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Debido a su apariencia, los eclipses solares anulares reciben el nombre de «anillos de fuego», y guardan similitud con los eclipses solares totales, con la particularidad de que la Luna se sitúa en el punto más alejado de su órbita respecto a la Tierra, lo que impide que pueda ocultar el Sol por completo. En su lugar, la luz solar circunda la sombra de la Luna, formando el citado anillo de fuego.

 

Anatomía de la danza cósmica

Los eclipses solares en general han estado rodeados de mitos y leyendas en diversas culturas a lo largo de la historia. Por ejemplo, en la antigua Grecia, se creía que durante un eclipse solar los dioses manifestaban su ira o descontento hacia los mortales, interpretando el oscurecimiento repentino del Sol como una advertencia divina. Esto llevaba a los griegos a realizar rituales y sacrificios para aplacar la cólera de los dioses.

En las culturas nórdicas, el eclipse solar era visto como una señal ominosa del fin del mundo, y se creía que durante estos eventos celestiales se abrían portales interdimensionales por donde podían entrar criaturas maléficas o incluso gigantes que amenazaban con destruir todo a su paso.

Sin embargo, la explicación de los eclipses solares responde a unos movimientos celestes perfectamente predecibles. Concretamente, los eclipses solares anulares tienen lugar debido a la danza cósmica entre la Tierra, la Luna y el Sol, y sus respectivas distancias en el momento del eclipse. Cuando la Luna está más lejos en su órbita elíptica y el sol más cerca en su órbita, se da este fenómeno. 

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