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Doce familiares de presos republicanos a quienes el franquismo impuso trabajos forzados han presentado ante el Juzgado de Aoiz (Navarra) la primera querella por trabajo esclavo durante el régimen de Franco, para que la justicia reconozca que fueron víctimas de un crimen contra la humanidad. La iniciativa está impulsada por Ceaqua (Coordinadora Estatal de Apoyo a la Querella Argentina) y ha sido presentada en coincidencia con el primer aniversario de la entrada en vigor de la Ley de Memoria Democrática.
Se trata de familiares de represaliados que, entre 1939 y 1941, fueron detenidos por las fuerzas del orden y obligadas a trabajar en condiciones de esclavitud en la carretera navarra que une los municipios de Igal, Vidángoz y Roncal. Se estima que miles de personas fueron obligadas a trabajar de este modo, en condiciones durísimas, para la construcción de carreteras, así como para el levantamiento de la conocida como Línea P o Frontera de Hormigón: miles de búnkeres construidos en los Pirineos (a lo largo de toda la línea divisoria con Francia) ante una posible invasión del resto de países europeos.
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Juan Manuel Esteban Rico, natural de Sestao (Bizkaia) y fallecido hace más de 30 años, fue uno de aquellos prisioneros que trabajaron en régimen de esclavitud para construir la carretera a Vidángoz. Este viernes, su hijo, Balen Esteban, uno de las 12 personas que han presentado la querella colectiva contra el Gobierno ante el Juzgado de Aoiz (Navarra) por trabajo esclavo durante el franquismo.
El portavoz de Ceaqua, Sabino Cuadra, ha explicado este viernes que se decidieron a presentar la querella por el “poco reflejo” social, institucional y mediático que este asunto. A través de Memoriaren Bideak, asociación navarra cuya actividad memorialista se centra en el trabajo forzado realizado en régimen de esclavitud durante el franquismo, encontraron a las 12 personas que este viernes han anunciado el inicio del procedimiento judicial. Desde Ceaqua estiman que unas 15.000 personas fueron obligadas a trabajar en la Comunidad foral en estas condiciones —unas 300.000 en el resto de España— para construir carreteras o los miles de búnkeres levantados por Franco en la línea divisoria con Francia, ante el temor de una invasión por tierra del resto de países europeos.
Con esta denuncia quieren lograr un reconocimiento social y jurídico por lo sucedido. Que se sepa la verdad, que se haga justicia y, sobre todo, que no se repita, señala Balen Esteban en conversación con este periódico. A sus 70 años, Esteban recuerda los padecimientos narrados por su progenitor: un hombre con estudios de ingeniería, de ideología comunista que luchó en diversos batallones durante la Guerra Civil y que finalmente cayó preso el 2 de febrero de 1939. Para entonces ya había sido ascendido a capitán del Ejército republicano. Estuvo preso en varias cárceles de Huesca y Bilbao, hasta que llegó al campo de concentración de Miranda de Ebro (Burgos), desde donde fue trasladado a Vidángoz, con una parada intermedia en Pamplona. Lo saben, entre otras cosas, porque su padre pudo enviar una postal a casa. Esteban todavía conserva aquel documento fechado en verano de 1940. Como anécdota, cuenta que la postal que los militares le dieron a su padre llevaba la imagen de Franco. Su padre, Juan Manuel, fue encerrado por desafección al régimen.
Esteban narra las condiciones “inhumanas” en las que tuvo que trabajar su padre. Al intenso frío de la zona, se sumaban la mala alimentación y la intensa actividad física. “Estuvieron haciendo la carretera con pico y pala, con pequeñas voladuras, pero comiendo poquísimo, pasaban hambre”, asegura. Una situación extrema que llevó a los prisioneros a alimentarse de lagartos e, incluso, a desenterrar una vaca muerta por enfermedad. Sufrimiento físico, al que se sumaba el afectivo, el psicológico. “Estaban totalmente aislados del mundo real”. Hasta tal punto que Juan Manuel no conoció a una de sus hijas hasta que esta no cumplió año y medio. Su padre, al menos, podía escribir a casa. Había quienes ni siquiera sabían escribir, recuerda Esteban.
En la rueda de prensa organizada este viernes en Pamplona para anunciar la querella, la representante de Memoriaren Bideak —que se ha presentado como acusación—, Ana Barrena, ha remarcado que, a la mala alimentación, la dureza del trabajo y hacinamiento en edificios abandonados, tiendas de campaña y barracones de madera con temperaturas extremas, se sumaron las agresiones físicas y la posibilidad de ejecuciones inmediatas. Se tiene constancia, al menos, del asesinato de tres prisioneros que intentaron fugarse y de otros nueve que enfermaron. Entre las enfermedades más habituales, la tuberculosis. De hecho, a Juan Manuel Esteban le detectaron años después restos de la enfermedad.
“Además, el régimen disciplinario incluía agresiones físicas, palizas, trabajo adicional y la posibilidad de ejecuciones inmediatas”, ha añadido Barrena. “Se tiene constancia del asesinato de tres prisioneros acusados de intento de fuga, de la muerte de otros nueve en el Hospital Militar Disciplinario de Pamplona, como consecuencia de diferentes enfermedades o accidentes y de una muerte más en circunstancias no aclaradas”, ha apuntado.
Los hijos de Juan Manuel han podido reconstruir algunos fragmentos de la historia por las cartas guardadas en el hogar familiar, testimonios del sufrimiento vivido, “de una vivencia absolutamente negativa”, pero también de pequeños gestos de humanidad, como los protagonizados por los habitantes del pueblo. Cuando empezó a hacer demasiado frío para que los prisioneros durmieran en tiendas de campaña, los metieron en pajares o casas del pueblo y empezaron a relacionarse con algunos vecinos. “Les daban leche o requesón”, cuenta Esteban. También les lavaban la ropa gratis. “Mi padre nos pedía jabón porque los del pueblo eran pobres, no tenían ni jabón, pero les lavaban la ropa gratis”.
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