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Cristina Gallego y la joven Paula Ruiz cocinan cada día sobre el escenario una tarta de manzana mientras interpretan a sus personajes en el montaje J’attendrai. Es algo que el director teatral Emilio del Valle intenta que ocurra en sus espectáculos. Ya era así hace más de una década en La lluvia amarilla, adaptación de la novela de Julio Llamazares, en la que el actor Chema de Miguel cocinaba patatas guisadas con carne. Y también en el Hipólito que presentó hace un par de años en el Festival de Mérida. Allí, recuerda Del Valle, el equipo preparaba pollo guisado con verduras y especias para recibir cada noche al rey de Atenas. “Me gusta alimentar los sentidos del espectador; que, cuando sea posible, haya música en directo o que se cocine en escena. La comida es parte indisoluble de la vida de las personas y su olor genera una atmósfera muy propicia para una vivencia en directo como es el teatro”, explica.

En J’attendrai, que se podrá ver hasta el 27 de diciembre en las Naves del Español del Matadero de Madrid, recurre a esa autenticidad escénica para contar la verdad de José Ramón Fernández, Premio Nacional de Literatura Dramática. El autor del texto se inspiró en su herencia familiar. Su tío Miguel Barberán tuvo que huir a Francia tras la Guerra Civil y allí, con el estallido de la Segunda Guerra Mundial, se incorporó a la resistencia francesa. Arrestado y deportado con tan solo 21 años, acabó en el campo de concentración de Mauthausen, siendo uno de sus pocos supervivientes.

De ese recuerdo nace José, el nonagenario protagonista de este montaje, que acude a París a cumplir una promesa hecha seis décadas atrás. En Mauthausen conoció a un francés llamado Christian, quien terminó ahorcado al intentar huir del lugar. Antes de morir, le pidió al español que fuera a visitar a su novia Patricia, si lograba salir del campo de concentración. Por eso el anciano decide visitar un pequeño hostal cerca de la ciudad acompañado de su nieta. Allí, ambos viajeros se encuentran con Claire, la nieta de Patricia, que aún conserva algunas reliquias de su abuela. Ante la pregunta de por qué unos salieron del infierno y otros no, el superviviente desea por momentos haber estado en el lugar del héroe muerto y no en el de un vivo bajo sospecha. El montaje salda en realidad una segunda deuda, la de José Ramón Fernández con su tío.

“Existe lo que Bertolt Brecht defendía como la diversión seria. Reflexionar es también entretenido

Emilio del Valle, director de ‘J’attendrai’

En vez de transportar al espectador al momento de los hechos, como a menudo hace el cine, el juego teatral de J’attendrai cuenta el holocausto a través de sus secuelas. “Desde el principio tuve claro que nos interesaba trabajar la peripecia de este personaje, de este hombre ya mayor y superviviente de los campos de concentración. Y ver cómo, con el paso del tiempo, aquel hecho histórico ha trascendido en los más jóvenes, que saben de lo ocurrido a través de Internet, los documentales o la literatura”, comenta Emilio del Valle.

El director defiende que asuntos tan trágicos como el que plantea José Ramón Fernández en su texto deben seguir siendo contados. “Nunca es suficiente. Los hechos históricos que han generado tanta tragedia han de ser permanentemente revisados. Porque curar no significa olvidar, sino analizar lo ocurrido y tenerlo presente para no volver a cometer el mismo error”, argumenta. “Hay espectadores que buscan en el teatro un simple entretenimiento, porque consideran que bastante drama hay en la vida cotidiana. Pero existe también lo que Bertolt Brecht defendía como la diversión seria. Reflexionar es también entretenido”.

De hecho, la obra toma su título de una canción popular de los años 30 que se adaptó a una decena de idiomas europeos durante los tiempos de guerra. En castellano se tituló Volverás. Es una canción que habla de un amor que parte un día y no regresa jamás que sirve a este texto para recordar la importancia de la cultura popular en el imaginario colectivo. “El arte en todas sus formas es un potente transmisor de la memoria histórica”, comenta el director de escena, quien recuerda Nanas de la cebolla, los poemas que Miguel Hernández dedicaba a uno de sus hijos durante la Guerra Civil española desde la cárcel de Torrijos. “Probablemente sus palabras hayan llegado a mucha gente antes por el trabajo musical de Joan Manuel Serrat que por un libro”, defiende.

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