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Marta Atienza contempla absorta el vaivén de las olas mientras sus perros se rebozan en la arena fina de la playa del Masnou (Barcelona). Son las siete de la tarde. Ya ha terminado su jornada laboral y ha salido a pasearlos. Trabaja desde casa y vive a tres minutos del mar desde que decidió mudarse de una gran ciudad a un pueblo costero, hace medio año. 

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