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MADRID, 12 Jul. (EUROPA PRESS – Manuel Recio) –

Ola de calor y noche de verano pegajosa en Madrid, con predisposición para los ritmos ardientes. El ambiente en las Noches del Botánico es el de las grandes ocasiones: con sus amplios jardines, sus mercadillos, los puestos de comida y bebida, su refrescante riachuelo, sus luces moradas y sus zonas de chill out, la temperatura parece que baja un par de grados con respecto al centro de la ciudad. Hasta que se encienden las luces del escenario.

Nile Rodgers, fundador de los emblemáticos Chic junto al bajista Bernard Edwards y productor de artistas tan dispares y memorables como David Bowie, Diana Ross, Madonna, Duran Duran o Daft Punk, vuelve a Madrid después de más de una década de ausencia. Como compositor, ha firmado temas que se han bailado en discotecas de todos los confines del mundo. Como productor, algunos de los discos más importantes de los 80 tienen su sello, con el ‘Let’s Dance’ de Bowie y el ‘Like a Virgin’ de Madonna en lo más alto del pódium.

Curtido en la tierra de las mil danzas, despliega su prodigiosa muñeca, embutido en su traje de blanco impoluto. «Buenas noches, Madrid» y suenan los primeros compases de ‘Le Freak’, incunable rompepistas e icono de la música disco con una línea de guitarra frenética. «Freak out! Le freak, c’est chic, Freak out!».

El público que abarrota las gradas del Botánico mueve pies y caderas casi por instinto. Ya no podrán pararlos en toda la noche. Hay heterogeneidad, diversidad y una media de edad -digámoslo así_generosa.

Empieza fuerte, directo al grano, sin rodeos y sin apenas tregua porque le siguen otros hits no menos antológicos de su época Chic como ‘Everybody Dance’, ‘Dance, Dance, Dance’ y ‘I Want You Love’. El éxtasis va en aumento. Letras simples, coreables que incitan a la comunión colectiva. No hace falta más.

Arropado por una banda muy solvente, destaca un corpulento bajista, simpático y bailongo, que parece un hijo bastardo (y discotequero) de Charles Mingus y dos vocalistas excelsas, contoneándose cual sirenas en la pista de baile. Aunque el poderío de Rodgers está por encima de todo, no solo en el volumen de su guitarra sino también en presencia escénica. Hay quilates en esa muñeca mágica, origen de los ritmos más electrizantes del disco-funk.

Sin tiempo para recuperar el pulso, ataca con otro bloque para bailar sudorosos y desinhibidos. Toca el turno ahora para homenajear a Diana Ross con la que trabajó a principios de los 80. ‘I’m Coming Out’ y ‘Upside Down’ resuenan sobre la pista del Botánico como sinfonías del hedonismo. El soul afroamericano de Motown se funde con el cosmopolitismo neoyorquino de Studio 54. Acto seguido momento Sister Sledge con otros himnos antológicos: ‘He’s the Greatest Dancer’ y la eterna ‘We Are Family’.

No da respiro. Parece un greatest hits de la música disco. Y todas las melodías han pasado por las manos del ínclito Nile Rodgers. Ligero cambio de tercio, que no de intensidad. ‘Like a Virgin’ y ‘Material Girl’ de Madonna muestran credenciales y desembocan en un conmovedor ‘Modern Love’ de David Bowie. Todo lo que toca Rodgers lo convierte en oro.

Más ejemplos: ‘Get Lucky’ de Daft Punk provoca uno de los mayores estruendos de la noche. «We’re up all night ‘til the sun / We’re up all night to get some / We’re up all night for good fun / We’re up all night to get lucky». ¿Existe estribillo más buenrollero?

Después, el show decae levemente para dar protagonismo a los instrumentistas. Con ‘Thinking Of You’ de nuevo de Sister Sledge se proyectan en las pantallas laterales fotografías del sonriente Rodgers en diferentes épocas con la crème de la crème de la música internacional, desde sus compañeros de Chic a Lady Gaga pasando por Mick Jagger o David Bowie que suscita alguna cara de emoción.

Otra vez Bowie, que parece que nunca se ha ido de este mundo, sí es que alguna vez se fue. Y Nile Rodgers nos lo recuerda con ‘Let’s Dance’, la canción que da título a uno de los mayores éxitos comerciales en la carrera del Duque Blanco y que sobre el escenario de la Noches del Botánico sonó celestial.

La traca final la reservó para ‘Good Times’ que cuenta con una de las líneas de bajo más reconocibles de la historia, inspiración por igual de dos temas tan alejados como ‘Another One Bites The Dust’ de Queen y el ‘Aserejé’ de Las Ketchup. Su contagiosa melodía fue el mejor broche para una noche veraniega que subió la temperatura exterior e interior.

No hubo bises. Tampoco hacían falta tras hora y media larga de descargas. Al finalizar el bonachón de Nile Rodgers se dio un pequeño baño de masas entre las primeras filas, saludando, firmando discos, regalando púas y luciendo aún más su nívea sonrisa. Las canciones del histórico guitarrista neoyorquino reivindican un tipo de música que sirve para evadirse, para disfrutar, para olvidar los problemas del día a día. Puede parecer ligera pero en tiempos de gravedad reflexiva quizá bailar y dejarse llevar sea el acto más revolucionario de nuestra existencia.

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