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De los escombros del sismo de magnitud 7,1 que destrozó partes de la Ciudad de México surge la esperanza de las decenas de personas rescatadas, y también surgen las historias de inspiración sobre la ayuda para atender la emergencia.
Día y noche, desde el mediodía de este martes —cuando el terremoto cimbró a la capital de la República—, cientos de mexicanas y mexicanos han hecho lo que está en sus manos para contribuir al rescate de las personas atrapadas en los edificios que se derrumbaron y al retiro de escombros, que es coordinado por las Fuerzas Armadas.
Caminamos el corredor de la Roma-Condesa —emblema de las afectaciones— y encontramos estas historias de los héroes civiles.
Los ‘Topos’ de México
El cuerpo Brigada de Rescate ‘Topos’ es sinónimo de esperanza en desastres naturales, no solo en México sino en cualquier lugar del mundo donde estos expertos en búsqueda de sobrevivientes y cuerpos ha sido requerido a lo largo de los años. Ahora que este tipo de siniestros vuelve a golpear a la CDMX, los voluntarios regresan a prestar auxilio en las zonas donde son requeridos, y por el momento no se dan abasto, comenta la ‘topo’ Pola Díaz Moffit, durante un ‘descanso’ en las labores de rescate en el colapso de Álvaro Obregón 286, linderos de las colonias Roma Norte y Condesa.
“Quisiéramos multiplicarnos por 1.000, hacemos nuestro mejor esfuerzo, ahorita tengo como ciento y tantos mensajes, WhatsApp, Messenger, llamadas y demás, y en vez de descansar estoy aquí con el teclado y el dictado de voz haciendo lo más rápido posible, porque las líneas siguen fallando, la telefonía siempre va a fallar en tiempos de desastre y no nos damos abasto”, dice a Expansión, y aún prevé que habrá días difíciles hasta recuperar la calma.
La rescatista explica que ninguna estructura se comporta de igual forma, por lo que derrumbes como el de este edificio —donde los seis pisos superiores cayeron encima de la planta baja sin colapsarla por completo— son complicados y peligrosos para las tareas en búsqueda del milagro. Las cuadrillas de una veintena de ‘topos’, bomberos, militares, policías y demás brigadistas y voluntarios llevan más de 24 horas trabajando y no pierden la esperanza de encontrar a una decena de personas que —estima Pola— permanecen atrapadas.
“He observado un México arrojado, solidario, movido, lástima que la madre naturaleza nos tenga que golpear a sus hijos para aprender, porque es muy significativo que a 32 años, el mismo día, la fuerza de la naturaleza nos haya golpeado nuevamente de esta forma. Este es un llamado de atención para toda la humanidad”, advierte.
La zona es un hervidero de voluntarios y curiosos que llevan víveres, material médico y sus propias manos para contribuir; son filas de ciudadanos, algunos con herramientas aún envueltas en sus embalajes plásticos, que rebasan los espacios disponibles, lo que por momentos deja una impresión de desorganización.
“Yo lo sigo viendo complicado (mantener el orden), ante los embates de la madre naturaleza no hay organización suficiente. Sin embargo, creo que la sociedad civil, que ha estado despertando en estos últimos 30 años, se está organizando, claro, a veces como Dios le da a entender, pero está saliendo a las calles y se está entregando, y bueno, México está de pie”, afirma la ‘topo’.
Club de motos: del relajo a la solidaridad
Un grupo de amigos que los fines de semana acostumbra divertirse ‘a mil por hora’ en su motocicleta agarró los cascos tras el terremoto, no solo para protegerse de los efectos del sismo sino para ponerse al servicio de la entrega exprés de ayuda y el traslado de voluntarios a las zonas más requeridas.
“Las motos resultaron ser un vehículo superpositivo para este asunto, por los embotellamientos que hay en la Ciudad, y a mí me ha tocado transportar desde paramédicos, pediatras, gente en convoys y hasta agua, comida, medicinas”, platica a Expansión Sergio Cárdenas.
“Tengo un grupo de amigos con el que salgo los fines de semana en las motos, y desde el primer instante se nos vino a la cabeza movernos en las motos porque es mucho más eficiente. Lo mismo ha hecho toda la cultura del moticiclismo en México, ves gente de todo tipo con motos, y todos entrándole, quien tiene una moto se puso la camiseta”, agrega en entrevista realizada en avenida Salamanca, colonia Roma.
La experiencia más intensa para este joven de 27 años fue trasladar a un especialista al Colegio Rébsamen, en la zona de Coapa en el sur de la CDMX, donde una veintena de niños y niñas fallecieron por efecto del terremoto, pero una docena han sido rescatados y les urge atención.
“Estaba fuerte la cosa, la gente estaba afuera del edificio ya desesperada, alterada por la impotencia, estaba el equipo de los ‘topos’ trabajando con la Marina (…) Estábamos en Durango, y necesitaban traslados a esta escuela de Coapa, encontramos varias motos disponibles y nos fuimos en convoy, éramos como seis o siete motos, cada una con un paramédico y equipo médico. En vez de tres horas, que se hubiera tardado cualquier persona en un vehículo normal, en las motos llegamos en 40 minutos”, relata y confiesa que el entendimiento aún no procesa la magnitud de la tragedia chilanga.
“Entre tanto movimiento no te das cuenta de la gravedad del asunto. Yo ayer, hasta que llegué a mi casa como a las 12 de la noche, dije ‘ah caray, sí estuvo fuertísimo todo’. Como que estar aquí te mantiene muy activo, ayudando y distraído de cierta forma de todo lo que está pasando, pero cuando te tomas un tiempo para tranquilizarte… Da mucho aliento que hay muchísima gente ayudando, todo mundo con una actitud muy positiva, y pues eso no permite que nadie se vaya para abajo, que todos estemos con todo y una vez más México está poniéndose de pie para salir de otra crisis”, abunda.
