[ad_1]

La actual Ley de Deportes permite, entre sus excentricidades, que con la existencia de cinco (5) clubes de una disciplina deportiva, que pueden estar geográficamente en polos opuestos del país, se conforme una Federación Ecuatoriana por Deporte. De esos clasifica a clubes con el membrete de formativos y otros de alto rendimiento. A los primeros les da el 30 % de los votos, en caso de una elección para nombrar al directorio, y a los otros -que deben ser mínimo dos (2)-, el 70 % de la votación. Para un cazador hábil, aquí encontramos la primera trampa.

La segunda es más letal: si, según el reglamento actual a la misma ley, en segunda convocatoria para elecciones solo se presente un (1) club formativo y un (1) club de alto rendimiento, igual la elección se da en el porcentaje anteriormente mencionado. Gracias a esta leguleyada redactada de mala fe , una federacion nacional por deporte, a las cansadas, puede constituirse con solo dos (2) clubes. Por sentido común y emulando al primer mundo, la columna vertebral del deporte son los clubes privados deportivos. En la ley pasada, que tenía una lógica aplastante, si había menos de tres (3) clubes en una provincia que formaban un comité por deporte, y si había más de cinco (5), una asociación. Y en ambos casos su directiva entraba a disputar con las directivas de otras provincias el directorio de una Federación Nacional por Deporte. Si bien el sistema no era perfecto, reunía el raciocinio necesario para entender que una federación fuerte y sólida, que no se use solo como comodín personal en épocas de elecciones (unas tienen dos, 2, votos), solo puede existir si el deporte se difunde y desarrolla en más provincias con más equipos, más clubes y cientos de deportistas. La nueva ley castró ese principio, aunque sus promotores juran que fue para hacer el deporte más inclusivo. La práctica resulta patética: un “club”, que con todo derecho puede jugar rugby o balonmano que está en Ibarra, ¿en qué liga competiría si los otros cuatro (4) clubes están en Chone, Pindal, Milagro y Pasaje? Pues en ninguna: sus jugadores jugarían todo el tiempo entre ellos mismos, lo cual, hasta para el menos entendido en esta materia carece de toda lógica. Porque el deporte colectivo y también el individual, en sus diferentes estamentos, se nutre de categorías.

Donde no hay categorías de formación, recreación, rendimiento y alto rendimiento, es decir 1.ª, 2.ª, 3.ª, 4.ª, 5.ª y hasta 6.ª que es el deporte barrial, a manera de ejemplo, no hay suficientes deportistas a escoger ni alto nivel de calidad. Tampoco existe un suficiente nivel de competividad, pues el subir de categoría, cuando estas existen, es uno de los más importantes incentivos para los deportistas. Se escoge de lo que hay, y aparecen sorpresas. Como la Federación Ecuatoriana de Hockey sobre césped, de la cual no se ha visto entrenar a un equipo de un club, ni existe calendario de competiciones. Pero recibe dinero del Estado y no es intervenida por el Ministerio del Deporte.

La ausencia de ligas por deporte con diferentes categorías en algunas provincias como Guayas es un verdadero desastre. Hurgando en los papeles y observando en la práctica, muchos clubes son construcciones de carpetas que rebosan de papeles donde sobran dirigentes y faltan deportistas. El que se inventó la diferenciación de clubes formativos y de alto rendimiento supo lo que hizo: relegar a los formativos a un papel secundario, y con calificar a solo un (1) deportista por club de alto rendimiento como de “élite”, llevarse la votación completa para enquistarse en una federación. Solo falta que constituyan la “Federación del Yoyo del Ecuador” y esa, por supuesto, con clubes de alto rendimiento a la cabeza.

Es un hecho real que la mayoría de clubes no disponen ni siquiera de una alfombra propia, y dependen para su práctica de la infraestructura pública. Desde que la ley privatizó las federaciones deportivas por provincia, en la cual se les entregó los espacios públicos destinados al deporte en las ciudades para tareas exclusivamente de formar deportistas, también se cedió la absoluta discrecionalidad a las mismas sobre el acceso a esos espacios por parte de los deportistas de cualquier club o deporte. En otras palabras, mutiló el derecho natural de las personas a hacer deporte en espacios públicos, otorgándoles un poder inusitado a las federaciones provinciales. Tu pagas o no entras es la nueva filosofía. Esta distorsión debe ser eliminada en las reformas a la Ley de Deportes, cuyo anteproyecto que circulaba en la Asamblea anterior recogía las mismas falencias de la actual ley: o no entienden cómo se estructura el deporte o no lo quieren entender.

La fortaleza del deporte está, mil veces repetido, en los clubes. Hay que obligar a la creación de ligas de diferentes categorías en cada provincia y cantón. A ellos hay que fomentarlos y no sacar equipos de las mismas federaciones que compiten privilegiados con fondos propios que son para la formación y que no llegan al resto de participantes. Cuando, mediante otra reforma, la infraestructura deportiva pase a los municipios, veremos quiénes demostrarán su verdadero amor e interés incondicional por el deporte formativo. (O)

[ad_2]

Source link