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Los escamosos conforman el mayor orden de reptiles, el cual comprende los lagartos, las lagartijas y las serpientes, por citar algunos de sus miembros más conocidos. Son todos de sangre fría y su piel está cubierta por escamas córneas. Se trata de un grupo clave de las faunas terrestres actuales, especialmente en climas más cálidos, con una asombrosa diversidad de más de 10.000 especies. Sin embargo, el conocimiento de los caminos evolutivos que han forjado su éxito ha venido siendo escaso.

 

En la comunidad científica existía el consenso de que todos los principales grupos escamosos surgieron antes de la catástrofe que acabó con los dinosaurios y otras especies al final del Mesozoico. Antes de ese evento de extinción global, muchos grupos de tetrápodos terrestres como mamíferos, lagartos y aves se diversificaron extraordinariamente durante lo que se conoce como la Revolución Terrestre del Cretácico, desencadenada por el auge de las plantas con flores.  La escasez de restos fósiles de escamosos durante el Jurásico sugería que el principal estallido de la evolución de los escamosos ocurrió en el Cretácico (hace entre 145 y 66 millones de años), a partir del cual su registro fósil aumenta drásticamente.

 

Ahora, un nuevo estudio, liderado por Arnau Bolet, paleontólogo del Instituto Catalán de Paleontología Miquel Crusafont y la Universidad de Bristol en el Reino Unido, desafía este punto de vista al sugerir una radiación mucho más temprana de este grupo. En el estudio, realizado junto con Michael Benton, Tom Stubbs y Jorge Herrera-Flores de la Universidad de Bristol, se ha llegado a la conclusión de que este grupo de reptiles probablemente adquirió una amplia gama de adaptaciones durante el Jurásico (hace entre 201 y 145 millones de años), mucho antes de lo que se creía. “Aunque los escamosos del Jurásico son poco frecuentes, los árboles evolutivos que hemos reconstruido muestran que las principales especializaciones de los escamosos evolucionaron en ese momento, y es posible distinguir adaptaciones de gecos, iguanas, eslizones, lagartos gusanos y serpientes unos 50 millones de años antes de lo que se pensaba”, explica Benton.

 

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Fósil del lagarto jurásico Eichstaettisaurus. (Foto: Jorge Herrera Flores)

 

Pero, ¿cómo pueden los escasos fósiles del Jurásico sugerir un estallido temprano en su evolución? La clave está en su anatomía. Los pocos escamosos del Jurásico no muestran morfologías primitivas como cabría esperar, sino que se relacionan directamente con los diversos grupos modernos. “En lugar de encontrar un conjunto de lagartijas poco especializadas y situadas en la raíz del árbol de estos réptiles, lo que encontramos en el Jurásico son los primeros representantes de muchos de los grupos actuales, que ya muestran rasgos morfológicos avanzados”, comenta Bolet.

 

Los tiempos de divergencia observados, las gráficas morfoespaciales y las tasas evolutivas sugieren que el Jurásico fue una época de innovación en la evolución de los escamosos, durante la cual se establecieron las bases del éxito del grupo. Según estos resultados, el aparente aumento repentino de la diversidad observada en el Cretácico podría deberse a la mejora del registro fósil que habría permitido identificar un mayor número de especies, o con un estallido de nuevas especies relacionadas con los nuevos tipos de bosques e insectos que aparecieron en esta época.

 

Establecer el momento y cómo se produjo la radiación de los escamosos es fundamental no solo para comprender la dinámica de los ecosistemas terrestres durante el Mesozoico, sino también para descifrar cómo este grupo alcanzó la increíble diversidad actual, con más de 10.000 especies, un éxito solo comparable al de las aves entre los animales tetrápodos.

 

El estudio se titula “The Jurassic rise of squamates as supported by lepidosaur disparity and evolutionary rates”. Y se ha publicado en la revista académica eLife. (Fuente: University of Bristol)

 

 

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