La gente de tránsito
Juan Cabrera, de 35 años, se quita el mandil para dirigir el ajetreo en la calle de Durango. Está a unos metros de avenida Chapultepec, a la altura del Metro, donde ríos de automóviles dibujan un auténtico caos, y el chef propietario de la Fonda Fina sabe que no es momento de preparar platillos finos sino de ayudar en lo que más se necesite.
“Si me meto a hacer tortas, yo soy cocinero y lo puedo hacer, pero controlar el tráfico también es importante porque llegan camionetas, salen, descargan, y en todos los lugares he visto problemas con el tráfico, prefiero estar aquí”, indica afuera de Mexsi Bocu, el restaurante de su socio.
“Desde ayer lo donamos (el comedero) para que sea un albergue, empezó con siete personas a las nueve de la mañana, y ahorita somos casi 400 personas ayudando. De aquí está saliendo para Xochimilco, la Del Valle, donde nos dicen que hubo un derrumbe o se necesita, estamos mandando”, añade.
Peritos veinteañeros
Ulises García podrá presumir que a sus 20 años, y aún como estudiante de Arquitectura, ya ha participado en la evaluación de los edificios dañados por el terremoto del 2017.
“Se unió la gente en el grupo de Facebook de la Prepa 9 y se armaron brigadas para venir a apoyar a Ámsterdam, Protección Civil empezó a juntar gente que tuviera conocimientos de ingeniería, arquitectura o plomería, y estamos revisando los edificios para ver daños estructurales y peligro”, cuenta frente a Medellín 104, un inmueble de siete pisos de oficinas y consultorios que ya quedó inhabitable.
“Está muy dañado. Tenemos que ir a dar el reporte a los coordinadores de Protección Civil y ellos van a tomar la decisión. Seguramente lo van a demoler”, estima el joven especialista, a quien también ya le tocó inspeccionar Ámsterdam 21, “a punto de caer”, y otro edificio en Popocatépetl y Cacahuamilpa, colonia Condesa, este sin daños mayores.
Guillermo Daniel, otro novel arquitecto de 20 años, viene de Azcapotzalco a la esquina de Álvaro Obregón y avenida Insurgentes —donde se da cita una docena de ciudadanos con experiencia y herramienta de construcción— para ayudar en lo que se requiera.
“Vengo a apoyar por el desastre, me acaban de decir de un edificio en San Antonio Abad, estamos esperando para poder actuar en el momento que nos digan y nos den indicaciones”, señala en pose de alerta.
A su lado, Román Israel Terrón Flores, de 24 años, pide a la población acudir solo si cuenta con el equipo apropiado.
“Es estar en las zonas siniestradas que están en internet y en los medios de comunicación, y si quieren venir a apoyar, venir preparados ya sea con algún tipo de servicio, un casco, un marro, una pala o algo para ayudar, víveres”, indica.
Vecinos solidarios
Sergio Vega, director de la clínica de rehabilitación Terapia Física, sacó a los pacientes al estacionamiento durante el sismo y al asomarse a la calle vio la polvareda de Álvaro Obregón 286.
“Me tocó estar justo cuando estaba cayéndose (el inmueble vecino)”, dice.
Tras cerciorarse de que los pacientes estaban bien, lo mismo que su edificio, decidió poner las instalaciones sanitarias a disposición de los trabajadores en las labores.
“Estamos permitiendo que entre al baño la gente que está rescatando, y estamos regalando agua”, señala.
Insumos médicos
La magnitud de la tragedia ha convocado a miles de mexicanas y mexicanos que han llevado ayuda a las zonas colapsadas, y que han terminado por saturar los campamentos de víveres. Es el caso del centro de acopio de materiales de primeros auxilios en el triángulo de Álvaro Obregón, Yucatán y Valladolid, donde uno de los coordinadores, Édgar López, indica que lo que hace falta son voluntarios con bicicletas o motocicletas que ayuden a distribuir las donaciones a otros puntos e incluso a hospitales.
“Lo que ya no requerimos es que sigan mandando tanto insumo, hasta ahorita afortunadamente y gracias a toda la gente que ha respondido —se les agradece en verdad—, ya tenemos suficiente material. Hemos estado en contacto con los otros puntos donde también se ha dado el apoyo, y también ya están bien abastecidos. Ahorita lo estratégico sería empezar a distribuir estos productos y que no se nos queden aquí”, explica, y agrega que es recomendable que los repartidores obtengan alguna acreditación de los centros de acopio para evitar desconfianza.
También se requieren medicamentos para el dolor y para atender las contingencias que pudieran presentar los rescatistas.
Lo básico
Jóvenes y amas de casa contribuyen con lo que pueden: inundando con víveres y materiales los centros de acopio —como los macro del Campo Marte o el del Zócalo capitalino, pero también en los comunitarios en los espacios comunes de la mayoría de las colonias capitalinas—, y llevando agua y comida a los rescatistas en los distintos inmuebles con labores de rescate.
Socorro Galván acudió a la zona de Álvaro Obregón con su hijo Benjamín García y su vecino Ángel Gómez.
“Venimos a apoyar a la gente damnificada, dejando gasas, jeringas, lo que necesitan para la curación”, comenta.
Ana Isabel también llevó kits de lunch, después de entregar otras donaciones.
“Estuvo muy feo, la verdad, pero qué bueno que todo mundo se está uniendo e intentando ayudar como pueda”, dice.
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