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Los líderes de Polonia, República Checa y Eslovenia, Mateusz Morawiecki, Pietr Fiala y Janez Jansa, respectivamente, que viajaron este martes a Ucrania.

Bruselas alertó a Varsovia de «los riesgos de seguridad» de una iniciativa que desafía directamente al Kremlin

Los líderes de Polonia, República Checa y Eslovenia –Mateusz Morawiecki, Pietr Fiala y Janez Jansa– llevaron este martes el compromiso del este europeo con Ucrania, directa y personalmente, hasta Kiev. Se subieron a un tren en Polonia a primera hora de la mañana y viajaron hasta la capital asediada por las tropas rusas. Más que un gesto. Un desafío evidente a Moscú que, al mismo tiempo, generó incomodidad en Bruselas. Porque sí, las instituciones comunitarias (Consejo y Comisión) estaban informadas del desplazamiento. Pero eso no evitó que contuvieran la respiración. Porque un hipotético ataque (aunque fuese fortuito) derivaría en una escalada internacional del conflicto. Y eso es lo que Occidente quiere evitar.

Los tres líderes eligieron el tren como el medio más seguro para atravesar, desde el oeste, una Ucrania en la que día a día los misiles rusos se cobran vidas, arrasan edificios y devoran también kilómetros de carreteras. O los propios ucranianos echan abajo sus puentes en un intento por detener el avance enemigo. El objetivo era claro: sentarse con Volodímir Zelenski en la misma mesa y garantizarle el total apoyo de la Unión Europea.

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El primer ministro checo Fiala escribía a través de Twiter que perseguían «mostrar nuestra solidaridad» hacia Ucrania. Hacerlo de forma «inequívoca», apostillaban desde Varsovia. Ir más allá de los pronunciamientos de apoyo que se verbalizan desde Bruselas o las capitales de los Veintisiete. Y que, en todo caso ya han tenido plasmación en una cascada de sanciones, ayudas económicas y el suministro de material bélico al gobierno ucraniano. «Esta tragedia tiene que detenerse cuanto antes. ¡Por eso estamos aquí!», escribió el primer ministro polaco ya en la capital. «Aquí es donde se hace historia, en la Kiev devastada por la guerra. Aquí la libertad está luchando contra la tiranía», añadía, a través de Twitter. El mensaje fue respondido inmediatamente por su homólogo ucraniano, Denys Shmyhal. Daba la bienvenida al «coraje de los verdaderos amigos».

La cuestión es que los gobiernos de Polonia, República Checa y Eslovenia remarcaron mucho que el viaje tenía carta verde del resto de líderes de la UE. Se les informó en la cumbre informal que se celebró la pasada semana en Versalles. La misma, por cierto, en la que se dejó claro a Kiev que la UE no iba a abrir «atajos» a la adhesión de Ucrania. Otro golpe de realidad para Zelenski.

El presidente del Consejo Europeo, la institución que coordina a los Veintisiete, reconocía este martes que efectivamente se informó del viaje en aquella cita. Y que fue el domingo por la noche cuando el líder polaco comunicó a Charles Michel quiénes iban a realizarlo. A partir de ahí las versiones de unos y otros rozan.

Varsovia (se insiste) dejaría entrever en varios mensajes que hubo acuerdo con los presidentes de las instituciones europeas sobre este viaje. Pero desde los equipos de Michel y de la presidenta del Ejecutivo, Ursula von der Leyen, se proyectaba cierta incomodidad. Se estaba «al tanto» de la iniciativa. Pero, al mismo tiempo, el entorno de Michel precisaba que éste advirtió a Morawiecki «de los riesgos de seguridad» de la visita. Y ¿qué dijo la Comisión Europea? Esquiva. No opinó «porque no corresponde a la Comisión_Europea pronunciarse sobre las decisiones de los gobiernos». El ‘clásico’ de perfil, especialmente disonante en este momento, cuando la cohesión del bloque sobre la invasión de Ucrania apenas presenta fisuras.

El portavoz del Gobierno polaco, Piotr Müller, hizo hincapié en un comunicado en que el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, había sido informado de la misión, lo mismo que el representante del Gobierno de Estados Unidos, aunque sin precisar más. «La delegación actúa, de facto, en representación de la UE», llegó a escribir Müller. Las precisiones de Varsovia apuntaban a una voluntad, por parte polaca, de quitar a la visita cualquier sombra de iniciativa por cuenta propia de esos tres países.

El tropiezo con los MIG-29

Polonia se ha destacado como el país más activo en la defensa de su vecino más cercano de entre los socios de la UE. Hasta el punto de pillarse los dedos, como le sucedió la pasada semana cuando dijo que es estaba dispuesto a entregar a Kiev sus MiG-29 –cazas de fabricación rusa y los únicos para los que recibieron instrucción los pilotos ucranianos–.

La oferta unilateral fue rechazada desde Estados Unidos, país implicado ya que pretendía Polonia obtener a cambio sus F-16 usados. También respondió con una negativa Alemania, puesto que el canje debía hacerse en la base estadounidense de Ramstein, en territorio germano.

La delegación polaca incluía, además, a Jaroslaw Kaczysnki, líder del gubernamental partido ultraconservador Ley y Justicia (PiS) y hombre fuerte del gobierno de Morawiecki. Representó entre 2015 y 2019 la línea más dura contra la acogida de refugiados procedentes del conflicto sirio. Del rechazo de entonces Polonia ha pasado a convertirse en el primer país de entrada de los desplazados por esta guerra. Ha recibido ya 1,8 millones de refugiados de los casi tres millones que han abandonado Ucrania desde que fue invadida por las tropas rusas el pasado 24 de febrero.

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