es posible que esto pueda resultar cierto en más de una ocasión, las razones por las que hoy triunfan los bulos pueden tener, y de hecho tienen, una naturaleza mucho más profunda. Así, los autores del artículo mencionado hace tan solo unas líneas consideraban entre algunas de estas razones los llamados atajos cognitivos: por ejemplo, en el contexto del coronavirus, una persona inexperta en la cuestión tenderá a asumir más fácilmente una información como válida si cree que esta procede de un médico o un virólogo.

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En otros casos, entra en juego lo que en psicología se conoce como sesgos cognitivos. Por mencionar uno de ellos citaremos del sesgo de confirmación, es decir, tendemos a asumir como verdadera las afirmaciones que refuerzan nuestras creencias preestablecidas, y como falsas aquellas que cuestionan las mismas.

Otra de las razones de la proliferación de los bulos y las ahora también llamadas «fake news» podemos encontrarlo en la psicología evolutiva. Y es que como especie social, el cerebro del ser humano está «programado» para tomar aquellas decisiones, o creer aquella información que refuerce los lazos con el grupo social del que nos consideramos parte, en detrimento de que estas estén sustentadas en una realidad objetiva. Este mecanismo también funciona a la inversa, en algo que los psicólogos han venido a denominar la ignorancia motivada. Este concepto, el de ignorancia motivada, se fundamenta en que existen casos en los que el individuo se mantiene ignorante respecto a alguna cuestión debido a que los costes (cognitivos, sociales…) de tener ese conocimiento, sobrepasa a los beneficios. En su versión social, la ignorancia socialmente motivada, el concepto alude a aquellas personas que eluden adquirir un conocimiento que puede confrontar las ideas del grupo en el con el que conviven.

Titulares de prensa y redes sociales

Pese a todo lo expuesto, comprender por qué las personas asumen información fácilmente contrastable como verdadera y comparten información errónea en las redes sociales sigue siendo un asunto de interés para muchos investigadores que debe ser abordado desde diferentes primas. En este sentido y en aras de reducir el intercambio y la propagación de información errónea, ahora un equipo de investigadores de la Universidad de Regina, en Canadá, ha realizado una serie de experimentos para tratar de averiguar que parte de responsabilidad podemos achacar a los titulares de prensa y las redes sociales.

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Los resultados del trabajo se recogen en un artículo publicado esta semana en la revista Nature titulado Shifting attention to accuracy can reduce misinformation online. Entre los experimentos llevados a cabo por el equipo liderado por el experto en ciencias del comportamiento, Gordon Pennycook, se presento a varios grupos de personas diversas noticias publicadas en medios de comunicación reales, la mitad de las cuales eran falsas. Se les pidió que juzgaran la precisión del titular y que indicaran si considerarían compartir los titulares de las mismas. Los investigadores encontraron que los titulares verdaderos se calificaron como precisos con más frecuencia que los titulares falsos. Sin embargo, las personas tenían el doble de probabilidades de compartir titulares falsos pero que concordaban políticamente con sus ideas, que de calificarlos como precisos.

A pesar de estos resultados, la mayoría de los participantes afirmaron que era extremadamente importante compartir solo información precisa en las redes sociales, lo que hizo pensar a los investigadores que es posible que algunas personas no difundan la información errónea de un modo intencionado. «Primero, encontramos que la veracidad de los titulares tiene poca relación con el contenido que comparten los usuarios, a pesar de tener un gran efecto en el juicio de los mismos sobre si la información es verídica» explica Pennycook. «Esta disociación sugiere que compartir información no necesariamente indica creencia».

Los investigadores comprobaron que tras un ejercicio de reflexión las personas compartían menos noticias falsas. Una de las razones del intercambio de información falsa puede deberse a la falta de atención

En experimentos posteriores se solicitó a los participantes que consideraran la precisión de los titulares, con lo que los investigadores comprobaron que tras un ejercicio de reflexión las personas compartían menos noticias falsas. En este sentido, los autores sugieren que una de las razones que pueden motivar el intercambio de información falsa puede deberse a la falta de atención. Así en un experimento de campo que involucró a 5.379 usuarios, esta vez de la red social Twitter, encontraron que cuando se enviaba un mensaje privado a las personas pidiéndoles que calificaran la precisión de los titulares de las noticias, la precisión y la calidad de las fuentes de información compartidas mejoraban. «El diseño actual de las plataformas de redes sociales, en las que hay disponible una amplia variedad de contenido y los usuarios reciben comentarios sociales rápidos sobre lo que comparten, puede distraer a las personas de considerar la precisión de la información» proponen los autores.

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Por otro lado, los resultados muestran que dirigir sutilmente la atención hacia la precisión aumenta la calidad de las noticias que la gente comparte posteriormente. Junto con análisis computacionales adicionales, estos hallazgos indicaron que las personas a menudo comparten información errónea porque su atención se centra en factores distintos de la veracidad de la noticia, por ejemplo en cuestiones de índole política o identitaria

«Nuestros resultados desafían la afirmación popular de que las personas valoran el partidismo sobre la precisión de una manera consciente» explican los investigadores, «y proporcionan evidencia de que las redes sociales podrían implementar fácilmente iniciativas para contrarrestar la difusión de información errónea en línea» añaden. «Quizá, podría ser suficiente con recordar a los usuarios que verifiquen la precisión de la información para mejorar la calidad de las noticias que comparten«, concluyen siguiendo el principio de que nunca está demás pararse a pensar lo que uno dice antes de hablar.

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