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Hace 66 millones de años, el asteroide que impactó contra nuestro planeta provocó la desaparición de los icónicos dinosaurios y de muchos grupos de mamíferos. Sin embargo, algunos linajes de mamíferos sobrevivieron y dieron lugar a los mamíferos placentarios modernos que conocemos hoy en día, incluidos los humanos, los gatos, los murciélagos y las ballenas, llamados clados corona. Otros mamíferos placentarios conocidos como grupos arcaicos, sobrevivieron hasta hace unos 30 millones de años y se extinguieron.

 

Un equipo internacional, con la participación de personal investigador del Instituto Catalán de Paleontología Miquel Crusafont (ICP), la Universidad de Edimburgo en Escocia y diferentes instituciones de Estados Unidos (Pittsburgh, Albuquerque y Nueva York), ha buscado una explicación para esa extinción de hace 30 millones de años.

 

“Para poner luz al misterio, decidimos explorar los sentidos y comportamientos de este arcaico grupo de mamíferos”, explica Ornella Bertrand, del ICP y coautora del nuevo estudio. Dado que es imposible estudiar el comportamiento de las especies extintas del mismo modo que en los mamíferos actuales, los paleoneurólogos utilizan la huella que dejó el cerebro en la cavidad endocraneal para estudiar su morfología y la diferencia de proporciones existente entre las partes del cerebro. “Esto nos da una idea del comportamiento del animal. Por ejemplo, unos bulbos olfatorios grandes se traducen en un mejor sentido del olfato”, aclara Bertrand.

 

El avance de las tecnologías de exploración por TC (tomografía computerizada) en las últimas décadas ha permitido a los paleontólogos utilizar esta técnica para ver qué hay dentro de un fósil. Es un procedimiento muy parecido al de hacerse una resonancia magnética en un hospital.

 

El cráneo fósil que escanearon con tomografía computerizada pertenece a los Tillodontia, un enigmático grupo de mamíferos que vivió desde el Paleoceno hasta el Eoceno, durante el Cenozoico. Estos mamíferos se originaron en Asia y emigraron a América del Norte y Europa. Pertenecen a un grupo llamado Laurasiatheria (“bestias de Laurasia”) y están remotamente emparentados con los mamíferos actuales. “Trogosus tenía una apariencia peculiar, era muy distinto de cualquier especie actual. Su tamaño era aproximadamente el de un jabalí actual”, afirma Marina Jiménez Lao, quien trabajó en este proyecto para su trabajo de máster en la Escuela de Geociencias de la Universidad de Edimburgo. Es posible que apoyase su peso sobre sus extremidades traseras y utilizase sus extremidades delanteras para desenterrar raíces y tubérculos con sus garras grandes y curvas. “Quizás lo más raro fuesen sus incisivos, parecidos a los de los roedores y en constante crecimiento, como las ardillas y las ratas”, explica la coautora del estudio.

 

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Dibujo lineal de cráneo de Trogosus hillsii (USNM 17157) del Eoceno medio de la cuenca del Huérfano, Colorado.(Imagen: dibujo lineal realizado por Sarah Shelley (modificado a partir del original en Bertrand et al. 2022))

 

Todos los especímenes descritos en este estudio proceden de América del Norte y el mejor conservado de Trogosus hillsii se desenterró en la cuenca del Huérfano, en Colorado (EE.UU.), en unos sedimentos que corresponden al Eoceno medio y que tienen una edad estimada de entre 52 y 48 millones de años. El cráneo está relativamente bien conservado, incluida la cavidad craneal completa, aunque carece de la parte anterior del morro.

 

Un aspecto interesante del uso de datos de TC fue descubrir que en la parte posterior del cráneo había una gran cantidad de vasos que drenaban el cerebro de Trogosus. En la década de 1950, Charles Gazin, un paleontólogo estadounidense, elaboró un molde del cerebro utilizando otro espécimen y descubrió que tenía un cerebelo inusualmente grande, pero que no mostraba ninguna estructura clara. Gracias a la tomografía computerizada, Bertrand y su equipo demostraron que hay un complejo conjunto de canales que rodean el cerebelo y que muy probablemente se descolocaron después de la muerte del animal, lo que habría hecho que la cavidad endocraneal pareciese mucho más grande de lo que realmente era.

 

Un aspecto particular que estudiaron Bertrand y sus colegas fue la proporción de diferentes regiones del cerebro. El neocórtex es una parte del cerebro presente en todos los mamíferos y que integra específicamente información sensorial y motora. Las especies con neocórtex grande muestran comportamientos más elaborados, como un comportamiento social complejo o un mejor sentido de la vista. “Hemos visto que el neocórtex era relativamente más pequeño en Trogosus y en otros herbívoros arcaicos que en las especies arcaicas de carnívoros y los clados corona de herbívoros que coexistieron con él”, afirma Bertrand. Las investigadoras plantearon la hipótesis de que Trogosus y otros mamíferos herbívoros placentarios arcaicos pudieron ser superados por los herbívoros corona (como los antepasados de los rumiantes o los jabalíes) al competir por los mismos recursos, y quizá fueron menos capaces de escapar de los depredadores que las especies de los clados corona, que tenían comportamientos más elaborados.

 

Las fluctuaciones climáticas también pudieron influir en la desaparición de este grupo. Los Tillodontia estaban relativamente especializados a finales del Eoceno, lo que les podría haber llevado a su extinción debido a una falta de flexibilidad para adaptarse a cambios. Dentro de este grupo, Trogosus sobrevivió durante millones de años antes de extinguirse. Se cree que esta especie probablemente dependía más de su sentido del olfato que de otros como la vista.

 

El estudio se titula “The virtual brain endocast of Trogosus (Mammalia, Tillodontia) and its relevance in understanding the extinction of archaic placental mammals”. Y se ha publicado en la revista académica Journal of Anatomy. (Fuente: ICP)

 

 

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